Hern¨¢ndez Pijuan expone 'espacios de silencio'
El Museo Nacional Reina Sof¨ªa muestra un centenar de obras del pintor catal¨¢n
El Museo Nacional Reina Sof¨ªa inaugur¨® ayer la exposici¨®n Hern¨¢ndez Pijuan. Espacios de silencio, 1972-1992. En la planta cuarta se han situado un centenar de obras sobre lienzo y papel realizadas en los ¨²ltimos 20 a?os. La comisaria, Elvira Maluquer, ha dise?ado siete apartados para dar una visi¨®n de la evoluci¨®n art¨ªstica del pintor. "Me interesa recoger las peque?as cosas que el paisaje me produce, como las vibraciones de la luz o un breve movimiento del aire, m¨¢s que ese golpe o choque emocional que produce el encuentro con un paisaje desconocido", ha declarado el artista sobre su muestra, que permanecer¨¢ abierta hasta el 5 de abril.
Con m¨¢s de 100 obras se presenta esta retrospectiva de los ¨²ltimos 20 a?os de Joan Hern¨¢ndez Pijuan (Barcelona, 1931), el cual, adem¨¢s de haber merecido un justo reconocimiento por su dilatada e interesante trayectoria art¨ªstica -su primera exposici¨®n individual data de hace casi 40 a?os-, ha desempe?ado una importante labor docente -escuelas de bellas artes de San Jordi y Eina-, as¨ª como una no menos relevante funci¨®n asesora -Fundaci¨®n Joan Mir¨® y Fundaci¨®n de La Caixa- Por lo dem¨¢s, premio Nacional de Artes Pl¨¢sticas en 1981, llega ahora al MNCARS como quien arriba a un lugar familiar, pues no en balde hace bien poco fue el encargado del montaje de su pol¨¦mica colecci¨®n.Aunque la exposici¨®n actual renuncia a exhibir la primera mitad de la trayectoria pict¨®rica de Hern¨¢ndez Pijuan -y yo casi dir¨ªa que sus tres cuartas partes, puesto que, si bien arranca de 1972, el ¨¦nfasis cuantitativo y cualitativo est¨¢ puesto en lo m¨¢s reciente-, lo mostrado no s¨®lo nos aproxima a la madurez del artista, sino que tambi¨¦n permite un fondeamiento en los pilares de su sensibilidad y en la dial¨¦ctica en la que se articula su lenguaje, incluso a ojos de quien no conozca poco o nada de su evoluci¨®n. Con todo, no estoy seguro de si estas visiones selectivamente parciales son las que corresponde hacer a los museos nacionales, donde la informaci¨®n objetiva y la reflexi¨®n hist¨®rica deben primar sobre otras consideraciones est¨¦ticas, aunque resulten m¨¢s sugerentes y agradecidas.
Por otra parte, dar la informaci¨®n objetiva que permita la correspondiente reflexi¨®n hist¨®rica no implica renunciar al sentido cr¨ªtico m¨¢s cuidadosamente selectivo, pues resulta dif¨ªcil de creer que un artista que ha madurado con esplendor carezca de antecedentes representativos y atrayentes que as¨ª lo anuncien desde sus mismos comienzos. Por si fuera poco, existen otras plataformas -galer¨ªas, fundaciones, kunsthalle, etc¨¦tera- que pueden implicarse en esta labor promocional complementaria, pero diferente.
Sea como sea, estos 20 a?os ¨²ltimos de la obra de Pijuan abarcados en la presente muestra no dejan de ser ilustrativos, como antes apunt¨¦. Nos ilustran, por ejemplo, en primer lugar, acerca del progresivo ensimismamiento pict¨®rico de su autor, que en el t¨ªtulo de la convocatoria se rotula con el t¨¦rmino de "espacio de silencio", una obsesi¨®n recurrente a lo largo de todo el arte contempor¨¢neo, poes¨ªa incluida, pues al silencio ya apelaba el mism¨ªsimo Mallarm¨¦ entendi¨¦ndolo como el bucle donde se consuma toda experiencia creadora, donde el final se junta con el principio.
Paisaje
Con el referente de fondo del paisaje, las dos d¨¦cadas de Hern¨¢ndez Pijuan significativamente parecen bascular en relaci¨®n a dos vanguardistas hist¨®ricos, Paul Klee y Malevich, ya que se deja traslucir a trav¨¦s de la vuelta que a ¨¦l hicieron los pintores minimalistas. Pienso que la simple cita de estos dos artistas orientar¨¢ al lector, no ya s¨®lo respecto a los elementos estil¨ªsticos y las tendencias est¨¦ticas que ahorman la obra de Hern¨¢ndez Pijuan, sino, sobre todo, al tipo de din¨¢mica que anima su motor creativo personal.Ci?¨¦ndonos a esto ¨²ltimo, es como si reconoci¨¦semos en la intimidad sensible a Pijuan la presencia antiest¨¦tica de lo expresivo y lo m¨ªstico, lo subjetivo y lo transubjetivo, lo temporal y lo intemporal; en definitiva: la ambivalente reacci¨®n de afirmarse y negarse a la vez, pero no s¨®lo como la personalidad concreta que es, sino como reflexi¨®n cr¨ªtica que pone en cuesti¨®n lo bueno y lo malo que es el manifestarse cualquiera como tal.
En este sentido, resulta curioso c¨®mo el recorrido de la exposici¨®n se organiza por una sucesi¨®n de contraposiciones' en todos los ¨®rdenes, una contraposici¨®n que, yendo directamente hasta el fondo, sin temer lo que ello pudiera implicar de f¨®rmula brutal, dicho as¨ª sin ambages, enfrenta lo impuro y lo puro. A veces,, la tensi¨®n dial¨¦ctica se hace tan dram¨¢ticamente basculante que en medio de esta tajante sucesi¨®n claroscurista afloran erupciones disonantes que restallan con s¨²bita violencia. En esos momentos -la verdad que escasos y puntuales- es cuando s¨²bitamente surgen, por ejemplo, esos rosas empastados y brillantes, de impertinente y espesa sensualidad al estilo de Fontana, que le dejan a uno entre desconcertado y estupefacto. Moderado y controlado de condici¨®n, yo creo que Hern¨¢ndez Pijuan exagera hasta el exceso la precauci¨®n y, por culpa de la ansiedad, dilapida a veces ese poder eruptivo que emerge de la intimidad de manera incontrolada, un poder ciertamente peligrosamente autodestructor en lo que a uno le puede dejar en la m¨¢s dolorosa evidencia, pero tambi¨¦n lo mejor del arte ha brotado siempre de estos excesos, porque, como dijo el poeta, "all¨ª donde est¨¢ el peligro se halla lo que rescata".
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