?Bill, no intentes hacerlo solo!
Quiz¨¢ nunca en la historia de Estados Unidos haya habido una transferencia de poderes presidenciales como ¨¦sta, que tiene lugar justo en medio de un cambio de ¨¦poca. Nunca con anterioridad los programas de los presidentes entrante y saliente han estado unidos uno a otro de forma tan espectacular y, al mismo tiempo, destinados obvIamente a separarse uno de otro. Porque, aunque la renovaci¨®n y la reforma no excluyen la continuidad, la situaci¨®n inmediata exige un cambio.Bill Clinton hereda una Am¨¦rica que tendr¨¢ que encontrar un nuevo lugar en el mundo. Pero Am¨¦rica todav¨ªa se encuentra cargada con los m¨¦todos y forma de pensar del pasado. Una prueba igualmente apremiante de esto (aunque en formas muy diferentes) nos llega de Somalia, de la ex Yugoslavia y de los ¨²ltimos acontecimientos de la crisis iraqu¨ª. Pero no existe una situaci¨®n de tensi¨®n en el mundo que no precise hoy un enfoque diferente de la l¨®gica del pasado.
Las decisiones adoptadas por George Bush, por muy valientes que fueran a veces, estaban dictadas muy a menudo por el car¨¢cter de una fase de transici¨®n; las viejas normas de la guerra fr¨ªa segu¨ªan en vigor en lugar de ser reemplazadas por un nuevo c¨®digo pol¨ªtico correspondiente a la nueva situaci¨®n mundial. Era y es necesario responder al Irak de Sa dam Husein con la debida severidad. Y eso se hizo. La operaci¨®n en Somalia era algo que hab¨ªa que hacer. Y no es cuesti¨®n de casualidad que Clinton haya apoyado expl¨ªcitamente las ¨²ltimas actuaciones del presidente saliente, a Fin de resaltar la continuidad de la pol¨ªtica exterior americana. Y resulta tan importante y positivo que Bush viniera a Mosc¨² a firmar el tratado START-2 con la bendici¨®n incondicional del futuro presidente. Pero s¨®lo una nueva pol¨ªtica exterior tendr¨¢ futuro.
El mundo tendr¨¢ cada vez menor necesidad de una Am¨¦rica que adopta el papel de una fuerza pol¨ªtica internacional, y necesitar¨¢ cada vez m¨¢s instituciones internacionales que act¨²en sobre la base de un mandato colectivo y seg¨²n las normas establecidas conjuntamente. Estoy convencido de que Am¨¦rica tambi¨¦n necesita este tipo de acuerdo, y no s¨®lo debido a sus problemas internos. Que las responsabilidades se dividan entre todos los miembros de la comunidad internacional beneficia a los intereses pol¨ªticos y econ¨®micos de Am¨¦rica.
El presidente Clinton demostrar¨¢ su sabidur¨ªa si es capaz de utilizar la influencia americana para conseguir este tipo de transformaci¨®n de las relaciones internacionales y aumentar significativamente el papel de las Naciones Unidas. Es obvio que esto reducir¨ªa la independencia de acci¨®n de la que muchos creen que Estados Unidos goza ahora. Pero es necesario aceptar de una forma responsable la tutela de una instituci¨®n m¨¢s grande que funciona bajo un sistema de consenso. Incluso tendr¨ªa algunas ventajas, entre ellas, el reforzamiento de la estabilidad internacional, la reducci¨®n de las zonas de tensi¨®n y una seguridad m¨¢s extendida. Todas estas cosas figuran en los intereses b¨¢sicos de Estados Unidos.
Todav¨ªa queda mucho por hacer. La primera prioridad es ampliar el n¨²mero de miembros permanentes del Consejo de Seguridad para encajar la nueva realidad. Deber¨ªa reconocerse totalmente la talla internacional de Alemania, Jap¨®n e India, as¨ª como es necesario considerar cuidadosamente las aspiraciones y posturas de otras naciones.
En segundo lugar, hay que prestar atenci¨®n a la cuesti¨®n de proporcionar a la ONU el poder y la fuerza necesarios para llevar a cabo las funciones se?aladas en sus estatutos; esas funciones incluyen no s¨®lo la prevenci¨®n de las violaciones del derecho internacional y los derechos humanos sino tambi¨¦n la represi¨®n de tales violaciones.
A este respecto, el episodio actual en el que est¨¢ envuelto Sadam Husein resulta muy instructivo. No hay duda de que su conducta es una provocaci¨®n descarada y de que la comunidad internacional deber¨ªa condenarla y oponerse a ella tajantemente. Pero la escalada de operaciones militares de forma unilateral y precipitada llevadas a cabo por una o dos naciones sin contar con un consenso internacional total no puede resolver el problema. Por el contrario, provoca el riesgo de que haya un aumento en las tensiones y sospechas existentes entre los miembros de la coalici¨®n anti-Sadam que se form¨® en la ONU al comienzo de la crisis en el Golfo, y, desde luego, eso parece que est¨¢ ocurriendo.
Tambi¨¦n resulta muy obvio -como muchos se?alan justificadamente- que las sanciones y las contramedidas no se aplican de forma uniforme a los violadores de las resoluciones de la ONU; s¨®lo hay que ver la insuficiencia de las iniciativas referidas a las fuerzas contendientes en la guerra en la ex Yugoslavia.
Bill Clinton no puede resolver estos problemas por s¨ª solo. Estoy seguro de que no cree que pueda hacerlo. Ser¨¢ un gran presidente si sabe c¨®mo guiar a Am¨¦rica para llegar a ser una fuerza destacada y creadora de un orden mundial basado en el consenso. Y Estados Unidos -que ser¨¢ un elemento esencial de tal orden mundial- no puede convertirlo en realidad sin ayuda.
Mija¨ªl Gorbachov fue el ¨²ltimo presidente de la URSS.
Copyright La Stampa, 1993.
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