La carrera que nunca existi¨®
El Grand National devolvi¨® 13.500 millones en apuestas
Qu¨¦ caras, qu¨¦ gestos contritos se ve¨ªan ayer en el mundillo ecuestre brit¨¢nico. Y cu¨¢nto malhumor en casa de los apostadores. Miles y miles de personas hicieron cola para recuperar el dinero apostado a Justo As¨ª, Pol¨ªtica Partidista, El Chico de Paco o cualquier otro de los 39 caballos que el s¨¢bado salieron, frenaron, volvieron a salir y llegaron a ning¨²n sitio en la carrera que nunca existi¨®.El Grand National, la competici¨®n h¨ªpica m¨¢s ilustre del mundo, 154 a?os de tradici¨®n que ni las bombas volantes nazis hab¨ªan logrado interrumpir, se qued¨® en chasco porque una a?eja banderola no onde¨® a tiempo. M¨¢s de 75 millones de libras (unos 13.500 millones de pesetas) en apuestas y un fortun¨®n en caballos, jinetes y agasajos empezaron a ser devueltos penique a penique mientras el p¨²blico brit¨¢nico se hac¨ªa la pregunta l¨®gica: ?qu¨¦ hemos hecho nosotros para merecer esto?El trauma del Grand National acab¨® en 10 minutos con uno de los ¨²ltimos mitos del pasado ingl¨¦s. Los directivos que ayer entraban en el Jockey Club, organizador del acontecimiento, para abrir una investigaci¨®n sobre los hechos ya no portaban, como hasta el s¨¢bado, la aureola de caballeros imperiales e infalibles: eran s¨®lo lo que eran, coroneles retirados, se?ores ociosos y propietarios rurales, muy amantes de los caballos pero, seg¨²n la prensa especializada, poco aptos para manejar un cotarro tan importante como el Grand National.Descartada ya por completo la opci¨®n de celebrar la carrera en otra fecha, el Jockey Club tiene tiempo por delante para estudiar por qu¨¦ fall¨® todo de forma tan estrepitosa. En realidad, la investigaci¨®n interna abierta ayer tiene todo el tiempo de mundo, porque la carrera del pr¨®ximo a?o contar¨¢ con nuevos organizadores: el Consejo Brit¨¢nico de Carreras de Caballos.
Es fama del Grand National que todo el mundo hace su apuesta. Viene a ser un fien¨®rne no parecido al de la Loter¨ªa de Navidad en Espa?a. De ah¨ª el p¨²blico variopinto y ce?udo que llen¨® las casas de apuestas, boleto en mano, para reclamar su dinero. En el garito de la City Road londinense, propiedad de la firma William Hill, un grupito de oficinistas se quejaba, no de la fortuna que hab¨ªa volado -porque su caballo iba a ganar seguro-, sino de la penosa imagen ofrecida ante el mundo.
"Miles de millones de personas vieron por la tele c¨®mo hac¨ªamos el rid¨ªculo", se quejaba una secretaria, inconsolable por m¨¢s que se le sugiriera que los telespectadores ser¨ªan muchos, pero no tantos, y que en algunos pa¨ªses el Grand National no es la fe mayoritaria. "?Qu¨¦ pensar¨¢n de nosotros?", dec¨ªa.
Pasada la cat¨¢strofe, hab¨ªa que mirar adelante. Ken Evans, el juez de pista cuya bandera no se despleg¨®, lo dijo ayer. Abatido y abrumado, despleg¨® todo el optimismo que pudo reunir: "La vida sigue, el mundo no se acaba", musit¨®. Trag¨® saliva y agreg¨®: "Supongo".
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