La supervivencia en el hielo
La extrema dureza de la Ant¨¢rtida pone a prueba los l¨ªmites de la resistencia humana
Sir Ranulph Fiennes y el doctor Michael Stroud, de vuelta ya en Londres, despu¨¦s de realizar la primera traves¨ªa en solitario por el continente ant¨¢rtico, completar¨¢n ahora una investigaci¨®n m¨¦dica sobre los efectos de las condiciones extremas sobre el cuerpo humano. En este nuevo r¨¦cord mundial hay que resaltar el adjetivo extremo. Los exploradores han recorrido m¨¢s de 2. 100 kil¨®metros de un continente que constituye la d¨¦cima parte de la superficie de la Tierra y que est¨¢ cubierto de hielo en m¨¢s de un 98%, con temperaturas que pueden alcanzar los 890 bajo cero.
La Ant¨¢rtida contiene el 90% del hielo de todo el mundo y es el continente m¨¢s remoto, m¨¢s elevado, m¨¢s fr¨ªo y m¨¢s seco. El primer n¨²cleo urbano importante est¨¢ a unos 1.500 kil¨®metros de distancia [ en el extremo sur de cono latinoamericano] continente y la temperatura m¨¢s baja que se ha registrado jam¨¢s sobre la Tierra se dio all¨ª: 89 grados bajo cero.Ventiscas de m¨¢s de 300 kil¨®metros por hora arrasan una mon¨®tona extensi¨®n de hielo blanco, convirti¨¦ndola en el laboratorio m¨¦dico m¨¢s inh¨®spito del mundo. Pero la investigaci¨®n sobre las reacciones humanas bajo estas condiciones tiene muchas aplicaciones.
En 1968, antes de que nadie pusiera el pie en la Luna, a la NASA ya le interesaban los resultados de estas investigaciones para sus misiones espaciales de larga duraci¨®n. En 1978, la agencia aeroespacial patrocin¨® el primer congreso sobre La experiencia humana en la Ant¨¢rtida: aplicaciones para la vida en el espacio, y las valiosas lecciones aprendidas por los exploradores polares se utilizan para preparar a la gente para aventuras en otros remotos lugares por ejemplo, un viaje a Marte
Camisa de fuerza
Cuando Richard Byrd, un explorador estadounidense, fue a la Ant¨¢rtida en los a?os veinte, se llev¨® con ¨¦l una docena de camisas de fuerza y un par de ata¨²des. Aunque muchas de las razones por las que los primeros exploradores sufr¨ªan ataques de locura, como la carencia de vitamina A, ahora se corrigen sin problemas, el aislamiento que imponen las condiciones del polo sigue siendo excepcional.
No s¨®lo es imposible ir o venir de la Ant¨¢rtida en invierno, que dura nueve meses en el continente, en permanente oscuridad, con s¨®lo dos o tres horas de penumbra, sino que hasta las comunicaciones por radio pueden verse interrumpidas por las condiciones atmosf¨¦ricas.
Las tres causas m¨¢s directas del estr¨¦s son el aislamiento, la monoton¨ªa y la ausencia de aficiones o intereses. Cuando uno se somete a esa tensi¨®n, existe un riesgo permanente de sufrir graves trastornos psicol¨®gicos; en los a?os cincuenta, el gu¨ªa de una expedici¨®n inform¨® de un hombre que padec¨ªa una depresi¨®n: amenaz¨® con suicidarse, pero un compa?ero supo tratarlo de una manera muy prosaica. "Mira, colega", le dijo, "he puesto ah¨ª arriba, en ese bid¨®n de petr¨®leo, un rev¨®lver del 45 cargado. Anda y suic¨ªdate. Pero por si se te ocurre dispararle a otro, o si fallas tu primer tiro, recuerda que yo tengo aqu¨ª un 303 cargado".
En un entorno en el que la gente no puede ser relevada una vez comenzado el invierno, la selecci¨®n adecuada del personal se convierte en una cuesti¨®n de vida o muerte. Justo despu¨¦s de la II Guerra Mundial, en una base estadounidense en la Ant¨¢rtida, un hombre sufri¨® una grave psicosis y hubo tuvo que vigilarle constantemente durante meses, hasta que acab¨® el invierno. Desde entonces, una de las prioridades es la selecci¨®n del personal que se destina al polo sur.
Hombres arriesgados
Uno de los primeros en hacer frente a los problemas de selecci¨®n fue sir Ernest Shackleton, cuya soluci¨®n, en 1913, fue un disuasorio anuncio en un peri¨®dico: "Se buscan hombres para viaje arriesgado... Salario bajo, fr¨ªo extremo, largos meses de completa oscuridad.. Sin garant¨ªas de regreso..." Recibi¨® 5.000 solicitudes para 28 puestos. ?Una demostraci¨®n del arrojo brit¨¢nico o el estado del mercado laboral?
Las investigaciones indican que la personalidad id¨®nea para sobrevivir a las condiciones de la Ant¨¢rtida difiere en muchos aspectos de la que m¨¢s probabilidades tiene de prosperar en una sociedad convencional. Por ejemplo, las sofisticadas cortes¨ªas sociales dejan de tener sentido. El continente se convierte en un refugio para las personas t¨¦cnicamente competentes y sin mucho don de gentes; parece que los que mejor encajan son los introvertidos y reservados.
Esto concuerda con la observaci¨®n de que, en los campos de concentraci¨®n nazis, los retra¨ªdos y t¨ªmidos se adaptaban mejor que los prisioneros m¨¢s sociables a esas condiciones de vida tan an¨®malas.
Hoy, gracias a las modernas t¨¦cnicas psicol¨®gicas de selecci¨®n de personal, los campamentos polares no han vuelto a sufrir las desafortunadas experiencias de los a?os cincuenta.
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