Mar¨ªa Zilic regresa a un pueblo fantasma
Los combates impiden a miles de refugiados croatas reconstruir sus hogares en Krajina
ENVIADO ESPECIAL Mar¨ªa Zilic naci¨® en 1928, a los 10, a?os del nacimiento del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, lo que luego fue Yugoslavia De ni?a, vivi¨® los horrores de la II Guerra Mundial bajo los italianos y convivi¨® despu¨¦s en paz con sus vecinos serbios durante 46 a?os. Pero eso ya es recuerdo. En septiembre de 1991, Murvica, un pueblo de 1.200 habitantes cercano a Zadar, estall¨® en llamas. Ahora, no queda piedra sobre piedra, y pese a que la reciente ofensiva croata ha reconquistado la localidad, esta anciana y su marido, Ivor, han tardado en volver.
La proximidad de los combates y la miseria econ¨®mica impiden, de momento, cualquier reconstrucci¨®n. Es el drama de decenas de miles de refugiados huidos de la Krajina. Mar¨ªa vive con su marido desde hace a?o y medio en un albergue de Zadar, junto al mar, gracias a la ayuda del Gobierno croata y de las organizaciones humanitarias. Viste de riguroso negro, a la antigua usanza, y esboza una triste sonrisa cuando habla de sus hijos: "Uno era polic¨ªa y ha sido movilizado, el otro hace tiempo que perdi¨® su empleo".Mar¨ªa est¨¢ inquieta porque va a poder regresar a su casa, o mejor dicho, a las ruinas de su casa, despu¨¦s de a?o y medio de a?oranza. Tras pasar varios controles militares, Murvica aparece como un simulacro de pueblo, una localidad fantasma con m¨¢s de 200 casas destruidas. Parece mentira, pero durante 45, a?os el 85% de croatas y el 15% de serbios de Murvica convivieron en paz. "Sin ning¨²n problema. Nunca tuve e? m¨¢s m¨ªnimo roce", se?ala Ivor, marido de Mar¨ªa.
Con una dignidad encomiable, Mar¨ªa recorre la que fue su casa mientras muestra una vajilla hecha a?icos o los retorcidos alambres que recuerdan lo que un d¨ªa fue una modesta granja. "Se lo llevaron todo", a?ade, "el tractor, los muebles, los animales. Todo se lo llevaron". Con las manos cruzadas, esta mujer croata expresa su desolaci¨®n. "No imaginaba tanta des-, trucci¨®n". A pesar de todo, se muestra animosa. "Empezar¨ªamos hoy mismo de nuevo, pero resulta imposible hacerlo sin recursos, sin dinero, sin nada".
A unos centenares de metros de la que fuera la vivienda de dos plantas de los Zilic, la iglesia de Murvica revela que fue uno de los blancos preferidos de los serbios en septiembre de 199 1. "Al destruir nuestras iglesias los serbios nos golpean en el coraz¨®n", hab¨ªa manifestado Zelimir Puljic, el obispo cat¨®lico de Dubrovnik, durante el asedio de este bell¨ªsimo puerto adri¨¢tico. Ahora, la capilla de San Pascual de Murvica es un estercolero con las paredes tiroteadas.
Los ni?os de la escuelaMar¨ªa Zilic se santigua y quiz¨¢s su esp¨ªritu de devota cat¨®lica se sobrecoge m¨¢s al limpiar los cascotes del altar que al contemplar las ruinas de lo que fuera su propio dormitorio. Pero la anciana agita m¨¢s, los brazos y lanza los mayores gritos al cielo junto a la sencilla escuela con jard¨ªn de Murvica. Las pintadas provocadoras dejadas all¨ª por los serbios han sustituido a los mapas escolares o a los ingenuos dibujos infantiles. Ya no quedan ni?os en un pueblo fantasma, donde lo ¨²nico que se mueve es una bandera croata sobre un paisaje de desolaci¨®n. Mar¨ªa Zilic lirripi¨® esta escuela durante 14 a?os mientras su marido Ivor trabajaba en un cercano almac¨¦n.
Mientras los cercanos disparos de artiller¨ªa rompen el silencio fantasmal de Murvica, los ni?os de la escuela, los fieles de la iglesia o los ganaderos de las granjas suenan como a leyenda inventada. Da la impresi¨®n de que aqu¨ª, al pie de las majestuosas monta?as de Krajina, la vida nunca existi¨®.
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