La actitud biling¨¹e
Contradicciones y paradojas forman parte de la realidad. Siempre han formado parte, pero en los tiempos que corren (ni claros ni oscuros: los tiempos, los nuestros), cuando nos hemos quedado sin esquemas un¨ªvocos ni m¨¦todos precisos de conocimiento, se dir¨ªa que el fen¨®meno se ha acentuado, y ello en los planos m¨¢s diversos. Un buen ejemplo lo constituye la reciente marejada en torno a la cooficialidad del idioma ingl¨¦s en Puerto Rico, que ha suscitado opiniones variopintas y ha allegado contradicciones y puntos de vista sorprendentes. Los hechos son conocidos: en 1991, el Gobierno puertorrique?o proclam¨® al espa?ol ¨²nica lengua oficial del Estado Libre Asociado. Ahora, una nueva mayor¨ªa parlamentaria, con un nuevo gobernador al frente, ha revocado aquella decisi¨®n.Aqu¨ª, en Espa?a, donde no hace a¨²n dos a?os se premi¨® al pueblo de Puerto Rico con el Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras por su fidelidad al idioma castellano, han brotado enseguida actitudes emocionales de solidaridad con quienes desean mantener-esa oficialidad exclusiva, aunque no han faltado posiciones m¨¢s templadas. All¨ª, en la isla, independentistas y moderados (es decir, partidarios de mantener el actual statu quo) se han manifestado contra el colonialismo ling¨¹¨ªstico norteamericano, del que el gobernador Rosell¨®, defensor de la plena integraci¨®n de Puerto Rico en la Uni¨®n, es, seg¨²n ellos, el abanderado. En la pol¨¦mica ha terciado, y a favor, curiosamente, de las posiciones espa?olistas, el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, quien se ha manifestado contra la cooficialidad del ingl¨¦s en nombre de las culturas d¨¦biles amenazadas, esto es, la catalana frente a la francesa y la espa?ola.El honorable es coherente, aunque esta instrumentalizaci¨®n de las lenguas no deja de suscitar perplejidades.. El espa?ol de Puerto Rico, s¨ª; el de Catalu?a, menos. Peligroso defensor de su idioma el que les ha salido a los puertorrique?os. Y quede claro que soy de quienes creen que la lengua castellana no corre peligro en Catalu?a porque la realidad puede mucho m¨¢s que las pr¨¢cticas de Gobierno alguno. Pero algunas cuestiones socioling¨¹¨ªsticas suscitan reflexiones de cierto calado. Por ejemplo, la de que el espa?ol, la presunta lengua colonial de Catalu?a, es, sin embargo, tambi¨¦n la lengua de la emigraci¨®n, de los charnegos. O el hecho incontrovertible de que Catalu?a viene siendo biling¨¹e desde el siglo XV. Ninguno de estos dos elementos, aclaro, tienen por qu¨¦ representar obst¨¢culo alguno a la preservaci¨®n y potenciaci¨®n del catal¨¢n, que juzgo leg¨ªtima y necesaria, ero s¨ª deben ser considerados.
Los m¨¢s consecuentes en todo este asunto son los independentistas puertorrique?os, que, sin embargo, en t¨¦rminos electorales, no pasan de constituir una minor¨ªa irrelevante. Pero quienes desean mantener en Puerto Rico la actual situaci¨®n pol¨ªtica y a la vez defienden la exclusiva oficialidad del espa?ol -¨¦sta fue la posici¨®n del anterior gobernador- no me parecen congruentes. Estados Unidos sostiene la econom¨ªa de Puerto Rico en niveles impensables en otra situaci¨®n y que colocan a la isla en posici¨®n privilegiada dentro de la econom¨ªa del Caribe. Es normal, pues, que en las presentes circunstancias el ingl¨¦s sea oficial en Puerto Rico. Lo contrario no es aceptable. Tampoco lo era la proscripci¨®n del espa?ol que la Administraci¨®n norteamericana intent¨® llevar a cabo hasta que debi¨® desistir del empe?o a la vista de la inutilidad de sus medidas.Por otra parte, resulta poco coherente que se haya aplaudido aqu¨ª, en Espa?a, el exclusivismo oficial del castellano en Puerto Rico: un mal ejemplo para los nacionalismos peninsulares, que pueden reivindicar esa exclusiva idiom¨¢tica para las lenguas propias de sus territorios. Porque, claro, es inadmisible que lo m¨ªo valga y lo de los otros no. Y ah¨ª est¨¢ Pujol para demostrarlo haciendo de la situaci¨®n del espa?ol en Puerto Rico una met¨¢fora para ilustrar la situaci¨®n del catal¨¢n.
Irracionalidad y manipulaci¨®n se suman con resultados poco halag¨¹e?os. A veces tambi¨¦n se a?ade la ignorancia, como la del gobernador Rosell¨® cuando dice que el ingl¨¦s es la lengua del futuro: la actual expansi¨®n del espa?ol en Estados Unidos desde los territorios mexicanos que aquellos expoliaron en el siglo XIX puede convertir, de aqu¨ª a cincuenta a?os, la naci¨®n de los wasps en un territorio biling¨¹e. Digo que puede convertir; a lo mejor me equivoco y la situaci¨®n de diglo sia que el castellano padece all¨ª acaba con ¨¦l, o lo deja reducido a niveles poco significativos, aun que no lo creo. Pero me gusta esa perspectiva biling¨¹e: para Estados Unidos y para lo que no es Estados Unidos. El biling¨¹ismo me parece uno de los medios m¨¢s hermosos con que contamos para sajar el tumor del naciona lismo. Ni "lengua compa?era de imperio", como quer¨ªa Nebrija y sus apologetas de hoy repiten conmovidos, ni lengua como signo de identidad nacional, ni ninguna otra equivalencia semejante, que, al final, se desemboca en la exaltaci¨®n de los Rh negativos, el tama?o y las formas de los ce rebros, todos eso sin olvidar la gastronom¨ªa (?ah, los inefables quesos de los chovinistas franceses!) es decir, en el racismo: ¨¦ste constituye el fundamento inelu dible de todo nacionalismo que se precie, y debemos agradecerle al se?or Arzalluz su reciente sinceridad al respecto.
Hay que apostar por el biling¨¹ismo, como hay que apostar por el mestizaje. El lenguaje, las lenguas, son un instrumento de comunicaci¨®n y de expresi¨®n, no la revelaci¨®n del esp¨ªritu nacional y del alma del pueblo, el volkgeist del romanticismo. El ¨²nico esp¨ªritu que se revela en las lenguas es el de la creaci¨®n art¨ªstica, y ¨¦sta, en sus expresiones m¨¢ximas, posee un signo inevitablemente individual, desde Homero a Pessoa. Pero ni siquiera entonces permanece unida de modo necesario al Idioma en que fue plasmada: he aqu¨ª otra herencia del romanticismo. Quiero decir que la traducci¨®n es perfectamente posible, tanto de la prosa como del verso. Don Quijote, Shakespeare y, naturalmente, la Biblia (?la Biblia!)han sido le¨ªdos por millones de lectores en lenguas distintas del original. Le¨ªdos y gozados. Y eso es as¨ª porque existen otras estructuras mentales y culturales, de signo simb¨®lico, que exceden las superestructuras que en definitiva son las lenguas, al margen de sus resonancias afectivas y cordiales. Es m¨¢s: una de las pruebas de fuego de las grandes obras la representa,su capacidad para salvar la barrera de la traducci¨®n. Los versos de los poetas mayores del siglo (y hablo de la poes¨ªa por ser el g¨¦nero habitualmente considerado como intraducible) han circulado -han vivido- fuera de las matrices ling¨¹¨ªsticas originarias sin que su emoci¨®n est¨¦tica y su poder de revelaci¨®n del mundo hayan sufrido mengua sustantiva. A veces incluso han mediado varias traducciones: fue el caso de Tagore, que escrib¨ªa en bengal¨ª y se traduc¨ªa, ¨¦l mismo, al ingl¨¦s, de donde ha sido vertido a todas las restantes lenguas cultas. Cuando no ha ocurrido que los escritores, poetas o no, hayan simultaneado dos lenguas, como Beckett, Nabokov o el espa?ol Juan Larrea.El paradigma de la gran literatura merece ser atendido. Lo dem¨¢s significa ceder a la irracionalidad, plegarse a la miseria mental, exaltar el campanario oscuro y provinciano. El triling¨¹ismo (catal¨¢n, castellano, ingl¨¦s) de los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona fue en este sentido ejemplar. Pero, por ahora, con el biling¨¹ismo basta; m¨¢s que con el biling¨¹ismo con lo que yo llamar¨ªa la actitud biling¨¹e, que est¨¢ cargada de apertura al otro, de solidaridad, de trascendencia humana.
M Garc¨ªa-Posada es cr¨ªtico literario.
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