Un incoformista
Apareci¨® al menos dos veces, que yo sepa, en las primeras necrol¨®gicas de Juan Benet: lo le¨ª en un diario y lo escuch¨¦ por televisi¨®n. Entre elogios convencionales y quiz¨¢ sinceros, junto a disimulados zarpazos p¨®stumos, se aseguraba que Juan mantuvo a veces "opiniones discutibles". Siempre me ha chocado desagradablemente esa expresi¨®n, que tengo por ep¨ªtome de la cazurrer¨ªa. Para ser m¨¢s precisos, de la cazurrer¨ªa bien educada; la otra prefiere apostillar lo de "eso lo dir¨¢ usted". En ambos casos pretende descalificarse la postura ajena por medio del retint¨ªn que se le pone a una constataci¨®n obvia: decir de una opini¨®n que es discutible no va m¨¢s all¨¢ de subrayar su car¨¢cter de opini¨®n, pues si no fuera discutible se tratar¨ªa de un axioma matem¨¢tico o de un postulado l¨®gico, que son poco opinables; y sin duda lo que uno dice lo dice uno, no el Esp¨ªritu Santo, la Academia sueca o cualquier otro are¨®pago de similar solvencia. En ambos casos tambi¨¦n lo que se apunta es la discordancia de quien as¨ª opina con el rosario de lugares comunes dado por vigente e indiscutible, su aislamiento fuera del caluroso reba?o intelectual en el que deciden los doctores y balan los fieles. "Sus opiniones son muy discutibles", "eso lo dir¨¢ usted": traducidas al cazurro, estas f¨®rmulas equivalen a "dice usted cosas que me desconciertan y, por tanto, me desagradan, pero como no s¨¦ muy bien por d¨®nde cogerlas no me atrevo a rebatirlas: quede claro, sin embargo, que me fastidian, que no le creo y que estoy seguro de que los m¨ªos y yo tenemos raz¨®n".?Por qu¨¦ eran las opiniones de Benet m¨¢s palmariamente discutibles que las de cualquier otro? Sin duda porque chocaban a menudo con la actitud conformista de los que s¨®lo prestan atenci¨®n a las opiniones ajenas con el fin de clasificar a quienes las emiten y no para adquirir nuevas perspectivas sobre la realidad. Al conformismo no le interesa procurar entender las cosas, sino catalogar claramente a. las personas: a favor del Gobierno o en contra, de izquierdas o de derechas, vendido a los unos o comprado por los otros, de letras o de ciencias, etc¨¦tera. Cuanto no responde d¨®cilmente al patr¨®n (llam¨¦mosle la individualidad racional) es descartado como extravagancia, hipocres¨ªa o ganas de llamar la atenci¨®n. El inconformista digno de tal t¨ªtulo no lo es porque discrepe del poder, o de la mayor¨ªa, sino porque no se conforma con el reparto de papeles establecido y, sobre todo, disiente del papel que le ha tocado en suerte. Sale por donde no se le espera o sale por donde se le espera, pero de modo inesperado. Se parece siempre m¨¢s a s¨ª mismo que al s¨ª mismo que los dem¨¢s le han otorgado. Por eso puede despertar expectaci¨®n algo irritada, pero rara vez cosechar grandes aplausos, porque los aplausos s¨®lo premian al que hace bien de s¨ª mismo de acuerdo con el criterio de los dem¨¢s. Lo que suele caracterizar al inconformista es que se las arregla para resultar siempre un poco antip¨¢tico, incluso a sus partidarios, que nunca pueden serlo del todo... Ello no quiere decir, desde luego, que baste con ser antip¨¢tico para convertirse en inconformista.Ni por supuesto debe asumirse que el inconformista lleve siempre la raz¨®n: en lo ¨²nico que casi siempre lleva razones en ser inconformista.
Las "opiniones discutibles" de Juan Benet tuvieron como veh¨ªculo m¨¢s privilegiado la conversaci¨®n y despu¨¦s, en segundo lugar, sus art¨ªculos period¨ªsticos. Los he rele¨ªdo estas ¨²ltimas semanas, tanto los publicados en forma de libro hace 10 a?os por los desvelos de Antonio Huerga como los posteriores que conservo recortados. En ellos se constata que las opiniones de Benet no s¨®lo son "discutibles", sino hasta "muy suyas", como tambi¨¦n suele decirse cuando se habla en cazurro. O sea, que no las tomaba ya hechas de ninguna vulgata ni proven¨ªan de los dictados de ninguna esferodoxia (la palabra es suya, para designar el af¨¢n de sistema omnicomprensivo y autosuficiente), sea ind¨ªgena o for¨¢nea. A toda esferodoxia le reprochaba carecer de los dos ¨®rganos principales del pensamiento, la insatisfacci¨®n y la inseguridad. Que yo sepa, s¨®lo Rafael S¨¢nchez Ferlosio ha sabido ser en la prensa tan discutible y tan suyo como Benet. Adem¨¢s, p¨¢gina a p¨¢gina se rebela contra la obligaci¨®n m¨¢s sacrosanta del maestro de almas period¨ªstico: predicar. Salvo iron¨ªa, apenas le conozco complacencias con lo edificante, con la exhortaci¨®n humanitaria que los bribones utilizan como garant¨ªa fraudulenta de elevaci¨®n moral. Evitaba como la peste el jarabe de bondad, sin cuya pringue ning¨²n publicista es tenido nunca por bueno, humanitario y libre del Sat¨¢n gubernamental. Creo que por eso escribi¨® aquel famoso art¨ªculo, El hermano Solzhenitsin, que despert¨® tantas c¨®leras: para empezar, la m¨ªa, siempre tan c¨¢ndidamente conformista y, adem¨¢s, por entonces algo pipiolo. No es que ahora piense que ¨¦l ten¨ªa raz¨®n en su diatriba contra el gran escritor ruso, pero comprendo mejor que le alarmase su complaciente beatificaci¨®n. Previ¨® las miserias del political correct tres lustros antes que yo.
Se rehusaba, adem¨¢s, el viejo cuento de la l¨¢grima, que ante el p¨²blico f¨¢cil tanto rinde. Supongo que por eso parec¨ªa a los despistados m¨¢s potentado de lo que en realidad era. Los convencidos de que quien no llora no mama suelen dar a quien se niega a hacer de pla?idera por bien mamado... L¨®gicamente, ello le priv¨® de premios literarios, porque los jurados suelen verlos con frecuencia mitad como beneficencia, mitad como castigo a los pudientes. Es conocida la argumentaci¨®n en base a la cual le negaron el Goncourt a Paul Morand: "No se dan premios a alguien que se aloja en el Ritz". Juan Benet siempre daba la impresi¨®n de ir o volver de alg¨²n lugar suntuoso y confortable, tipo club ingl¨¦s, lo cual resultaba insoportable para aquellos que categorizan a los dem¨¢s seg¨²n les causen l¨¢stima, envidia o miedo. Tambi¨¦n le gan¨® la previsible enemistad de ciertos columnistas, telepredicadores y, en general, los zalameros de la pacotilla hortera, que mantienen con la superioridad del talento la misma relaci¨®n que los perros con las farolas: en cuanto la intuyen, se arriman con la lengua fuera, levantan la pata y mean.
En casi toda su obra y en buena parte de su vida, pero sobre todo en sus art¨ªculos, Benet se comportaba como humorista. Ahora que todo el mundo tiene que ser gracioso cuando escribe, se nota por desgracia que abundan los zafios, rencorosos y maledicentes, pero escasean los humoristas. En un espl¨¦ndido art¨ªculo titulado Agon¨ªa del humor (1962) ya analizaba Benet los primeros s¨ªntomas de esta carencia, declarando con precisi¨®n la altura y requisitos de este g¨¦nero infrecuente: "El humor es una modalidad muy refinada del conocimiento cr¨ªtico que necesita, para desarrollarse, el campo m¨¢s f¨¦rtil y valioso de la persona: la voluntad de conocer, la audacia, la sinceridad, la objetividad, el sentido de la elegancia y del rid¨ªculo, la rectitud de conciencia y la independencia moral deben estar siempre presentes para sazonar este fruto cuyas ¨¢reas de cultivo son cada d¨ªa m¨¢s escasas". Miren a su alrededor y comparen. So long, Juan! Los aficionados a no pensar sin sonre¨ªr ya te estamos echando mucho de menos.
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