El empleo y el paro: las cosas claras
El autor critica la utilizaci¨®n dram¨¢tica de las cifras del paro como arma arrojadiza y, para combatir el desempleo, propone instrumentar pol¨ªticas que habr¨¢n de ser necesariamente activas, dentro de la reforma estructural que demandan los mercados de trabajo y en l¨ªnea con las propuestas de la OCDE.
El prop¨®sito de estas l¨ªneas es contribuir a arrojar algo de luz sobre la profusi¨®n de opiniones, m¨¢s o menos malintencionadas, vertidas sobre la evoluci¨®n del mercado de trabajo. En estos momentos, en las referencias de algunos l¨ªderes pol¨ªticos a esta trascendental materia, lo que parece primar sobre la veracidad, e incluso sobre la m¨¢s m¨ªnima sensatez, es la utilizaci¨®n dram¨¢tica de las cifras del paro como arma arrojadiza.Para aproximarse a lo que ha sido la evoluci¨®n reciente del mercado de trabajo en Espa?a es preciso partir de la base de que: el volumen actual del desempleo constituye un problema real, sin duda percibido por la sociedad como el m¨¢s importante. Y esta premisa no es balad¨ª, porque los discursos, propuestas y posibles soluciones que se enuncian en este ¨¢mbito para abordar las situaciones de desempleo que sufren las econom¨ªas occidentales rezuman, a veces, un tufillo tecnocr¨¢tico que pretende esconder su alejamiento del problema real.
Si centramos la atenci¨®n en. el mercado de trabajo espa?ol, sobre la base de que nuestra econom¨ªa forma parte m¨¢s que nunca de la econom¨ªa internacional, hay que comenzar por intentar aclarar de d¨®nde venimos y cu¨¢l ha sido la evoluci¨®n en los ¨²ltimos a?os de las principales magnitudes que definen el mercado laboral.
En primer lugar, frente a las afirmaciones apresuradas que de forma maniquea tratan de contraponer el aumento del paro a la promesa del primer Gobierno socialista de crear 800.000 puestos de trabajo, es preciso recordar que la poblaci¨®n ocupada en 1992 supera en 1.250.000 personas (1) a la cifra existente en 1982. Se ha creado empleo, y mucho, pero no suficiente. Este volumen de empleo generado, que como se ve supera ampliamente a los 800.000 famosos puestos de trabajo prometidos, tiene que ser entendido en el contexto de los avatares econ¨®micos de la ¨²ltima d¨¦cada.
En los primeros a?os ochenta, la econom¨ªa espa?ola estaba sometida a los efectos de una crisis que la debilidad de los Gobiernos de UCD no fue capaz de afrontar. Entre 1975 y 1985 se perdieron m¨¢s de dos millones de empleos, mientras que las econom¨ªas europeas pon¨ªan en marcha medidas de lucha contra el paro y de creaci¨®n de empleo.
En Espa?a fue preciso todo un proceso de ajuste y reconversi¨®n industrial que, aunque tuvo algunos efectos negativos inmediatos, puso las bases para aprovechar la posterior reactivaci¨®n.
En segundo lugar, en el periodo que va de 1985 a 1991 la econom¨ªa espa?ola atraves¨® por un auge que se refleja en unas elevadas tasas de crecimiento y que, en el terreno del empleo, se tradujo en la creaci¨®n de casi dos millones de puestos de trabajo; tantos como los que se destruyeron entre 1975 y 1985. Sin embargo, el agotamiento del ciclo ya ofrec¨ªa sus primeros s¨ªntomas a partir de finales de 1990. Un dato fundamental: en este periodo, en el que si descontamos la poblaci¨®n agraria el empleo generado se eleva a casi 2.600.000 puestos de trabajo, se registra una disminuci¨®n del paro en casi medio mill¨®n de personas.
Exportadores de paro
Como es conocido, la econom¨ªa espa?ola tiene una tradicional falta de capacidad para generar suficiente empleo capaz de absorber a toda la poblaci¨®n que quiere trabajar. Sin embargo, en el periodo 1985-1991 esto no fue as¨ª y el paro disminuy¨® en la cifra mencionada. No se puede olvidar que, mientras en etapas anteriores Espa?a fue un pa¨ªs exportador de paro, v¨ªa movimientos migratorios, en la actualidad se comporta como importador de empleo: m¨¢s de 500.000 trabajadores extranjeros en situaci¨®n legal trabajan en Espa?a.
La explicaci¨®n del aumento del n¨²mero de desempleados en los ¨²ltimos 10 a?os, 670.000, viene dada por el fuerte incremento de la poblaci¨®n activa en el periodo: m¨¢s de 1.900.000 personas se incorporaron al mercado de trabajo, de ellas 1.600.000 mujeres, lo que ha situado la tasa de actividad femenina en su m¨¢ximo hist¨®rico, 34%, siete puntos m¨¢s alta que en 1982, aunque todav¨ªa muy alejada de las cotas habituales en los pa¨ªses de la CE.
Por ¨²ltimo, en el a?o 1992 se ha agudizado la crisis y la ca¨ªda de las tasas de crecimiento del PIB tiene su reflejo en un retroceso del empleo, que llega a su m¨¢xima expresi¨®n en el cuarto trimestre del a?o. El aumento del paro en 1992 llega a superar los ritmos de crecimiento del desempleo de los primeros a?os ochenta. El hecho de que la reducci¨®n del empleo en el ¨²ltimo a?o se produzca principalmente entre los ocupados con contrato por tiempo indefinido vendr¨ªa a poner en evidencia la denostada rigidez del mercado de trabajo espa?ol, ya que cabr¨ªa explicar el r¨¢pido aumento del paro en t¨¦rminos de un r¨¢pido ajuste de las empresas a la coyuntura actual. En todo caso, si la contrataci¨®n temporal ya no cumple el papel que ven¨ªa desempe?ando como factor de ajuste de plantillas, estar¨ªamos llegando a la ocasi¨®n de plantear, l¨®gicamente, que las pol¨ªticas de empleo que demostraron su eficacia en los momentos de fuerte crecimiento econ¨®mico no pueden ser las mismas en la actual coyuntura.
Para afrontar la nueva etapa es preciso instrumentar pol¨ªticas que habr¨¢n de ser necesariamente activas, dentro de la reforma estructural que demandan los mercados de trabajo, y en l¨ªnea con las propuestas de la OCDE. "Movilizar los recursos humanos reduciendo la desigualdad en el acceso al empleo y a la formaci¨®n, y reintegrando a los parados de larga duraci¨®n y a los grupos m¨¢s d¨¦biles en el mercado de trabajo; desarrollar unos mercados de trabajo m¨¢s eficientes fomentando en los trabajadores y en los empresarios un esp¨ªritu de b¨²squeda activa, y mejorar la calidad de la mano de obra desarrollando cualificaciones adaptadas al empleo" (2).
Esta declaraci¨®n, que en algunos pasajes podr¨ªa pecar de voluntarista, deber¨¢, no obstante, impregnar los objetivos de las actuaciones, anunciadas ¨²ltimamente en el campo de la formaci¨®n profesional, con la programaci¨®n conjunta de la formaci¨®n reglada y la ocupacional, fruto de un acuerdo tripartito que deber¨ªa servir de gu¨ªa para otros acercamientos en ¨¢mbitos m¨¢s generales. La formaci¨®n profesional puede constituirse en el campo de batalla donde se va a decidir el futuro del empleo en Espa?a y las posibilidades de que la econom¨ªa espa?ola sea capaz de competir en los mercados internacionales.
Iniciativas como el Plan Director de Infraestructuras, m¨¢s all¨¢ de la sorpresa causada en medios de la oposici¨®n, que no ha sabido articular una respuesta coherente, deber¨ªan servir para aglutinar esfuerzos en torno a unas acciones de cuyos efectos, entre los que el empleo no ser¨ªa el menor, los ¨²nicos beneficiarios ser¨¢n el pa¨ªs y sus ciudadanos.
es economista.
1. Todas las cifras citadas est¨¢n elaboradas sobre medias anuales en la Encuesta de Poblaci¨®n Activa. 2. OCDE: Perspectivas del empleo 1992. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Madrid, 1992.
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