Una pol¨ªtica monetaria para la actual realidad espa?ola
En septiembre de 1617 el Consejo de Hacienda de Castilla consideraba que no ser¨ªa posible reconstruir la econom¨ªa castellana mientras los censos y los juros (titulos de renta fija privada y p¨²blica) ofrecieran tipos de inter¨¦s m¨¢s altos que los que pod¨ªan obtenerse invirtiendo en la agricultura, la industria y el comercio. Tres siglos y tres cuartos despu¨¦s, esta queja del Consejo de Hacienda podr¨ªa repetirse. ?Puede esperarse que la econom¨ªa espa?ola se reanime, deteniendo el proceso de destrucci¨®n de empleo, si los tipos de inter¨¦s se mantienen en sus actuales niveles?No, no puede esperarse una reactivaci¨®n cuando los tipos de inter¨¦s, corregidos de la inflaci¨®n, es decir, lo que se llaman tipos reales de inter¨¦s est¨¢n por encima del 10%. La recuperaci¨®n no llegar¨¢ hasta que no comiencen a descender; s¨®lo desde un optimismo sin l¨ªmites puede opinarse lo contrario.
Esto no quiere decir que no haya razones para mantener estos altos tipos de inter¨¦s. Un crecimiento estable de la econom¨ªa y del empleo exige corregir los desequilibrios b¨¢sicos. La econom¨ªa espa?ola no ha terminado a¨²n de purgarse de los excesos del pasado reciente. Tiene, adem¨¢s, que marchar en sinton¨ªa con las econom¨ªas de los restantes pa¨ªses europeos, o al menos de aquellos que a¨²n se esfuerzan por mantener el Sistema Monetario Europeo en funcionamiento.
La lucha contra la inflaci¨®n y la defensa del tipo de cambio de la peseta hacen necesario que el dinero sea caro. Pero, como cas? cualquier medicina, tiene contraindicaciones, puede surgir la duda de si los inevitables efectos negativos de esta pol¨ªtica no acabar¨¢n por hacerse insoportables.
La posici¨®n oficial contin¨²a siendo la de dar prioridad a la lucha contra la inflaci¨®n como forma de asegurar, luego, un crecimiento estable del empleo. Puede dudarse de la coherencia con esto del presupuesto para 1993 o de las ¨²ltimas medidas de aumento de la inversi¨®n p¨²blica recientemente adoptadas en el Real Decreto-Ley 3 / 93, cuyo impacto sobre el d¨¦ficit p¨²blico es, por decirlo suavamente, confuso. Pero hay sobre todo que preguntarse si una hip¨®tesis clave de esta pol¨ªtica econ¨®mica refleja adecuadamente la realidad. Esta hip¨®tesis es la de que el mantenimiento de una pol¨ªtica monetaria dura, reflejada en altos tipos de inter¨¦s, lleva a una moderaci¨®n de los costes laborales.
Sin duda a medio plazo acabar¨¢ por ser as¨ª. El problema es que las consecuencias en materia de empleo pueden ser insoportables. Nuestros tipos reales de inter¨¦s, que est¨¢n entre los m¨¢s altos del mundo desarrollado, han logrado desacelerar la actividad e incluso moderar apreciablemente la inflaci¨®n, pero s¨®lo muy lentamente producen efecto en los costes laborales, en parte porque los salarios se muestran a¨²n muy poco sensibles a la ca¨ªda de la actividad y en parte por el aumento de los costes de la Seguridad Social, que se mueven con absoluta independencia de la situaci¨®n monetaria. Esto quiere decir que los salarios que se ver¨¢n afectados por la dureza de la pol¨ªtica monetaria ser¨¢n los de 1994 y que para ello durante todo el a?o deber¨¢ mantenerse esta dureza. ?Tiene esto sentido? O, pregunt¨¢ndolo de otra manera, ?es soportable mucho tiempo m¨¢s una situaci¨®n que destruye empleo y modera tan lentamente los salarios? La econom¨ªa se ha enfriado ya suficientemente; no puede soportar mucho m¨¢s fr¨ªo sin que paguemos un precio demasiado alto en t¨¦rminos de deterioro del sistema productivo.
Efecto indeseable
Empieza a estar cada vez m¨¢s claro que si el objetivo final es -y debe ser- una moderaci¨®n de los costes laborales, la utilizaci¨®n como instrumento b¨¢sico para ello de una pol¨ªtica monetaria de altos tipos de inter¨¦s no resulta el instrumento m¨¢s eficaz. Porque con un mercado muy r¨ªgido podemos necesitar demasiado tiempo para que la recesi¨®n afecte plenamente a los salarios. Y est¨¢ adem¨¢s provocando un efecto absolutamente indeseable de reducci¨®n de m¨¢rgenes empresariales y mejora de retribuciones reales, pues, si como puede perfectamente ocurrir en 1993 los precios se moderan y los salarios no, una inflaci¨®n inferior al 4,5% puede coexistir con aumentos de retribuciones superiores al 6,5%. Que en un a?o de crisis haya salarios creciendo m¨¢s de dos puntos en t¨¦rminos reales, como han estado creciendo en 1992, es un disparate que estamos pagando en destrucci¨®n de empleo.
Aunque la negociaci¨®n salarial est¨¢ siendo lenta y recogiendo elementos de moderaci¨®n es dudoso que en 1993 ¨¦stos vayan a ser suficientes; la Comisi¨®n de la CE estima que este a?o el crecimiento de la retribuci¨®n por asalariado ser¨¢ en nuestro pa¨ªs del 7,3% (y estima, de paso, unaumento de los costes unitarios del trabajo del 4,6%).
No se trata de abogar por una pol¨ªtica monetaria relajada, sino de moverse hacia posiciones m¨¢s. acordes con nuestras necesidades, porque no parece ciertamente l¨®gico que la econom¨ªa con m¨¢s paro de la CE tenga uno de los tipos de inter¨¦s m¨¢s altos y la moneda m¨¢s fuerte. La experiencia nos ense?a que s¨®lo con un mercado de trabajo m¨¢s flexible se lograr¨¢ que los salarios respondan con suficiente intensidad a la presi¨®n de la situaci¨®n econ¨®mica. S¨®lo as¨ª el ajuste podr¨¢ transcurrir por la moderaci¨®n salarial y no por la destrucci¨®n del empleo. As?, tambi¨¦n, tendr¨¢ m¨¢s eficacia la pol¨ªtica monetaria. Porque la concertaci¨®n social, que puede ser una ayuda muy importante, no es una panacea, y menos, una soluci¨®n permanente.
Reforma imprescindible
La reforma del mercado de trabajo es imprescindible y la negociaci¨®n social habr¨¢ de intentarse una y otra vez. Pero entre tanto hay que ser conscientes de que la actual pol¨ªtica de tipos de inter¨¦s no puede mantenerse mucho tiempo, y no desde luego hasta la negociaci¨®n salarial de 1994. Las consideraciones de tipo de cambio no deben afectar demasiado este razonamiento; a pesar de su r¨¢pida mejora, la situaci¨®n de fondo de nuestra balanza de pagos hace m¨¢s que probable que un equilibrio suficiente de nuestras cuentas exteriores con la econom¨ªa creciendo a ritmos m¨¢s normales exija, antes o despu¨¦s, un nuevo reajuste a la baja de la cotizaci¨®n de la peseta. Si hay una raz¨®n para mantener tan altos los tipos de inter¨¦s no est¨¢ ya en la defensa de la peseta, y en la lucha contra la inflaci¨®n, sino en las necesidades de financiar una deuda p¨²blica creciente y con una p¨¦sima estructura de plazos. Tema ¨¦ste, el de la pol¨ªtica de financiaci¨®n de la deuda p¨²blica, merecedor de muchos m¨¢s comentarios que los que recibe.
Pues uno de lo problemas m¨¢s graves del sistema financiero y de la pol¨ªtica monetaria es ¨¦ste. La deuda p¨²blica espa?ola no es alta, pero crece muy r¨¢pidamente; si contin¨²a haci¨¦ndolo al ritmo del pasado a?o, en 1996 tampoco cumpliremos este criterio de convergencia. Y adem¨¢s tiene un plazo de vencimiento muy corto. En consecuencia, el Tesoro ha de acudir continuamente a los mercados, tanto para financiar el nuevo d¨¦ficit, que contin¨²a gener¨¢ndose, como para refinanciar lo vencimientos de la deuda de a?os anteriores. Aqu¨ª es donde puede radicar la aut¨¦ntica dificultad para reducir los tipos de inter¨¦s: en la consecuencia acumulada de demasiados a?os de demasiado d¨¦ficit p¨²blico.
Moralina, exhortaciones y moralejas son cosas en general antip¨¢ticas y poco ¨²tiles. Pero resulta inevitable llamar la atenci¨®n sobre que tengamos simult¨¢neamente los peores niveles de empleo y los salarios m¨¢s r¨¢pidamente crecientes de Europa. Y la moneda m¨¢s fuerte del SME y el segundo mayor d¨¦ficit comercial del mundo. Parecer¨ªa que los espa?oles sigui¨¦ramos sin enterarnos de d¨®nde est¨¢n nuestros problemas.
fue vicepresidente econ¨®mico del Gobierno con UM
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