Indulto interesado
EL PRESIDENTE de Estados Unidos tiene la prerrogativa de indultar a criminales convictos o de impedir que sean enjuiciados presuntos delincuentes. Y as¨ª, en los ¨²ltimos d¨ªas de su mandato, George Bush ha decidido perdonar al ex secretario de Defensa Caspar Weinberger y a otros cinco colaboradores por su posible actuaci¨®n, delictiva en el c¨¦lebre asunto Ir¨¢n-Contra, evit¨¢ndoles de este modo su comparecencia en el juicio por perjurio y obstrucci¨®n a la justicia que deb¨ªa empezar el pr¨®ximo 5 de enero.El asunto no suscitar¨ªa pol¨¦mica si no fuera porque, de pronto, el principal implicado ha resultado ser el propio George Bush, que, al impedir que se celebre el juicio, de paso evita ser llamado a declarar en ¨¦l. Como ha afirmado el jefe de la mayor¨ªa dem¨®crata en el Senado, George Mitchell, este descarado autoindulto supone el "uso impropio de la prerrogativa de gracia presidencial por cuanto contradice el principio de que nadie. est¨¢ por encima de la ley".
El esc¨¢ndalo Ir¨¢n-Contra es un tema complejo. Estados Unidos, en virtud de la Ley de Control de Exportaci¨®n de Armamento y del embargo decretado por la ONU contra Irak e Ir¨¢n, tiene prohibida la venta de armas a estos pa¨ªses. Al mismo tiempo, en 1986, el Congreso prohibi¨® expl¨ªcitamente al Gobierno estadounidense la prestaci¨®n de ayuda financiera a la guerrilla nicarag¨¹ense antisandinista, la Contra. A alguno de los miembros del Gobierno del presidente Reagan le pareci¨® entonces que, vendiendo armas a Teher¨¢n, era posible ganarse la buena voluntad de los sectores m¨¢s moderados del Gobierno iran¨ª (dando por supuesto que tales sectores exist¨ªan), garantizar la liberaci¨®n de los rehenes norteamericanos retenidos en L¨ªbano por las guerrillas integristas controladas desde Ir¨¢n y conseguir fondos para los contras.
Y, de paso, se contrarrestaba la creciente influencia de Mosc¨² en los asuntos iran¨ªes. Un buen r¨¦dito para un, peque?o delito. Pero un semanario liban¨¦s revel¨® el esc¨¢ndalo en 1986, y desde entonces las comisiones del Congreso y el fiscal independiente Lawrence Walsh han buscado y demostrado con bastante precisi¨®n los aspectos delictivos de la trama. La mayor parte de los responsables han sido ahora exculpados por el presidente saliente, Bush. Todos ellos, y en primer lugar Weinberger, han mentido descaradamente, seg¨²n se ha demostrado.
Pero, ?y el propio presidente? Durante todos estos a?os, George Bush (entonces vicepresidente) ha afirmado una y otra vez que, de haber participado en las reuniones en las que se tomaban las decisiones sobre el asunto, cosa que dudaba, no recordaba los detalles espec¨ªficos del mismo, y, sobre todo, que nunca supo que se vend¨ªan armas a Ir¨¢n. Sin embargo, a partir de noviembre de 1986, el presidente empez¨® a llevar un diario sobre las reuniones en las que participaba, alguna de las cuales vers¨® directamente sobre la venta de armas a Ir¨¢n y la entrega de ayuda a la Contra nicarag¨¹ense. El fiscal especial Walsh consigui¨® que Bush le entregara el diario, del que faltaban algunas p¨¢ginas clave, especialmente las referidas a una reuni¨®n de 1986 en la que se trat¨® de la entrega a Ir¨¢n de misiles anticarro a cambio de cinco rehenes.
No sorprende que a Walsh le escandalice el perd¨®n y el anuncio simult¨¢neo de que ser¨¢n hechos p¨²blicos todos los documentos del Irangate. ?Con qu¨¦ objeto?,?Para que, supremo insulto, quede demostrado documentalmente que unos delincuentes quedan injustamente en libertad? Walsh quiere a hora interrogar directamente a Bush, una vez que haya abandonado su cargo el 20 de enero. Si las cosas salen mal y se demuestra que Bush delinqui¨®, ?qui¨¦n le perdonar¨¢ a ¨¦l? No es extra?o que el presidente electo, Bill Clinton, se sienta francamente inc¨®modo.
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