El declive de la rosa
Las torres de KIO, s¨ªmbolo de la crisis
La d¨¦cada rosa ha producido arquitecturas salm¨®n. Durante los pr¨®speros ochenta, la adrenalina financiera levant¨® edificios que pertenec¨ªan por derecho a las p¨¢ginas asalmonadas de los suplementos econ¨®micos. Las torres inclinadas de KIO, en la madrile?a plaza de Castilla, han sido el ¨²ltimo y m¨¢s formidable ejemplo de esa arquitectura del dinero. Cuando, el pasado diciembre, la crisis del grupo kuwait¨ª oblig¨® a interrumpir la construcci¨®n de las torres, la imagen emblem¨¢tica de la obra detenida sirvi¨® para ilustrar su naufragio financiero. Desde ese d¨ªa, las torres, que hab¨ªan simbolizado el pragmatismo neoliberal de la pol¨ªtica madrile?a, pasaron a representar el declive del economicismo agreste que ha hecho de las ciudades junglas urbanas.Premonitoriamente, los arquitectos proyectistas de las torres -Plillip Johnson y John Burgee- se hab¨ªan declarado en quiebra tres meses antes, despu¨¦s de un enconado forcejeo por el control de la firma y sus clientes entre el anciano Johnson y su socio, que condujo a un litigio jur¨ªdico y a la insolvencia posterior. A sus 86 a?os, el rostro mefistof¨¦lico del gran patr¨®n de la arquitectura norteamericana sonre¨ªa desde la p¨¢gina primera de The Wall Street Journal; Philip Johnson, que introdujo en Estados Unidos el estilo internacional en los a?os treinta, lanz¨® el posmoderno a principios de los ochenta con una famosa portada de la revista Time, y apadrin¨® el deconstructivismo con su exposici¨®n del Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1988, situaba por fin su arquitectura en el lugar que hace tiempo le corresponde: en los titulares de la informaci¨®n econ¨®mica.
A semejanza de lo ocurrido con sus clientes en Espa?a, el derrumbamiento de la firma de Johnson ha sido una historia que combina a partes iguales la ambici¨®n y la codicia, el deseo de reconocimiento profesional y la voluntad de poder econ¨®mico. Los lectores de diarios conocen de sobra las intrigas urdidas en torno a las torres de KIO, desde la ¨¦poca de Cartera Central y los albertos hasta el ¨ªnclito Javier de la Rosa, con un reparto de protagonistas que parece un casting panor¨¢mico del dinero caliente de los ¨²ltimos ochenta; pocos sabr¨¢n, sin embargo, que por esos a?os Philip Johnson era el arquitecto m¨¢s influyente y poderoso de Nueva York.
Su oficina facturaba alrededor de 1.500 millones de pesetas anuales, permitiendo a cada uno de los tres socios que entonces la formaban -Jolhnson, Burgee y Ahuja- obtener unos ingresos superiores a los 100 millones de pesetas al a?o; y Philip Johnson ejerc¨ªa, a trav¨¦s del control del MOMA y sus legendarios almuerzos en el restaurante Four Seasons, un poder cultural omn¨ªmodo en la arquitectura de la ciudad. El cr¨ªtico de arquitectura del izquierdista Village Voice, Michael Sorkin, se?alaba en cierta ocasi¨®n que sus cr¨®nicas de Nueva York se estaban transformando en fil¨ªpicas: todos los hilos de la ciudad conduc¨ªan a la mano sagaz del anciano Johnson.
La ¨²nica marioneta que el arquitecto no pudo controlar fue la m¨¢s cercana: su veterano socio John Burgee, que a los 58 a?os pens¨® que hab¨ªa llegado el momento de salir de la inmensa sombra que sobre ¨¦l proyect¨® siempre Johnson, 28 a?os m¨¢s viejo, pero aparentemente inmortal y desde luego injubilable. Burgee, que estaba al frente de la oficina, cambi¨® el nombre de la firma, omitiendo el nombre de Johnson, y prohibi¨® al mismo la entrada en la sala de delineaci¨®n de los proyectos. Todo fue en vano: para conseguir el control de la empresa Burgee tuvo que despedir a Philip Johnson y al tercer socio el arquitecto de origen indio Raj Ahuja, al que un arbitraje concedi¨® una indemnizaci¨®n de 1.400 millones de pesetas. Este mazazo econ¨®mico y la desbandada de los clientes acab¨® con la firma.
Gemelas univitelinas
Es inevitable desear que las ca¨ªdas de Philip Johnson y Javier de la Rosa auguren un punto de inflexi¨®n en la cruel arquitectura que la codicia y el cinismo ha sembrado en nuestras ciudades. En los ochenta, la especulaci¨®n est¨¦tica y la econ¨®mica marcharon de la mano: el enriquecimiento r¨¢pido del pelotazo y la fama instant¨¢nea del impacto, medi¨¢tico poblaron de escualo el mundo cultural y el financiero La arquitectura producto de esa alianza escasamente santa ha sido tosca, vacua o, como en el caso de las torres de KIO, ambas cosas a la vez.Las p¨¢ginas salm¨®n de este diario han glosado suficientemente los pies de barro econ¨®micos de las moles de la plaza de Castilla; quiz¨¢ corresponde a las p¨¢ginas culturales mostrar lo endeble de sus cimientos simb¨®licos. Operaci¨®n tanto m¨¢s necesaria cuanto que sus promotores, despu¨¦s de bautizarlas con el pomposo nombre de Puerta de Europa, sufragaron una costosa campa?a de publicidad que comparaba la construcci¨®n de las torres con la de la torre Eiffel parisiense, estableciendo as¨ª n¨ªtidamente su ambici¨®n de levantar el edificio m¨¢s caracter¨ªstico de la capital de Espa?a.
Al final del paseo de la Castellana, las torres gemelas rematar¨ªan el eje norte-sur de la ciudad conformando una puerta aleg¨®rica en el camino que conduce hacia la Europa de la prosperidad. Su inclinaci¨®n rec¨ªproca es bozar¨ªa el gesto de cierre de ese arco triunfal, cruz¨¢ndose imaginariamente en el espacio como cruzan sus sables los compa?eros castrenses del reci¨¦n casado. Las bodas de Espa?a con Euro pa tendr¨ªan su expresi¨®n feliz en dos torres escoradas que rendir¨ªan homenaje simult¨¢neo a la proeza t¨¦cnica y a la sensibilidad descoyuntada y diagonal de los ¨²ltimos ochenta. Esos prismas inclinados se recortar¨ªan en el perfil de Madrid como un rasgo inconfundible y, olvidadas las pol¨¦micas, ser¨ªan tan admirados y queridos como es hoy la torre Eiffel, otro alarde constructivo incomprendido en su tiempo.
Por desgracia, no se puede descartar que ese sea el veredicto de la historia y la opini¨®n mudable. Mientras tanto, algunos de sus contempor¨¢neos juzgaremos las torres de KIO como unos rascacielos mediocres, producto de la raz¨®n inmobiliaria y la sinraz¨®n urbanas, dise?ados por una oficina corporativa norteamericana como un producto de segundo orden para el consumo de un pa¨ªs perif¨¦rico. Asim¨¦tricos respecto al eje que culminan, rechonchos de proporciones, esquem¨¢ticos en el grafismo banal de la fachada que ya faldea el edificio, convencionales en la soluci¨®n estructural -pese a la ingenua pendiente de los vol¨²menes- y groseramente insertos en la ciudad, estos rascacielos d¨¦ oficinas no resistir¨ªan la mirada de Sullivan, que hace un siglo, cuando comenzaron a surgir en Am¨¦rica, se propuso interpretarlos "bajo el prisma del arte".
Desde la mirada actual, s¨®lo algunos contrastes redimen su presencia. Si las comparamos con su m¨¢s notorio vecino, el edificio de los Juzgados en la misma plaza de Castilla, habr¨¢ que convenir que las torres expresan mejor el anonimato burocr¨¢tico que los Juzgados la dignidad de la instituci¨®n que albergan; si las contrastamos con el ¨²ltimo a?adido navide?o al perfil de la capital, el remate art d¨¦co de las Torres de Col¨®n, tambi¨¦n ser¨¢ necesario reconocer que la geometr¨ªa dislocada de los edificios de KIO tiene una rotunda contemporaneidad que lo distancia del posmoderno ajado de los nuevos tocados colombinos; si, por ¨²ltimo, traemos a colaci¨®n la otra pareja de torres levantada simult¨¢neamente en la Villa Ol¨ªmpica de Barcelona -una de las cuales, dise?ada por el norteamericano Bruce Graham, de SOM, ha quedado tambi¨¦n sin terminar por quiebra de la promotora- de nuevo en este caso deber¨¢ admitirse que las gemelas madrile?as hacen mejor pareja (quiz¨¢ porque son univitelinas) que sus desdichadas cong¨¦neres mediterr¨¢neas.
M¨¢s dif¨ªcil es pensar que las torres de KIO tengan alguna relaci¨®n con Europa, ya que expresan m¨¢s bien la progresiva americanizaci¨®n de las ciudades de nuestro continente. Ese proceso, del cual es Madrid pionera en Espa?a, tiene entre la joven vanguardia arquitect¨®nica numerosos defensores, y a nadie sorprender¨¢ saber que el m¨¢s elocuente de los mismos, el holand¨¦s Rem Koolhaas, considera nuestras torres inclinadas como la obra m¨¢s interesante de la ciudad. Su opini¨®n deber¨ªa haber sido publicada en las p¨¢ginas salm¨®n.
Babelia
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