Un esquimal en Jamaica
De peque?o quer¨ªa que, al morir, me enterrasen envuelto en una bandera blanca. Pens¨¦ que a mi hijo le llamar¨ªa Pirri, y si ten¨ªa una hija, Amancia. A diferencia de cul¨¦, uno no nace madridista. Se hace. ?C¨®mo no ser cul¨¦, siendo catal¨¢n, barcelon¨¦s? ?Anatema, sacrilegio! Peor: traici¨®n. De ni?o los lunes, al entrar en clase, un coro bilioso y enloquecido, me gritaba: "?El Madrites una mierda?" (bis). Comulgu¨¦ con la situaci¨®n: todos los ¨¢rbitros eran sistem¨¢ticamente comprados por el Madrit, y cuando perd¨ªa era porque aquellos se hab¨ªan equivocado y el Madrit (bis) era una mierda. Descubr¨ª que Franco en persona jugaba camuflado en las filas del Real Madrid. ?Seria Fluskas con peluca? Todav¨ªa hoy hablo con ni?os de cinco a 20 a?os y veo que sueltan el rollo aprendido de sus pap¨¢s, que estos aprendieron de sus yayos: el Madrit ganaba porque Franco era del Madrit. Bajo la tromba del fanatismo la realidad no existe. Algo s¨ª es cierto: el Real Madrid es tan s¨®lo un gran club y el Barca es m¨¢s que un club. El Bar?a es un Estado. El Bar?a es la multinacional del delirio. Tres cadenas de televisi¨®n a su servicio, varios peri¨®dicos deportivos, incontables emisoras de radio.Una V¨ªrgen ilumina sus partidos clave y su destino, el honor de una naci¨®n depende del equipo. Si siendo de aqu¨ª no se es cul¨¦ se es sospechoso de todo. ?C¨®mo convencer a alguien que ser del Madrit aqu¨ª no tiene nada que ver con lo facha, sino todo lo opuesto? Es ir en contra de lo-que-se-tiene-que-ser.- No me gustan ni las V¨ªrgenes ni los Estados, ni los pueblos-v¨ªctima que acaban sinti¨¦ndose iluminados y, a veces, haciendo limpiezas ¨¦tnicas. Cr¨¦anme: ser madridista en Barcelona, sobre todo si uno se siente muy barcelon¨¦s -esa es mi maldici¨®n- es como ser cerdo en Vic durante la matanza, como ser iraqu¨ª en Wyoming, esquimal en Jamaica, indio amazonio en Alaska. Es un mal viaje de l¨¢udano cruzado con whisky DYC, un suicidio mental, una Misa Solemnis masoquista. Viv¨ª 10 a?os en Madrid, y s¨¦ que el odio es mutuo, pero no proporcional. Aqu¨ª se odia m¨¢s. He visto a la afici¨®n cul¨¦ y a la masa social feliz tras lograr una copa. Pero la he visto fuera de s¨ª, satisfecha hasta lo demon¨ªaco, cuando el Milan apaliz¨® al Real. S¨¦ de colegios que cerraron vanas horas para celebrarlo. Por mi parte, la noche de luto blaugrana en Sevilla con el Steaua sent¨ª congoja, lo reconozco. Era excesivo incluso para -el Bar?a. Es este un tema desquiciado en esencia. Mis mejores amigos son cul¨¦s, mi mam¨¢ y mis vecinos son cul¨¦s, mi hija de cuatro a?os es cul¨¦ y, pese a que llam¨¢ndose Amala Garc¨ªa Arregui debiera ser txuriurdin donostiarra, grita "¨ªFor?a Bar?a!" en pleno telediario, seg¨²n creo, inducida por las senyoretes de su cole. ?Qu¨¦ hago? ?Cu¨¢l es el precio que debo pagar por estar fuera de la l¨®gica, fuera de juego?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.