Un poeta de la actualidad
El autor traza un perfil de Albert Londres, pionero de la prensa actual y cuyas cr¨®nicas de los acontecimientos de la primera mitad de siglo le dieron fama mundial. La recuperaci¨®n de su obra en castellano es, seg¨²n el articulista, un deber democr¨¢tico.
Albert Londres (1884-1932) fue un pionero de la prensa actual. Sus cr¨®nicas del frente en la Gran Guerra le dieron notoriedad en Francia. Sus investigaciones sobre los penales de la muerte, sobre la trata de negros y de blancas, sobre el terrorismo, sobre la miseria de la Europa central le hicieron c¨¦lebre en el mundo entero y definieron un estilo: el londrismo. Olvidado el autor por el gran p¨²blico tras la Segunda Guerra Mundial, esos libros no se reeditaron hasta 1975. La recuperaci¨®n de su obra en castellano es un deber democr¨¢tico.Cuando una mujer llena de buenas intenciones y, probablemente, de amor por Ernest Hemingway se dej¨® robar una maleta llena de manuscritos del escritor, ¨¦ste vio gravemente da?ado su delicado equilibrio sentimental: tard¨® dos largos a?os en recobrarse del golpe, a?os de existencia que, sin duda, ¨¦l hubiese dado gustoso a cambio de los papeles perdidos. Eso ocurri¨® en 1922.
Dice la leyenda que, una d¨¦cada m¨¢s tarde, Albert Londres, colega de Hemingway, y mucho m¨¢s popular que ¨¦l en los locos veinte, dio su vida por un pu?ado de p¨¢ginas: seg¨²n relatos posteriores, no coincidentes con lo que Pierre Assouline -su minucioso bi¨®grafo- averigu¨® y public¨® en 1989, Londres hab¨ªa alcanzado uno de los ¨²ltimos botes de seguridad en el incendio del paquebote Georges Philippar. Ya en la senda de la salvaci¨®n, record¨® de pronto sus notas, abandonadas en el camarote, y se arroj¨® al mar, perdi¨¦ndose para siempre en sus aguas. Las informaciones por las que fue a la muerte se refer¨ªan a la guerra chino-japonesa. Iniciada ¨¦sta en enero de 1932, Albert Londres hab¨ªa partido de inmediato hacia Shangha?. En mayo regresaba a Francia con los explosivos resultados de una investigaci¨®n que le hab¨ªa puesto en contacto con el Ej¨¦rcito revolucionario chino y con el todav¨ªa poco conocido Mao Zedong.
Dice Assouline, en A lbert Londres, vie et mort d?un grand reporter, 1884-1932 (Balland, 1989), que su hombre "no ten¨ªa profesi¨®n: era enviado especial de prensa. Ni verdaderamente ¨²nico, ni del todo excepcional, este poeta de la historia inmediata no se preocupaba por la posteridad. Fue ¨¦sta la que le cogi¨® por el cuello".
Inicio de una carrera
El primer despacho firmado por Albert Londres apareci¨® en el Matin de Par¨ªs el 21 de septiembre de 1914. En ¨¦l narraba, como testigo presencial, el bombardeo de Reims por las fuerzas alemanas, poco despu¨¦s de la batalla del Marne. All¨ª comenzaba una carrera que hab¨ªa de llevarle a la Rusia revolucionaria de 1917, al Fiume anexionado por D'Annunzio en 1919, a la Rep¨²blica china de Kuomingtan, al presidio de Cayena, a las colonias francesas en ?frica, a los Balcanes, al mundo.
Los libros que dio a la imprenta a partir de 1924 alcanzaron enorme difusi¨®n en todo el mundo y fijaron un estilo, el londrismo, de tonos tremendistas. Entre nosotros, su incondicional admirador Julio ?lvarez del Vayo, animador de las editoriales Cenit y Madrid, contribuy¨® decisivamente a su divulgaci¨®n. En Francia, Albin Michel fue el principal editor de las obras de este padre del periodismo de investigaci¨®n, y el que las devolvi¨® al mercado entre 1975 y 1985.
De 1924 data Au bagne, de cervantino t¨ªtulo, un extenso reportaje sobre la isla del Diablo, adonde Londres viaj¨® para entrevistar a Paul Russenq y a Eug¨¨ne Dieudonn¨¦, los m¨¢s c¨¦lebres prisioneros del penal despu¨¦s de Dreyfus y de Benjam¨ªn Ullmo. Dieudonn¨¦ hab¨ªa intentado huir varias veces y estaba en aislamiento. Su relato dio al periodista un ¨¦xito fulminante e influy¨® sobre la revisi¨®n de la causa: al cabo de 18 a?os de sufrimientos, se demostr¨® la inocencia del hombre al que se acusaba de colaboraci¨®n con la banda anarquista de Jules Bonnot. Ya en libertad, Dieudonn¨¦ escribi¨® La vie des for?ats, que lleg¨® a los lectores con un prefacio de Albert Londres en 1930. Poco antes, en 1928, Londres hab¨ªa publicado L?homme qui s'¨¦vada, acerca de las tentativas de fuga del condenado. S¨®lo en 1937 se conoci¨® en Estados Unidos Guillotina seca, el terrible testimonio de Ren¨¦ Belbenoit, prohibido en Francia hasta despu¨¦s de la guerra, y hubo de pasar medio siglo para que Henri Charri¨¦re alcanzara la celebridad con Papill¨®n.
Al libro sobre los ba?os de Cayena siguieron Dante navait rien vu (Biribi), acerca de las colonias penitenciarias del norte de ?frica, donde padec¨ªan los sentenciados en consejos de guerra, y, completando la visi¨®n de un hombre angustiado por las condiciones de las c¨¢rceles, Chez les fous, una seria inquisici¨®n en el mundo de los manicomios; ambos se leen hoy con el mismo inter¨¦s que en el d¨ªa en que fueron escritos.
Londres fue contempor¨¢neo de Paul Morand, que se refer¨ªa a ¨¦l con admiraci¨®n; de Blaise Cendrars; de Henri de Montherland; del Andr¨¦ Gide visitante del Congo, pero sus obras son radicalmente distintas de las de esos grandes viajeros. Su mirada nada tiene de neutral, ni de colonial. Desde Le juif errant est arriv¨¦, producto de su recorrido por las mis¨¦rrimas aldeas jud¨ªas de la Europa central, hasta Les comitadjis (le terrorisme dans les Balkans), de dolorosa actualidad, la preocupaci¨®n por el ser humano y sus tragedias an¨®nimas es el motor de su escritura.
Heredero de Homero
En El camino de Buenos Aires: la trata de blancas, que se public¨® en castellano en Madrid el mismo a?o 1927 de su edici¨®n francesa, y que es uno de sus dos textos mayores -el otro es Terre d'¨¦b¨¦ne: la traite des noirs-, Albert Londres, heredero declarado de Homero, pr¨ªncipe de los reporteros, expon¨ªa su credo: "He querido bajar a las fosas que la sociedad emplea para desembarazarse de lo que la amenaza o de lo que no es capaz de alimentar Mirar lo que ya nadie quiere mirar. Juzgar la cosa juzgada... Prestar una voz, por d¨¦bil que fuese, a quienes no ten¨ªan derecho a hablar". Y se preguntaba, y se respond¨ªa: "?Llegu¨¦ a ser escuchado? No siempre". Existe en Francia una Association du Prix Albert Londres, que desde 1933 (con honrosa pausa durante la ocupaci¨®n) otorga un galard¨®n anual. En Espa?a, donde hasta 1939 tuvo miles de devotos lectores, a¨²n no le hemos recuperado.
Horacio V¨¢zquez Rial es escritor.
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