El sue?o de Charlie
He vuelto a La Romana despu¨¦s de 17 a?os y lo que era en 1975 el esbozo de un balneario es ahora un gran centro tur¨ªstico, con un hotel de maravilla y residencias de verano milyunanochescas construidas por millonarios dominicanos, norteamericanos, latinoamericanos y europeos a lo largo de una abrupta y quebrada costa en la que, como de milagro, han surgido tambi¨¦n playas de arena.El monte tupido y los fangales infestados de mosquitos de la vasta extensi¨®n encuadrada por los ca?averales, el mar y la empinada sierra son ahora campos de golf, canchas de tenis, piscinas, caballerizas, bungalows, y una carretera impecable ha reemplazado a la trocha que sub¨ªa hasta los Altos de Chav¨®n, donde -inequ¨ªvoca influencia de Disneylandla- se ha construido un simulacro medieval, bajo cuyas almenas y torreones hay galer¨ªas, boutiques, discotecas y restaurantes para todos los sabores y colores. La variedad de idiomas hace del lugar una peque?a torre de Babel y en sus callejuelas artificiales no cabe una aguja.
El sue?o de Charlie Bludhorn se ha hecho realidad. El no est¨¢ aqu¨ª para verlo, pues muri¨®, hace ya varios a?os, en el avi¨®n particular que cada fin de semana lo tra¨ªa desde Nueva York a tomar el sol de La Romana y a supervigilar la provincia dominicana de su imperio, la Gulf & Western, una transnacional de la que lleg¨® a ser due?o apenas veinte a?os despu¨¦s de recalar en los Estados Unidos, sin un centavo en el bolsillo, como inmigrante forzado que hu¨ªa de los nazis. Una vez le o¨ª que hab¨ªa iniciado su fortuna mediante un golpe de audacia ' una compraventa telegr¨¢fica de tabaco que la firma para la que trabajaba en Wall Street no quiso realizar por arriesgada, y que ¨¦l asumi¨® por su cuenta, confiado en su olfato y buena estrella. Le fue bien y alg¨²n tiempo despu¨¦s el conglomerado que presid¨ªa figuraba en el decimos¨¦ptimo lugar de las empresas m¨¢s grandes del mundo.
Cuando lo conoc¨ª se le hab¨ªa metido entre ceja y ceja transformar a La Romana en un complejo tur¨ªstico que compitiera con las Bahamas y Florida y ya hab¨ªa convencido a celebridades como Dino de Laurentis y ?scar de la Renta que se construyeran aqu¨ª sus villas de veraneo, junto a la suya. Por su casa desfilaban directores y actores famosos, y, por ejemplo, una ma?ana yo me di de bruces, en pleno descampado, entre un al garrobo y una ceiba, con una aparici¨®n fulgurante envuelta en sedas, que era Silvana Man gano. Se le hab¨ªa metido, tambi¨¦n, hacer de la Rep¨²blica Dominicana, al igual que el sur d Espa?a en los sesenta, un escenario de pel¨ªculas para Hollywood.
Como Charlie Bludhorn era, entre otras cosas, el due?o de la Paramount Pictures, aquel capricho hubiera podido convertirse en realidad. Pero en esta aventura su olfato y su buena estrella no le sirvieron de gran cosa, pues tuvo la peregrina ocurrencia de iniciar aquella operaci¨®n encargando dirigir una pel¨ªcula a la persona menos preparada en el mundo para hacerlo. Es decir, yo. La historia es tan irreal, y hay en ella tantas dosis de absurdo y de irresponsabilidad, que ni yo, que la viv¨ª y protagonic¨¦, me la creo. Pero juro que fue as¨ª.
Estaba en una pensi¨®n de la Zona Rosa, en M¨¦xico, haciendo un trabajo period¨ªstico, cuando son¨® el tel¨¦fono de mi habitaci¨®n. Era Christian Ferry, un productor de la Paramount, desde Par¨ªs. Me dijo que alguien le hab¨ªa contado el tema de mi novela Pantale¨®n y las visitadoras, en un avi¨®n, a su jefe, y que ¨¦ste hab¨ªa decretado ipso facto que la Paramount adquiriese los derechos y produjera la pel¨ªcula, la misma que -para asegurar un ¨¦xito comparable al de Emmanuelle- deb¨ªa ser dirigida por su autor. Expliqu¨¦ a Christian que yo no sab¨ªa nada de cine, que jam¨¢s hab¨ªa sido capaz de tomar una fotograf¨ªa sin que se me velara y que, por lo tanto, si aceptaba su generosa oferta, el resultado ser¨ªa un horripilante fiasco. ?l me repuso que ¨¦ste era el caso de la inmensa mayor¨ªa de las pel¨ªculas que se hac¨ªan, de tal manera que, en el peor de los extremos, una raya m¨¢s no afear¨ªa a la zebra ni acabar¨ªa con el s¨¦ptimo arte. As¨ª que, por puro esp¨ªritu aventurero, acept¨¦.
La cat¨¢strofe fue menos terrible de lo que pod¨ªa esperarse, gracias a Jos¨¦ Mar¨ªa Guti¨¦rrez, que (a escondidas del patr¨®n de la Paramount) codirigi¨® conmigo Pantale¨®n, contrarrest¨® mis estropicios de cineasta improvisado y se las arregl¨® para que la cinta pudiese al menos ser vista sin que el p¨²blico quemara los cines. Pero para Charles Bludhorn fue un p¨¦simo negocio, acaso el primero de esa serie que determin¨® la declinaci¨®n de su imperio, el que ir¨ªa desintegr¨¢ndose, hasta la desaparici¨®n, incluso, del ingenio, las tierras, los hoteles y el balneario dominicanos, que a mediados de los ochenta fueron vendidos -en verdad, rematados- al grupo cubano-americano al que ahora pertenecen.
Los ocho meses que dur¨® aquel rodaje yo viv¨ª muy ocupado, devorando en las noches manuales de cine que me suministraba Christian Ferry y poniendo en pr¨¢ctica durante el' d¨ªa aquello que hab¨ªa aprendido la v¨ªspera. (De ese atropellado y fugaz aprendizaje s¨®lo recuerdo que el peligro mayor a evitar era "cargarse el eje", equivalente a la "ruptura de sistema" en un poema o a la "interferencia de narrador" en un relato).
Era agotador pero divertid¨ªsimo. Sobrevinieron imponderables. Hubo un cicl¨®n real y otro figurado. El primero se llev¨® los decorados y fue preciso cambiar el gui¨®n sobre la marcha, para justificar los aniegos y las ruinas que de pronto invadieron la pel¨ªcula. El otro cicl¨®n, Katty Jurado, casi acaba con todos nosotros y con el presupuesto de Pantale¨®n. Pidi¨® guardaespaldas, para no ser menos que los jerarcas de la Paramount, un barco, un avi¨®n y un excusado particular. Lo m¨¢s caro y dificil fue esto ¨²ltimo, pues film¨¢bamos en pleno campo. y hubo que mandarlo construir. Cuando nos peleamos del todo, la reemplaz¨® la robusta esposa de un teniente y por eso, en muchas escenas del filme, la protagonista aparece con la cara incomprensiblemente oculta detr¨¢s de una sombrilla.
Se nos ocurri¨® mezclar en el elenco actores dominicanos, mexicanos, peruanos y espa?oles, convencidos de que la variedad de acentos del universo hispanohablante ser¨ªa aceptable para el p¨²blico -algo que ha confirmado el culebr¨®n-, pero como la pel¨ªcula se pos-sincroniz¨® en M¨¦xico y no hab¨ªa presupuesto para movilizar hasta all¨ª sino a Jos¨¦ Sacrist¨¢n, la mayor parte de los personajes terminaron hablando con deje mexicano. Por lo visto, en las noches, mientras yo aprend¨ªa para qu¨¦ se utilizaba un visor y qu¨¦
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era un travelling, ocurr¨ªan a mi alrededor cosas interesant¨ªsimas, de las que s¨®lo me enter¨¦ cuando el director del hotel me hizo llegar una carta de protesta contra mis compa?eros "por la bulla que meten y las excesivas f¨®rnicaciones" (algo as¨ª dec¨ªa). Y deb¨ªa de tener alguna raz¨®n, porque en esos ocho meses hubo embarazos y hasta un aborto en el equipo.
A medio rodaje, un hijo de Charlie Bludhorn, adolescente y t¨ªmido, descubri¨® en las p¨¢ginas de Playboy una deslumbrante mujer. Su padre exigi¨® que figurase en la pel¨ªcula en rol estelar. Se interrumpi¨® la filmaci¨®n, hasta que los cazadores de Charlie dieran con aquel portento. Fue localizada en Miami. El avi¨®n personal de Bludhorn parti¨® a buscarla. Ella lleg¨® a La Romana, muda y pasmada, como figurina de un cuento de hadas. Era una ni?a colombiana lind¨ªsima, s¨ª, pero diminuta y filiforme, a la que las artes del fot¨®grafo hab¨ªan multiplicado. Estaba interna en un colegio y hab¨ªa posado para Playboy a ocultas de la directora. La perspectiva de conquistar Hollywood la seduc¨ªa, pero ?y si se enteraban sus pap¨¢s? La devolvimos al internado, sin contemplaciones.
, Adem¨¢s de aquel joven apocado, Bludhorn ten¨ªa una hija, Dominique, una chiquilla de 14 a?os, viv¨ªsima como una ardilla. Ahora me entero que, a la muerte de su padre y luego del desmembramiento y p¨¦rdida de sus empresas, ella sigui¨® viniendo y trabajando aqu¨ª, en Altos de Chav¨®n, hasta ver materializado aquel proyecto que era la ni?a de sus ojos (le su progenitor. Y que Dominique Bludhorn est¨¢ a punto de convertirse en una ciudadana de este pa¨ªs, pues se va a casar -?carambolas!- con el secretario general del Partido Revolucionario Dominicano.
Es verdad que los tiempos han cambiado mucho tambi¨¦n en el aspecto ideol¨®gico en esta regi¨®n. En 1975 la Gulf & Western era odiada por el PRD y por sectores pol¨ªticos del centro y la derecha moderada, a las que la presencia de una transnacional tan poderosa les parec¨ªa una amenaza para la soberan¨ªa del pa¨ªs, un riesgo de avasallamiento neocolonial. Ahora, en cambio, las inversiones extranjeras son solicitadas de manera entusiasta por todo el espectro pol¨ªtico, y los empresarios espa?oles que est¨¢n invirtiendo masivamente en proyectos tur¨ªsticos en Puerto Plata, Punta Canas, Barahona, laBah¨ªa de Saman¨¢ y Santo Domingo son recibidos a diestra y siniestra con todos los honores. El mism¨ªsimo Juan Bosch, l¨ªder del PLD (Partido de la Liberaci¨®n Dominicana), lleg¨® a proponer en la ¨²ltima campa?a electoral la privatizaci¨®n de todas las tierras que a¨²n pertenecen al Estado, y que son muchas (las antiguas posesiones del General¨ªsimo Trujillo).
La pobreza es todav¨ªa en el pa¨ªs muy extendida y miles de dominicanos siguen desafiando cada a?o los tiburones y los remolinos del Caribe, tratando de llegar en embarcaciones de fortuna a Puerto Rico, para pasar luego a los Estados Unidos, donde vive, por lo menos, la d¨¦cima parte de la poblaci¨®n. Pero los s¨ªntomas de que las cosas comienzan a mejorar son flagrantes. El turismo ha pasado a ser la primera fuente de divisas, por encima de las remesas de los expatriados y el az¨²car, y el desarrollo de la infraestructura es notable, a simple vista. Est¨¢ controlada la inflaci¨®n -luego de un dur¨ªsimo ajuste- y el crecimiento este a?o ha sido alto: cerca de un 7%. El pluralismo funciona, mal que mal, no hay violencia pol¨ªtica y la libertad de prensa es irrestricta.
Lo extraordinario es que dos octogenarios -Juan Bosch y Joaqu¨ªn Balaguer- sigan dominando la vida pol¨ªtica del pa¨ªs, ¨¦ste desde el poder y aqu¨¦l en la -oposici¨®n, exactamente como cuando yo hac¨ªa mis primeras (y ¨²ltimas) armas de director de cine, en La Romana, hace diecisiete a?os. El presidente tiene ochenta y seis a?os y est¨¢ ciego, pero no ha cambiado mucho desde que lo entrevist¨¦, hace varias d¨¦cadas, para la Radio-Televisi¨®n Francesa. Es astuto, peque?ito, y de huesos fr¨¢giles, decimon¨®nico, suave, aterciopelado. Cuando me arrastran a su despacho, acaba de despachar, de un plumazo, a la mitad de su gabinete, y hay una efervescencia period¨ªstica al respecto y enjambres de pol¨ªticos y gacetilleros por todo el Palacio. Pero se dir¨ªa que a ¨¦l s¨®lo le interesan la historia y la literatura. Tambi¨¦n la geograf¨ªa, pues me da la impresi¨®n de que se emociona evocando los paisajes de la Bah¨ªa de Saman¨¢ y del Cabo Franc¨¦s. De pronto, sin que venga a cuento, me habla de un empresario que, veinte a?os atr¨¢s, se empecin¨® en convertir a la Rep¨²blica Dominicana en un emporio tur¨ªstico, algo que ya va siendo realidad. "Era una rareza dentro de la especie capitalista" dice, "porque le gustaba fantasear. Se llamaba Bludhorn". Mario Vargas Llosa 1993. Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas, reservados a Diario EL PA?S, SA, 1993.
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