Una lacra
EL N?MERO de denuncias por malos tratos a mujeres en 1992 ha sido pr¨¢cticamente el mismo que en 1987: 16.000, es decir, el 10% de las agresiones reales, que no son denunciadas. ?Constituye este estancamiento un avance o un retroceso? M¨¢s bien lo segundo, si se tiene en cuenta que en este lustro se han producido cambios legales y sociol¨®gicos que deber¨ªan haber propiciado su reducci¨®n: de un lado, el agravamiento de la respuesta penal a la violencia ejercida contra los miembros m¨¢s d¨¦biles del grupo familiar, y de otro, la incorporaci¨®n en un grado muy importante de la mujer a los engranajes de la vida econ¨®mica y laboral.La importancia del factor econ¨®mico en la g¨¦nesis de las situaciones favorecedoras de los actos de violencia -incluidas las agresiones sexuales- contra la mujer en el seno de la pareja ha sido claramente establecida por los expertos. Pero la persistencia de esa lacra va unida tambi¨¦n a otros factores: el nivel de formaci¨®n cultural de los miembros familiares -no necesariamente vinculado a su nivel econ¨®mico- y la evoluci¨®n de una mentalidad social todav¨ªa insuficientemente sensibilizada, ante la agresi¨®n, la prepotencia o el ejercicio del m¨¢s rancio autoritarismo en el ¨¢mbito de las relaciones familiares.
La erradicaci¨®n de la violencia oculta que se produce en el seno del mundo familiar y su transformaci¨®n en comportamiento es civilizados s¨®lo puede ser el, resultado de la conquista efectiva de la igualdad dentro de la pareja y de la evoluci¨®n de usos y costumbres en el m¨¢s amplio marco de la sociedad. Pero, entretanto, bueno es que la respuesta institucional sea contundente a la hora de investigar y perseguir los casos de malos tratos que surgen a la luz. En este sentido, causa perplejidad que no se haya producido todav¨ªa ning¨²n fallo judicial relacionado con el delito de maltrato dom¨¦stico, reiterado, que fue introducido en el C¨®digo Penal en junio de 1989. Ser¨ªa verdaderamente lamentable que ello fuera reflejo de una mentalidad que minimizase, e incluso que legitimase socialmente, las agresiones en el marco familiar.
Para acabar con los malos tratos en el seno de la pareja es necesario, antes que nada, que el agresor, no sea alentado por la creencia de que su acci¨®n va a quedar impune al amparo de unas relaciones de naturaleza personal. La responsabilidad de los jueces en la superaci¨®n de esa situaci¨®n es fundamental. De ellos depende, principalmente, que los maltratos de obra o de palabra e, incluso, la agresi¨®n sexual no dejen de serlo por el simple hecho de producirse en familia.
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