Una nueva Intifada
EN LAS ¨²ltimas semanas, en los territorios palestinos ocupados por Israel, ha estallado una nueva Intifada en el interior de la Intifada primitiva. Hace m¨¢s de cinco a?os que el pueblo palestino se alz¨® no en armas, sino en voz, en acci¨®n reivindicativa de sus derechos nacionales, contra el ocupante, en lo que los irredentistas israel¨ªes llaman Judea y Samaria, y el mundo en general, Cisjordania y Gaza o los territorios ocupados. En ese periodo de tiempo, el Ej¨¦rcito de Israel ha reprimido una insurrecci¨®n que hac¨ªa de la piedra y el palo su ¨²nica violencia. En ese plazo, varios centenares de palestinos y algunas docenas de israel¨ªes perdieron la vida. Pero en los ¨²ltimos meses, incluso en las ¨²ltimas semanas, algo ha cambiado en el seno de esa explosi¨®n popular.La frustraci¨®n sostenida por el derramamiento de sangre, la parsimonia de las concesiones israel¨ªes, el hecho de que la OLP no haya sido reconocida como interlocutor por Tel Aviv en las conversaciones de paz, el crecimiento casi universal en el mundo isl¨¢mico de la apuesta integrista, est¨¢n amenazando con alterar el equilibrio de lealtades de los palestinos. La organizaci¨®n integrista Ham¨¢s, financiada, seg¨²n opini¨®n general, por el Ir¨¢n jomeinista, ha dado un giro radical a la revuelta de la piedra y el palo.
Con una especial virulencia, la protesta degenera en el asalto mortal al civil israel¨ª, sin distinci¨®n de sexo, edad o situaci¨®n. A esta escalada responde el Ej¨¦rcito y la poblaci¨®n israel¨ª con proporcional contundencia, aumentando en espiral el n¨²mero de muertos por ambas partes. Destacados militares, como el general Dan Rothsthild, que fue gobernador militar de los territorios ocupados, han afirmado recientemente que no hay ya respuesta pol¨ªtica a la t¨¢ctica de Ham¨¢s y que tan s¨®lo cabe hablar de acci¨®n militar para sofocar la nueva fase de la rebeli¨®n palestina.
Efectivamente, no parece que Israel distinga en la pr¨¢ctica entre la OLP y Ham¨¢s, por mucho que en privado el matiz llegue a lo infinito y que no falten quienes hablen de una alianza de hecho o de una comunidad de intereses entre Israel y la OLP para impedir el crecimiento de Ham¨¢s. Sin embargo, el paso que reforzar¨ªa la posici¨®n de la organizaci¨®n palestina ante su opini¨®n p¨²blica y frente a los violentos advenedizos del integrismo ser¨ªa, l¨®gicamente, el reconocimiento de la OLP por el Estado de Israel, y a eso no parecen dispuestos los dirigentes jud¨ªos.
Asistimos, pues, a una doble o triple guerra. La OLP, a trav¨¦s de sus representantes en la zona, sostiene la Intifada tradicional contra el ocupante; Ham¨¢s alborota con su guerra particular contra id¨¦ntico enemigo, pero compite y combate a la vez a la OLP, y finalmente, Israel combate a ambos adversarios, pero en forma lo bastante desigual como para que alguien vea en el enemigo militarmente menos agresivo una especie de apoyo pol¨ªtico. En consecuencia, s¨ª que hay una guerra pol¨ªtica a librar contra el fanatismo de Ham¨¢s. Pero ello pasa por renunciar a dogmas sionistas fundamentales. La OLP puede ser una alternativa de paz en la zona a cambio, sin duda, de un alto precio. El no reconocerlo as¨ª ser¨ªa un nuevo error de los ocupantes israel¨ªes.
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