De los yates a los pucheros

Miles de lujosos yates permanecen anclados en los muelles de Zadar. Pero nadie se ha hecho a la mar con ellos desde hace tres a?os. Decenas de miles de refugiados los contemplan boquiabiertos. Los hoteles que albergaron a los ricos turistas alemanes sirven ahora de albergue de penas. Mujeres campesinas, ni?os sin escuela y ancianos sin rumbo deambulan a todas horas por los vest¨ªbulos y por las plazas tratando de olvidar su tragedia.Largas colas de gentes sin hogar se forman todas las ma?anas junto a la plaza mayor de Zadar en busca de la raci¨®n de comida que reparten las organizaciones humanitarias, mientras los oficiales de Unprofor, con sus inmaculados uniformes, contemplan impert¨¦rritos las protestas y los empujones. "Es imprescindible pensar que la guerra no existe. De lo contrario, resultar¨ªa insufrible vivir. Por eso los ancianos juegan a la petanca o las mujeres cargan pucheros de comida a todas las horas del d¨ªa. S¨®lo la actividad nos permite olvidar". Es el testimonio de Jasmina, una oficinista de Zadar, y madre de dos ni?os de 12 y 9 a?os, que resume as¨ª el sentimiento de una ciudad de 100.000 habitantes que s¨®lo desea salir a la calle y sentir que la guerra no existe.