El S¨¢hara espa?ol
Una de las aportaciones positivas de los sat¨¦lites es la visi¨®n que ofrecen del globo terr¨¢queo en sus fotograf¨ªas a gran altura. Y una de las conclusiones inmediatas que se derivan de la imagen de Espa?a desde el espacio es que es de un color sospechosamente parecido al de la mitad norte de ?frica. Espa?a, salvo la comisa cant¨¢brica, tiene el color del desierto.Sin embargo, esas im¨¢genes no parecen conmover a nuestro gobiernos auton¨®micos. Perdidos en el v¨¦rtigo del corto plazo de mandato, y en la necesidad de una rentabilidad pol¨ªtica inmediata de todas sus gestiones nuestros administradores dejan alegremente degradarse lo que constituye la base de la habitabilidad de nuestra Tierra.
Al fin y al cabo, la protecci¨®n ambiental es tan s¨®lo algo que nos permitir¨¢ seguir habitando el planeta, pero lamentablemente no se traduce en cifras de forma inmediata. En la cultura del dinero r¨¢pido, del expolio de los recursos y del crecimiento ilimitado, fen¨®meno que no se produce en la naturaleza, pero que se sigue ense?ando a los economistas en la Universidad, la protecci¨®n de la base que nos sustenta no se cotiza nada.
Sin embargo, escribo esta carta no sin cierta inquietud, ya que cuando el Estado se ha dedicado a reforestar, casi siempre lo ha hecho con un criterio de explotaci¨®n y no de protecci¨®n, y se ha comportado como una apisonadora, destrozando a su paso valiosos ecosistemas, la vitalidad de la Tierra y la diversidad biol¨®gica.
Luego se extra?an de la sequ¨ªa, y nos dicen que gastemos poca agua. ?Desde cu¨¢ndo se encuentra agua en el desierto? ?Ser¨¢ que la necesitan para los campos de golf?.-
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