El regreso de Saig¨®n
Los vietnamitas conf¨ªan en la apertura comunista para un cambio que no alienta insurrecciones
Ocurri¨® el pasado mes de septiembre, a 2.000 metros de altura sobre Ciudad Ho Chi Minh, corrompida y alborotada Saig¨®n durante los a?os de la guerra de Vietnam y rebautizada con el nombre del patriota cuando el 30 de abril de 1975 una columna de carros de combate de la guerrilla vietcong tom¨® el palacio presidencial mientras los ¨²ltimos funcionarios de la embajada norteamericana eran evacuados en helicoptero. El 3 de Septiembre ¨²ltimo, 17 a?os despu¨¦s de que Estados Unidos sufriera la derrota militar m¨¢s amarga de su hisroria y la naci¨®n asi¨¢tica fuera reunificada tras un siglo de divisi¨®n, un antiguo piloto de las desaparecidas Fuerzas A¨¦reas de Vietnam del Sur secuestr¨® un avi¨®n comercial y sobre el cielo de la capital llovieron miles de panfletos animando a la insurrecci¨®n popular contra la dictadura comunista.
El secuestrador salt¨® despu¨¦s en paraca¨ªdas y fue detenido no muy lejos de la ciudad de cuatro millones de habitantes, donde florece de nuevo la rosa de Saik¨®n, una variante de la s¨ªfilis que conocieron los sucesivos reemplazos de marines enviados por las cuatro Administraciones norteamericanas en el poder desde 1960 hasta 1975. Nadie se sum¨® en Ciudad Ho Chi Minh a la revoluci¨®n propuesta por el pirata a¨¦reo porque la metr¨®poli, que hace 132 a?os fue tomada por una flotilla franco-espa?ola, parece m¨¢s interesada en aprovechar las oportunidades ofrecidas por el Partido Comunista de Vietnam en su apertura econ¨®mica iniciada en 1986. Ciudad Ho Chi Minh acaba de inaugurar con ¨¦xito el club Apocalypse Now, los nuevos ricos cenan en el lujoso hotel flotante, los p¨ªcaros y sablistas desvalijan a destajo y en ingl¨¦s, y la privatizaci¨®n se hace notar entre una poblaci¨®n que todav¨ªa vende las cantimploras, las br¨²julas y los calcetines de los norteamericanos.El avi¨®n de las l¨ªneas nacionales, veterano tambi¨¦n de los a?os de la guerra fr¨ªa, despega desde un aeropuerto en el que se escucha m¨²sica anglosajona y sobrevuela el delta del Mekong con un pasaje que lleva en las rodillas tanto peso como en la bodega. "Me dispararon esos de ah¨ª desde un helic¨®ptero", dice un manco de guerra, compa?ero de asiento, se?alando la fotograf¨ªa de un marine rumbo a Somalia en la portada de la revista norteamericana Newsweek. Dos horas y media despu¨¦s, a casi (los mil kil¨®metros, el aparato se acerca dando tumbos al delta del r¨ªo Rojo y aterriza en Hanoi: capital pol¨ªtica de Vietnam y sede del r¨¦gimen integrado por los revolucionarios que en 1954 asaltaron el fort¨ªn franc¨¦s de Dien Bien Phu, en la, frontera con Laos, acabaron con la colonizaci¨®n y participaron despu¨¦s en la guerra contra el Vietnam del Sur.
Corbata y zapatos
"Estados Unidos debiera ayudarnos despu¨¦s de lo que nos hizo sufrir". El inv¨¢lido y su es, posa, que disfruta con la representaci¨®n m¨ªmica que sustituye al imposible di¨¢logo hablado, piensan que las cosas est¨¢n cambiando para mejor. La pareja de veteranos vive en Hanoi, donde gran parte de sus cuatro millones de habitantes viste todav¨ªa camisolas y pantalones militares verde oliva, calza sandalias, se encasqueta los mismos platillos abombados que us¨® la guerrilla en la jungla y apenas, sabe del mundo, inmersa en su lucha por el sustento diario.
El Gobierno, que considera inadecuado el asilvestrado ropero, ha cursado una instrucci¨®n al funcionariado masculino recomendando el empleo de corbata y zapatos en los encuentros profesionales con socios extranjeros. Las diferencias entre esta ciudad, donde el legado m¨¢s apreciado de los sovi¨¦ticos parece ser el caviar, y Ciudad Ho Chi Minh, que en pocos a?os ha superado en casi,10.000 la plantilla de 30.000 prostitutas censadas durante la guerra y se apresta para mayores logros, son notables. El norte y el sur de Vietnam, a pesar de la reunificaci¨®n, acusan diferencias regionales y las huellas de una presencia extranjera prolongada y distinta. En el norte, muchas madres aconsejan a los hijos casaderos no contraer matrimonio con sure?as pues son derrochadoras y poco amigas de la casa.
Los franceses, que ahora regresan en grupos tur¨ªsticos o como inversores que remozan hoteles y viejas mansiones, dividieron Vietnam en tres: dos protectorados y una colonia. En el sur aplicaron el c¨®digo napole¨®nico y el resto del pa¨ªs sigui¨® una legislaci¨®n mixta que inclu¨ªa normas dictadas por los ¨²ltimos emperadores y no era ajena al milenio de soberan¨ªa china. Con la independencia lleg¨® la guerra de bloques: los sovi¨¦ticos en el norte y los norteamericanos en el sur. En el nuevo proceso aperturista, los habitantes de Ciudad Ho Chi Minh llevan ventaja porque hace dos d¨¦cadas esta urbe era fenicia y capitalista.
En uno de los dos mejores hoteles de Hano¨ª, administrado por el Estado, las camareras proponen a los hu¨¦spedes mejores precios si lavan la ropa en casa de unos amigos. "Gano muy poco", afirma la infractora, que se acompa?a del lavandero clandestino. La renta per c¨¢pita en Vietnam ronda las 20.000 pesetas anuales y la mayor¨ªa de sus 67 millones de habitantes, casi todos campesinos, sobreviven con lo elemental, cuando no miserablemente.
El 51% de los ni?os menores de cinco a?os sufren de desnutrici¨®n, seg¨²n datos oficiales; el paro se acerca al 25%, y 132.000 personas se drogan regularmente con opio l¨ªquido. El crecimiento ha sido importante y la inversi¨®n extranjera pierde poco a poco el miedo. Pero a¨²n son enormes las necesidades de esta naci¨®n destruida por la guerra y detenida en el tiempo por el fracasado centralismo comunista.
Arroz y v¨ªdeos
El arroz no falta, sobra desde hace algunos a?os y se exporta masivamente. Sin embargo, la entrada de miles de televisores en color, v¨ªdeos, c¨¢maras fotogr¨¢ficas o frigor¨ªficos gigantes crea nuevas apetencias en hogares sin desag¨¹e y poca agua corriente. Bao Thanh, el extravertido lisiado de guerra, se gana la vida vendiendo fruta y su vivienda, en la que vive con sus dos hijos, no llega a los 15 metros cuadrados y tiene el color del barro seco. Sus compatriotas urbanos habitan, como media, en siete metros de suelo. Sonr¨ªe siempre el amable manco y no parece hombre rencoroso. Ayudado por un vecino m¨¢s versado en lenguas subraya que el cambio de rumbo del partido es bueno. 'La guerra ha pasado y el pa¨ªs es independiente. Pero ahora la gente quiere vivir mejor". No le preocupa la persistente ret¨®rica comunista del r¨¦gimen y su reflexi¨®n al respecto es pr¨¢ctica y recuerda el consejo del antiguo presidente chino Chu En Lai: 'Prestad m¨¢s atenci¨®n a lo que hacemos que a lo que decimos".
Las calles de la capital tomada en 1873 por los franceses, en cuyo hermoso centro urbano se encuentra todav¨ªa la prisi¨®n alambrada que sustituy¨® al hotel Hilton, acusan la incipiente prosperidad y los vecinos son generalmente abiertos y curiosos de los visitantes occidentales. La mayor parte de la mercanc¨ªa expuesta en los escaparates y aceras, donde cientos de desempleados comen cada d¨ªa arreglando pinchazos, es modesta y se dirige al comprador necesitado de perolas, baldes, ruedas, eletrodom¨¦sticos, espejos o ropa.
'Pasar¨¢n m¨¢s de 10 a?os antes de que este pa¨ªs salga adelante", comenta un t¨¦cnico australiano en busca de piso, comensal en el nuevo restaurante chino abierto no muy lejos del parque donde se yergue, respetada todav¨ªa una estatua de Lenin de 10 metros de altura.
metros de altura. El tr¨¢fico rodado, agobiante, es mayoritariamente a pedal pero el parque nacional de ciclomotores supera los dos millones, un 50% comprado de segunda mano a Jap¨®n.El ¨²nico hotel de cuatro estrellas de Hanoi, en cuyos vest¨ªbulos los cubanos ofrec¨ªan esta semana az¨²car por arroz, es el antiguo Metropole franc¨¦s y ha sido totalmente reconstruido con capital de Hong Kong. En sus bajos han establecido oficinas varias compa?¨ªas a¨¦ras, y en su restaurante comen y entretienen el lacerante ocio diplom¨¢ticos y residentes. "En Hanoi nos aburrimos much¨ªsimo. Para no deprimirnos, organizamos cenas entre nosotros. Saig¨®n para nosotros es como Las Vegas", confesaba uno. Tambi¨¦n se hospeda en sus suites la avanzadilla empresarial norteamericana, que ultima proyectos para el momento en que el presidente Bill Clinton levante el embargo econ¨®mico impuesto por Estados Unidos a Vietnam en 1975.
Ejecutivos del Chase Manhattan Bank, American Express, Time-Warner, Coca-Cola o Pepsi-Cola llegan estos d¨ªas a Hanoi en avionetas particulares dando por seguro que el banderazo de salida est¨¢ pr¨®ximo. La Casa Blanca hab¨ªa condicionado el levantamiento de las sanciones a la colaboraci¨®n vietnamita en la b¨²squeda de los aproximadamente 1.500 militares desaparecidos en acci¨®n. Las pistas rastreadas fueron falsas y no se ha hallado ning¨²n sobreviviente.
Grandes diferencias
Ciudad Ho Chi Minh, con m¨¢s vida y un sector de servicios m¨¢s r¨¢pidamente desarrollado que en Hanoi, parece mofarse del credo defendido por el revolucionario comunista que le dio nombre. Pateando El capital de Marx, su renta per c¨¢pita dobla la media nacional, y, de revivir el difunto, posiblemente se tirar¨ªa de sus largas y patriarcales barbas ante los excesos cometidos.
Pero Ho Chi Minh no resucita. Lo hace la antigua Saig¨®n, en lo bueno y en lo malo: en su mayor capacidad de gesti¨®n econ¨®mica y de generaci¨®n, de recursos -aporta un 40% del presupuesto nacional- y tambi¨¦n de corrupci¨®n y paro.
Anuncios luminosos de las corporaciones japonesas cubren esl¨®ganes que llamaron a cerrar filas en la "edificaci¨®n socialista". Chavales de 10 a?os vocean los nombres de peri¨®dicos del mundo occidental, y en un d¨ªa bueno sus comisiones superan el sueldo de un funcionario de cierta categor¨ªa. Uno de ellos, Pham Van Truc, asegura que en esta ciudad nunca logr¨® establecerse una verdadera "transformaci¨®n socialista" y que el peque?o comercio sigui¨® siempre con vida.
Los antiguos todoterreno estadounidenses han sido reconvertidos en turismos y los viejos Renault Dauphin circulan todav¨ªa como taxis en una capital cuyo comercio, calculado en 422 millones de d¨®lares, es 10 veces el de Hanoi.
Duong Ouynh Hoa, antiguo ministro de Salud en un Gobierno clandestino, coincide con una valoraci¨®n que la calle expone d¨ªa y noche: "La gente ¨²nicamente conf¨ªa en el d¨®lar. La juventud no cree en nada. Su meta es hacerse ricos". Objetivo dificil de alcanzar, porque en la ciudad que estrena cuentas corrientes la mitad de los 500.000 parados son j¨®venes sin otra cualificaci¨®n que sus propios sue?os.
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