Los Reyes hicieron el ¨²ltimo velatorio en Pamplona
Los Reyes acompa?aron ayer a don Juan en el ¨²ltimo velatorio de la cl¨ªnica de Pamplona. Don Juan Carlos y do?a Sof¨ªa permanecieron junto al cad¨¢ver desde las siete de la ma?ana hasta que, a las 10.10, el f¨¦retro fue introducido en el furg¨®n que lo traslad¨® hasta el aeropuerto de Pamplona. El veh¨ªculo esperaba en la puerta de urgencias, por la que salieron minutos despu¨¦s los Reyes, la condesa de Barcelona y otros miembros de la familia real. Lo llevaron a hombros desde el oratorio seis miembros de la compa?¨ªa Monteros de Espinosa de la Guardia Real, la que siempre ha velado a los Reyes de Espa?a.
Ayer llov¨ªa en Pamplona, lo que no impidi¨® que varios cientos de personas esperaran en la calle para despedir con cerradas ovaciones a la familia real. Hab¨ªa p¨²blico tambi¨¦n en los balcones y ventanas de las siete plantas de la cl¨ªnica, enfermos, enfermeras y familiares con las miradas puestas en el coche funerario en el que se estaba introduciendo el cad¨¢ver de un hombre que hab¨ªa estado seis largos meses ocupando la habitaci¨®n 601. Desde la contigua, la esposa de don Juan, do?a Mar¨ªa de las Mercedes, contemplaba tambi¨¦n la escena. La puerta del balc¨®n estaba entreabierta y el Rey mov¨ªa la silla de ruedas para que la viuda pudiera ver sin mojarse la ¨²ltima salida de su marido.Fue el Rey tambi¨¦n quien baj¨® a su madre hasta la puerta y ayud¨® a cargar la silla de ruedas en la parte trasera de la ambulancia, el ¨²nico coche blanco de la comitiva en el que tambi¨¦n viaj¨® el Rey hasta el avi¨®n. Se vio a los Reyes emocionados y agradecidos al saludar mientras eran fuertemente aplaudidos.
La comitiva la formaron seis veh¨ªculos. En el primero viaj¨® el duque de Alburquerque, jefe de la Casa del Conde de Barcelona.
Tras ¨¦l, el coche funerario con el f¨¦retro envuelto en la bandera de Espa?a, seguido por la ambulancia con el Rey y su madre, otro coche ocupado por la Reina y el jefe de la Casa del Rey, Fernando Almansa, y uno m¨¢s con la infanta Pilar y el ayudante personal de don Juan, el capit¨¢n de fragata Teodoro de Leste. Cerraba el cortejo un veh¨ªculo repleto de coronas de flores.
Cinco minutos antes, por la puerta principal de la cl¨ªnica, abandonaron Pamplona el pr¨ªncipe Felipe y los dem¨¢s nietos de don Juan, que volaron a Madrid en un Falc¨®n 900 de las Fuerzas .Armadas. El avi¨®n que traslad¨® los restos de don Juan, a los Reyes y dem¨¢s miembros de la familia, un Boeing 707, despeg¨® a las 10.30.
Grandes amores
Durante toda la noche y la madrugada del viernes los miembros de la familia real se tumaron en el velatorio. Los Reyes cubrieron el ¨²ltimo turno, a partir de las siete de la ma?ana.
A las nueve se celebr¨® la misa c¨®rpore insepulto oficiada por el arzobispo saliente de Pamplona, Jos¨¦ Mar¨ªa Cirarda, y otros dos capellanes. El arzobispo destac¨® los "dos grandes amores" del finado: Espa?a y su familia. "Am¨® a Espa?a con una entrega total, sacrificada, hasta renunciar a sus derechos din¨¢sticos cuando pens¨® que se lo ped¨ªa el bien de la patria", dijo. El Ayuntamiento acordaba poco despu¨¦s en una sesi¨®n extraordinaria comunicar la condolencia de los pamploneses.
El cuerpo embalsamado de don Juan est¨¢ amortajado con el h¨¢bito de la Orden de Santiago. Un crucifijo que perteneci¨® a su padre, Alfonso-XIII, fue depositado en su pecho y el f¨¦retro envuelto con la bandera de Espa?a y el manto de la Virgen del Pilar que cubri¨® el ataud de Alfonso XIII.
Y mientras la comitiva real volaba hacia Madrid para iniciar el calendario de solemnes exequias, quedaba en los pasillos de la cl¨ªnica universitaria una gran sensaci¨®n de vac¨ªo. Periodistas, escoltas, miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad, funcionarios, personal de La Zarzuela, responsables de prensa y protocolo recog¨ªan equipajes en sus hoteles y desaparec¨ªan a los pocos minutos de Pamplona.
Una escalera plegable abandonada sobre el c¨¦sped mojado era el testimonio un poco surreal, tal vez, de la fugacidad de todo: era una de esas escaleras que usan los fot¨®grafos para sobresalir entre la multitud y captar mejor los gestos y los instantes detenidos.
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