Ira impaciencia y urnas
Por poco y pasan desapercibidos en Estados Unidos y en Europa, pero los acontecimientos de las ¨²ltimas semanas en Am¨¦rica Latina pueden marcar un hito en la evoluci¨®n futura del continente. La asonada fallida en Venezuela, as¨ª como los resultados electorales de los comicios departamentales y municipales de aquel pa¨ªs y el refer¨¦ndum sobre la ley de privatizaciones celebrado en Uruguay el pasado 13 de diciembre, ponen al descubierto tendencias profundas inscritas en el devenir de la regi¨®n. La precariedad de la democracia representativa, la irrupci¨®n de las multitudes urbanas empobrecidas en el escenario electoral y el incipiente rechazo a la deriva neoliberal son los sellos distintivos de dichos acontecimientos.Sigue la mata dando en Venezuela. En la confusi¨®n t¨ªpica de una coyuntura de esta ¨ªndole es dif¨ªcil determinar a ciencia cierta la correlaci¨®n de fuerzas en el seno de las Fuerzas Armadas y a nivel popular. No obstante, dos hechos destacan por su importancia y aparente car¨¢cter irrefutable. En primer t¨¦rmino, las instituciones castrenses se encuentran seriamente divididas, desde el punto de vista ideol¨®gico, generacional e incluso regional. La tercera no es siempre la vencida, pero s¨ª parec¨ªa casi inevitable que algo semejante volviera a ocurrir despu¨¦s del fracasado golpe de febrero, la naturaleza ineluctable de una nueva repetici¨®n se antoja ahora casi fat¨ªdica. Existen ya demasiados intereses creados a favor de alg¨²n tipo de ruptura institucional para que varios sectores militares venezolanos se abstengan de lograr un desenlace m¨¢s favorable a sus ambiciones y a sus inclinaciones ideol¨®gicas.
En segundo lugar, el car¨¢cter tambaleante -como se le ha llamado- de la democracia venezolana puede convertirse en un rasgo irreversible en el mediano plazo. Conviene subrayar dos cosas al respecto: la primera es que resulta pr¨¢cticamente imposible imponerle una salida econ¨®mica a la crisis. El descontento popular que se ha convertido en el caldo de cultivo de los intentos de golpe se ha generado a pesar de un supuesto ¨¦xito de la pol¨ªtica econ¨®mica del r¨¦gimen de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez: un crecimiento del PIB de casi un 9% este a?o (el m¨¢s alto de Am¨¦rica Latina), tina estabilidad del tipo de cambio aceptable, una inflaci¨®n, controlada a nivel macroecon¨®mico. Dif¨ªcilmente se puede contemplar una mejora en estas variables dentro del esquema actual, cualquiera que sea la validez o pertinencia de estos agregados y promedios en sociedades profundamente desiguales. Pero cambiar de esquema no es viable para el r¨¦gimen. Sus ¨²nicos apoyos son justamente los sectores que m¨¢s simpatizan con y se benefician de la pol¨ªtica econ¨®mica actual: el empresariado y la comunidad financiera internacional.
El segundo punto es que la fragilidad democr¨¢tica venezolana tiene un origen preciso, que si bien antecede a todos los reg¨ªmenes democr¨¢ticos actuales del continente, se reprodujo en buena medida en muchos casos. El famoso pacto de Punto Fijo de 1959 sent¨® las bases de la continuidad democr¨¢tica ulterior, pero tambi¨¦n de la exclusi¨®n de amplias capas de la poblaci¨®n venezolana del sistema pol¨ªtico. Para que fructificara una transici¨®n democr¨¢tica despu¨¦s de la ca¨ªda de P¨¦rez Jim¨¦nez era necesario encauzarla dentro de l¨ªmites precisos y estrechos. As¨ª han sido las transiciones en otros pa¨ªses: Chile, Argentina, Uruguay y El Salvador, por lo menos. Mientras alcanzaba el dinero para repartirlo a todos, la exclusi¨®n, la corrupci¨®n y la diminuta base del sistema en su conjunto no importaba tanto, aunque sembraba las semillas de la desigualdad futura. Cuando se acabaron los recursos, comenzaron los problemas.
Pero como la democracia representativa subsiste y si surte un efecto real -por mucho que le pese a los ap¨®logos actuales, mexicanos y cubanos, de los sistemas autoritarios duros o blandos- el descontento motivado por la exclusi¨®n, la desigualdad y la pobreza se expresa de m¨²ltiples maneras. Unas son aterradoras: la simpat¨ªa y el apoyo abierto al fundamentalismo bolivariano de Hugo Ch¨¢vez y sus huestes. Otras son alentadoras, pero ahuyentan sin duda al sector privado y a las clases medias: el ¨¦xito electoral de fuerzas de izquierda, como Causa Radical en Venezuela, el Partido de los Trabajadores de Brasil y el Frente Amplio en Uruguay, entre otros.
La poblaci¨®n venezolana s¨ª fue a votar pocos d¨ªas despu¨¦s de la asonada, pero no vot¨® como lo ha hecho desde 1959. El tradicional bipartidismo venezolano, anteriormente ya en crisis, se esfum¨®: un partido obrerista, de izquierda y hasta cierto punto radical (de all¨ª su nombre) gan¨® la alcald¨ªa de Caracas (ya el MAS en votaciones recientes hab¨ªa logrado importantes avances en las zonas urbanas). Antes hab¨ªa conquistado la de Puerto Ordaz, una ciudad industrial importante, pero su triunfo en esta ocasi¨®n tiene claros visos premonitorios. Las masas urbanas marginadas, devastadas por las pol¨ªticas econ¨®micas de Carlos Andr¨¦s, votaron con su rabia y hast¨ªo.
Impusieron en Venezuela la misma tendencia que se ha visto en el resto de Am¨¦rica Latina: la emergencia de la expresi¨®n electoral y municipal de la gran novedad latinoamericana de los ¨²ltimos a?os, a saber, la espeluznante y abrumadora pobreza urbana. De all¨ª el dilema por venir del continente: si se mantienen las instituciones de la democracia representativa, los sistemas pol¨ªticos tendr¨¢n que dar cabida a sectores que representan ya a la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n del hemisferio: los pobres de las ciudades, de los hacinamientos y muladares que pueblan las cinturas de sus urbes. Si no, surge la tentaci¨®n y el fantasma del golpe. La alternativa venezolana es diab¨®lica, mas no sorprendente.
Pero no s¨®lo se trata de elegir a dirigentes populares, como Arist¨®bulo Isturiz, el nuevo alcalde de Caracas, que encabezan partidos in¨¦ditos. La conjunci¨®n del funcionamiento adecuado -aunque por supuesto no perfecto- de reg¨ªmenes democratizados y de la puesta en pr¨¢ctica de estrategias econ¨®micas poco eficaces en el corto plazo puede desembocar en una mezcla explosiva. Sobre todo en lo tocante a aquel aspecto m¨¢s cuestionable, sensible y opaco de los nuevos esquemas econ¨®micos: la privatizaci¨®n de empresas p¨²blicas. Lo verdaderamente extra?o del refer¨¦ndum uruguayo del 13 de diciembre, en el cual los habitantes de la Rep¨²blica Oriental votaron en un 71% por derogar una ley que le hubiera permitido al Gobierno de Alberto Lacalle privatizar buena parte de las empresas paraestatales de la naci¨®n, es que no sucedi¨® antes ni en otro pa¨ªs.
Pocos ingredientes del paquete neoliberal se prestan tanto a la corrupci¨®n, al escepticismo y el exceso como las privatizaciones. Es indudable que un buen numero de industrias y servicios en Am¨¦rica Latina, que pasaron a manos del Estado, ya no deben permanecer en ellas. Pero es igualmente cierto que en muchos casos los argumentos que se utilizan para justificar la venta -a remate, o a buen precio- de una empresa p¨²blica son poco pertinentes, falsos o escasamente convincentes. La falta de transparencia o las sospechas en tomo a ventas, como la de las l¨ªneas a¨¦reas VASP o Aerol¨ªneas Argentinas, o algunos bancos en M¨¦xico, as¨ª como la nula mejor¨ªa en el servicio que brindan otras entidades privatizadas, crea desconfianza. Cuando ¨¦sta cunde y el tema es sometido a la votaci¨®n de la ciudadan¨ªa, suele oponerse. De no ser por el gobierno por decreto en Argentina o el ancestral autoritarismo en M¨¦xico, sin duda hubiera sucedido algo por el estilo en ambos pa¨ªses.
Siempre se dijo que las pol¨ªticas del conservadurismo rampl¨®n, radical y reaganiano s¨®lo prosperar¨ªan en Am¨¦rica Latina si resultaban capaces de aportarle beneficios tangibles a las mayor¨ªas en un plazo breve, aunque no inmediato. En muchos casos, el plazo se prolonga y los beneficios siguen brillando por su ausencia. Sin democracia, no importar¨ªa; con ella, la inoperancia se castiga. El mejor argumento a favor de las nuevas estrategias en Am¨¦rica Latina fue sin duda el fracaso de los esquemas anteriores; ahora ese mismo razonamiento se revierte contra los adalides del libre mercado a ultranza. Ojal¨¢ que la ira de la impaciencia se canalice a las urnas, como en Caracas y Montevideo, y no a los cuarteles, como tambi¨¦n sucedi¨® en Caracas y como puede acontecer en cualquier otra parte.
Jorge G. Casta?eda es profesor de Relaciones Intemacionales de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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