Sectas
Decir que la culpa de todo la tiene el FBI, que no se puede tolerar que entren sus huestes a saco en el Monte Carmelo y se carguen con casi 100 vidas s¨®lo porque despu¨¦s de casi dos meses les temblaba el dedo del gatillo, es un desprop¨®sito. Tenemos una vieja man¨ªa de ver en la autoridad competente de EE UU un arma letal ¨¢iempre lista para aherrojar a los pobrecitos individuos. Me cansa esta r¨¦mora del pensamiento progre, instintivamente dispuesto a adivinar intenciones imperialistas en el Gran Sat¨¢n. Vaya.?Y el mes¨ªas Koresh? Tampoco era manco, Dios le tenga en su gloria. Para empezar, junto a la Biblia ten¨ªa un espectacular arsenal militar, y, cuando unos agentes fueron a preguntar lo que se propon¨ªa hacer con ambos instrumentos de proselitismo, se llev¨® a cuatro por delante. Luego se encerr¨® con sus fieles y anunci¨® que llegaba el fin del mundo -sobre todo para ellos- y que se suicidar¨ªan antes de entregarse.
Secta o no secta, me parece que la obligaci¨®n de cualquier grupo de ciudadanos es respetar la ley y que esgrimir la Biblia no exime del cumplimiento de aqu¨¦lla. Es cierto que estos grupos seudorreligiosos, nacidos de la diversidad social norteamericana (extremadamente tolerante hasta con los integrismos M¨¢s disparatados), tienen una tendencia al secretismo que les hace rechazar cualquier mirada extra?a. Y, cuando no pueden, se suicidan (unos cuantos, porque a los dem¨¢s los obligan).
Janet Reno, fiscal general de Estados Unidos, que sabe que la acci¨®n de la polic¨ªa decidida por ella fue patosa, ha puesto su cargo a disposici¨®n del presidente. Es m¨¢s de lo que hacen los pol¨ªticos de por aqu¨ª. Cuando les pillan en un renuncio, dicen: "Naturalmente, el ministro del Interior asume toda la responsabilidad del caso. Otra pregunta". Y ah¨ª queda la cosa.
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