Todos y ninguno
Lleva raz¨®n Garc¨ªa Calvo en su art¨ªculo Raz¨®n del crimen (22 de febrero 1993). Tal y como apareci¨®, mi comentario sobre el crimen de Alc¨¤sser parec¨ªa una defensa de la caridad cristiana. Como suele suceder en las redacciones de los peri¨®dicos, con la mejor voluntad del mundo el art¨ªculo hab¨ªa sido abreviado para incluirlo en otra secci¨®n, y quedaba reducido a una trivialidad. Mi intenci¨®n hab¨ªa sido, por el contrario, relacionar la emergencia del Individuo-Bestia con la emergencia de Naciones-Bestia, precisamente porque la satanizaci¨®n no afecta s¨®lo a los individuos. Un buen ejemplo de ello es la actual satanizaci¨®n de los Serbios, convertidos en asesinos, violadores y can¨ªbales (siempre que no jueguen al tenis), por parte de lo que acertadamente Garc¨ªa Calvo llama Medios de Formaci¨®n de Masas. Y esa satanizaci¨®n es independiente de que en verdad algunos bestias que hacen de serbios (?c¨®mo se puede "ser" Serbio?) hayan asesinado, violado o devorado a sus semejantes.Pero supongamos que lo que apareci¨® en mi columna es todo lo que en ella estaba escrito. Supongamos que, en efecto, se defendiera all¨ª la existencia de una Administraci¨®n de Justicia, una cualquiera, aunque s¨®lo sea para impedir el linchamiento de los detenidos; entre ellos, un d¨¦bil mental (o sea, un tonto) a quien la polic¨ªa consider¨® sumamente interesante, ya que no encontraba nada mejor. ?Desmiente ello que los asesinos, violadores o can¨ªbales sean producidos por el estado de cosas al que Garc¨ªa Calvo llama desarrollo? No. Estamos de acuerdo: cada sociedad crea sus propios enemigos.
La satanizaci¨®n del enemigo es independiente de sus fechor¨ªas. Es una construcci¨®n que obedece a las leyes de toda producci¨®n simb¨®lica. Dicho de un modo m¨¢s claro: los enemigos son productos art¨ªsticos, como los amigos. Garc¨ªa Calvo da una lista de algunas obras de arte actuales: "Las bandas neofascistas, las reatas de drogotas, las sectas de fan¨¢ticos del vud¨² o del heavy rock". Todas y cada una de esas cosas (pues son objetos) han sido construidas como esculturas tot¨¦micas, y puestas a la venta. No de otro modo fueron dise?ados el Ario de la Alemania nazi o el Vasco de Sabino Arana. Que unos se dediquen a subir montes y otros a pegar a las viejas, es indiferente. Son productos mercantiles, como los autos o las televisiones, y su supervivencia depende de la cantidad de gente que los necesite y que los compre.
?Habr¨ªan, los pieles rojas, dejado acampar en sus proximidades y construir sus granjas a los rostros p¨¢lidos, de haber sido ¨¦stos menos aficionados a la limpieza ¨¦tnica? ?Ten¨ªan autonom¨ªa, fuera de su relaci¨®n con el enemigo? Nunca lo sabremos; su destino est¨¢ unido por una mutua destrucci¨®n: s¨®lo podemos se?alar a los que perdieron la guerra, y manifestarles una simpat¨ªa hip¨®crita. Existen porque fueron destruidos. Lo mismo puede decirse de las restantes culturas americanas precolombinas. Sabemos, gracias a los cronistas, que ten¨ªan organizada su propia maquinaria de destrucci¨®n (es decir, su propia Administraci¨®n de Justicia), pero la nuestra fue m¨¢s eficaz, y de ellos s¨®lo conocemos su papel de v¨ªctimas; siempre ignoraremos c¨®mo hubieran sido en tanto que verdugos.
Tambi¨¦n nosotros estamos decididamente unidos, los unos como v¨ªctimas, los otros como verdugos, en nuestra propia sociedad del desarrollo, por utilizar las palabras de Garc¨ªa Calvo. Y son lo mismo quienes compran autom¨®viles, miran concursos en la televisi¨®n y tienen un seguro de vida, que quienes roban reci¨¦n nacidos para com¨¦rselos vivos. Como dice Garc¨ªa Calvo, "no hay lobos, no hay caos exterior que amenace al Orden". Todos componemos ese Orden. Ninguna pieza es in¨²til y cada una de las piezas, creyendo tirar para un lado, en realidad ayuda a las restantes piezas para tirar siempre en la misma direcci¨®n. Esa direcci¨®n suele llamarse mercado".
Un ciudadano puede creer, por ejemplo, que hace "el bien" acudiendo a una manifestaci¨®n en protesta por alguna guerra, socorriendo a un enfermo, o defendiendo a un paup¨¦rrimo. Garc¨ªa Calvo ha demostrado en sus libros que ese tal es un c¨®mplice de la polic¨ªa, los bancos, el ej¨¦rcito y la televisi¨®n. Porque se necesitan los unos a los otros, como los pieles rojas y los rostros p¨¢lidos, y no hay televisi¨®n sin manifestaci¨®n, o polic¨ªa sin paup¨¦rrimos, o bancos sin enfermos (de miedo). De ah¨ª que Garc¨ªa Calvo escriba: "Son personas como usted, se?ora, los que asesinan" porque, desde el punto de vista absoluto, es lo mismo el asesino que su v¨ªctima. Su necesidad mutua les hace indistinguibles. Y no s¨®lo ellos; todos somos necesarios para cada asesinato, porque todos lo compramos por v¨ªa directa o indirecta.
Sin embargo, Garc¨ªa Calvo ha publicado su art¨ªculo en un Medio de Formaci¨®n de Masas, y yo le contesto desde ese mismo medio. ?Somos tan perversos como para colaborar en el asesinato de las ni?as de Alc¨¤sser? En cierto modo, s¨ª. Nuestros art¨ªculos prolongan el asesinato, aumentan la lista de beneficios que el asesinato ha producido. Miles de personas han ganado dinero, est¨¢n ganando dinero, y ganar¨¢n dinero, gracias a esos asesinatos. No s¨®lo las abominables figuras de la televisi¨®n, cuyo aspecto produce rechazo s¨®lo porque son visibles. Hay muchas otras figuras que viven de esos asesinatos en la oscuridad de sus despachos y domicilios, en la opacidad de sus documentos y protocolos, en la festividad de sus congresos internacionales. Por ejemplo, ?todos los que hemos escrito en los diarios somos c¨®mplices del crimen? S¨ª.
Entonces, ?por qu¨¦ colaborar en la matanza? ?Por qu¨¦ a?adir, con nuestro art¨ªculo, un nuevo eslab¨®n a la cadena de la Administraci¨®n que "produce los compradores de autos para nada y ordenadores para nada, etc¨¦tera", que culmina en "los asesinatos para nada"? El silencio, ?ser¨ªa menos c¨®mplice? Aquellos que se retiran a la caba?a del bosque ?son menos c¨®mplices? Seg¨²n Garc¨ªa Calvo, no. Todos, incluido el protagonista del rechazo, son c¨®mplices. Y de nada sirve no escribir en los diarios, porque el que no escribe en los diarios, pero los lee, es como si los estuviera escribiendo. Y si no los lee, peor, porque entonces se convierte en el correlato negativo del diario. Es el enemigo total, y como tal, es el suicida Kirilov de Los demonios de Dostoievski, gemelo del tirano, pero m¨¢s perverso porque ni siquiera act¨²a. S¨®lo da ¨®rdenes paranoicas desde su soledad inm¨®vil.
As¨ª pues, si sabemos que todos somos c¨®mplices, ya que todos constituimos la Administraci¨®n de Justicia en tanto que orden y producci¨®n de obras de arte, y que por esa misma raz¨®n da lo mismo escribir en un diario que no hacerlo, leerlo que no leerlo, violar que no violar, descuartizar que no descuartizar, ?c¨®mo puede uno colocarse (pues ha de ser s¨®lo una cuesti¨®n de posici¨®n en el orden o en el c¨ªrculo hermen¨¦utico) para poder ver algo? Pero uno no puede colocarse a s¨ª mismo. Ya est¨¢ colocado en cuanto es "uno mismo". Y en este punto Garc¨ªa Calvo concluye su escrito de un modo, para m¨ª, misterioso, incomprensible. Dice lo siguiente: "As¨ª que, con eso que le quede de pueblo por debajo de su persona, cuando le d¨¦ a usted por horrorizarse con sus vecinos y clamar por los destripadores de ni?as y los cr¨ªmenes trist¨ªsimos, vaya orient¨¢ndose
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