Garz¨®n no puede imponer su ley
El juez confes¨® su pasi¨®n azulgrana el mismo d¨ªa que Cruyff se traicion¨® a s¨ª mismo
Apareci¨® el juez Garz¨®n rodeado por sus guardaespaldas y pas¨® como un cohete por la Recepci¨®n. El proceso fue sumar¨ªsimo: "?Qu¨¦?, ?c¨®mo vamos a jugar?", interrog¨® severo. Le respondi¨® el principal encausado, Cruyff. "Como sabemos". Fue perjurio. Sucedi¨® el viernes por la noche, en el hotel del Barcelona, durante la cena de la plantilla azulgrana. Al d¨ªa siguiente, ayer, Garz¨®n desayun¨® con Alexanco, se agarr¨® al brazo de Josep Llu¨ªs N¨²?ez hijo y se fueron los tres a la residencia de toxic¨®manos Proyecto Hombre de Navalcarnero. A Garz¨®n, azote de narcos y terroristas, s¨®lo le falt¨® vestirse de corto y marcar a Zamorano en el Bernab¨¦u. Vana ilusi¨®n. Esta vez el superjuez no pudo imponer su ley.
Al lado del fervor azulgrana del juez m¨¢s famoso de la democracia, el acento catal¨¢n de Fernando Vizca¨ªno Casas, cronista del posfranquismo, desprendi¨® cierta herrumbre. Vizca¨ªno Casas tambi¨¦n se pas¨® por el hotel del Barcelona: ?casualidad o acaso Vizca¨ªno Casas profesa una secreta afici¨®n cul¨¦? El encuentro fue breve y no hubo manera de extraer un par de gotas azulgrana al escritor valenciano, quien, pese a todo, se lanz¨® con algunas frases en la lengua de Espriu:. "MI madre era catalana, no lo olvide, y yo viv¨ª en el bar lo de Gracia durante unos a?os". "?Cu¨¢ndo?", interrog¨® un incr¨¦dulo. "Cuando Barcelona era m¨¢s civilizada", cerr¨® en un arrebato con ¨®xido tardofranquista.Por el hotel del Barcelona pasaron buena parte de sus seguidores residentes en Madrid y la mayor¨ªa de los que se atrevieron -a viajar a la capital. Por unas horas salieron de las trincheras unos y otros y lucieron la bufanda sin temor al estacazo ultrasur. No estuvieron todos los que son, pero s¨ª son todos los que estuvieron. Por la improvisada, oficina de Rodolfo Peris, el veterano delegado azulgrana, pasaron a recoger sus entradas el hijo de Juan Antonio Samaranch, presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional, y Miguel Reina, el ex portero del Barcelona y el Atl¨¦tico de Madrid.
Tambi¨¦n aparecieron otros, como Rafael Carrasco, ex director deportivo del grupo Kelme, y los pol¨ªticos Jaume Sobrequ¨¦s (PSC), Francesc Baltasar (Iniciativa per Catalunya), Jaume Camps (Convergencia i Uni¨®) y Enrique Lacalle (Partido Popular).
Por estar estuvo hasta un curioso personaje cuya presencia encantar¨¢ a los rastreadores de sobornos y maletines con primas a terceros: N¨¦stor Barrone, el argentino que disfrut¨® junto a Maradona los a?os que ¨¦ste pas¨® en Barcelona y al que relacionaron con el turbio asunto de la prima a los jugadores del Tenerife. No falt¨® nadie, pero la estrella fue el juez Baltasar Garz¨®n.
De Garz¨®n se conoc¨ªa su querencia por las capeas, el futbol sala, el karate y las serenatas estudiantiles. Ayer se uni¨® a la lista, por fin, su debilidad azulgrana. Escogi¨® mal d¨ªa para el anuncio. El magistrado que meti¨® entre rejas a Amedo, que desenmascar¨® a los GAL, que proces¨® a Santi Potros, que instruy¨® el sumario de Yoyes, que tir¨® adelante el caso Muguruza y que puso cerco al narcotr¨¢fico no pudo con el manual de Floro.
Tampoco pudo Cruyff. Ya son dos las cosas que les unen: la citada impotencia y la presidencia compartida de un comit¨¦ que pretende organizar un partido ben¨¦fico contra la droga. El t¨¦cnico barcelonista se volvi¨® conservador en el hotel y dibuj¨® un equipo especulador. Olvid¨® que su Bar?a s¨®lo sabe jugar al ataque y perdi¨®. El plan se urdi¨® en una de las habitaciones del hotel, mientras Garz¨®n visitaba a los toxic¨®manos en Navalcarnero.
El signo del Buitre
La cosa fue m¨¢s o menos as¨ª: Toni Bruins, el ayudante de Cruyff, propuso un equipo m¨¢s defensivo; Carles Rexach, el segundo entrenador, apoy¨® el esquema habitual (defensa desnutrida y apuesta total por el ataque). Triunf¨® -el primero. "En Madrid siempre hemos hecho buenos partidos, pero hemos perdido. Esta vez vamos a ser menos generosos", dijo Cruyff.
Se equivoc¨®. No cont¨® con el conjuro de Butrague?o. En el hotel del Madrid, en ese mismo instante, El Buitre cruz¨® su cara con dos dedos, arriba y abajo, como si pretendiera aplicarse las pinturas de guerra indias. Ese gesto, imperceptible para todos los presentes, excepto para un amigo ¨ªntimo del delantero, fue el de las grandes remontadas del Bernab¨¦u, el secreto hechizo de sus grandes noches.
Por all¨ª corr¨ªan Mendoza y grupos de seguidores. Tem¨ªan lo peor. Tambi¨¦n se equivocaron. El Madrid comenz¨® a ganar el partido cuando Butrague?o se dibuj¨® el signo de la guerra.
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