Una nueva ONU
NADA M?S llegar a la Casa Blanca, el presidente Clinton ha nombrado como delegada en la ONU a la embajadora Madeleine Albright, otorg¨¢ndole a la vez la condici¨®n de miembro del Gobierno. Aunque no es la primera vez que tal cosa ocurre, la iniciativa resulta coherente con el papel que se espera de la ONU en el momento actual. Para poder cumplir ese papel en un mundo cada vez m¨¢s inestable, con numerosos focos b¨¦licos y conflictos potenciales, es precisa una reforma seria de sus estructuras. A este respecto, Clinton ha expresado, por boca del secretario de Estado, Warren Christopher, su deseo de que Alemania y Jap¨®n se integren como miembros permanentes en el Consejo de Seguridad. Es un punto esencial que Christopher coment¨® diciendo: "Creo que ya es hora de reorganizar la estructura de las Naciones Unidas para adecuarla a las nuevas realidades". Declaraci¨®n sensata, que supone un respaldo de la nueva Administraci¨®n a las palabras pronunciadas ante la Asamblea General por los ministros de Exteriores de esos dos pa¨ªses.Sin embargo, por ahora s¨®lo se trata de opiniones y palabras. No est¨¢n en marcha medidas concretas para reformar la ONU, y ello es l¨®gico porque el problema reviste una complejidad extraordinaria. No es la menor dificultad el que toda reforma de la carta deber¨¢ contar con el voto de los dos tercios de los miembros de la organizaci¨®n. En dicha carta hay una desigualdad constitucional, en cierto modo admitida como inevitable: los 178 miembros, por el hecho de serlo, delegan en los 15 miembros del Consejo de Seguridad el poder ¨²nico de tomar medidas operativas que pueden ir hasta el empleo de la fuerza. La Asamblea (en la que figuran todos los miembros) s¨®lo puede votar recomendaciones que no son obligatorias. Este mismo hecho hace de la composici¨®n del Consejo de Seguridad un tema decisivo. Hoy figuran en ¨¦l cinco miembros permanentes con derecho de veto, que son los principales vencedores de la II Guerra Mundial. Si en 1945 ello era l¨®gico, actualmente no refleja la realidad internacional, en la que Jap¨®n y Alemania desempe?an un papel de primer rango. Pero ?bastar¨ªa con agregar esos dos pa¨ªses a los cinco que ya tienen derecho de veto? Tal propuesta ser¨ªa inviable porque aumentar¨ªa el predominio, a la hora de la toma de decisiones, de los pa¨ªses europeos y de los pa¨ªses m¨¢s ricos. La universalidad de la ONU es su cualidad esencial, y ser¨ªa suicida amenazarla.
Entre los planes del secretario general, Butros Gali, figura el de no limitar la ampliaci¨®n del Consejo a Jap¨®n y Alemania, sino agregar grandes pa¨ªses del Tercer Mundo como Brasil, la India y Nigeria otras voces agregan Egipto, para que no falte un pa¨ªs del mundo ¨¢rabe. Con tal hip¨®tesis tendr¨ªamos un Consejo de 21 miembros, 11 de ellos permanentes y con derecho de veto. Cabe dudar que, en tales condiciones, el Consejo pudiese funcionar con la suficiente operatividad para tomar las medidas urgentes que suelen exigir las situaciones conflictivas. Es f¨¢cil ir por el camino de aumentar la representatividad; pero si se reduce la operatividad del Consejo, ya hoy en tantos casos insuficiente, el resultado puede ser negativo. Anular el derecho de veto ser¨ªa un paso sensato, pero chocar¨ªa con negativas insalvables.
En todo caso, el inicio de la presidencia de Clinton es un buen momento para adelantar la preparaci¨®n de la reforma de la Organizaci¨®n.
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