Oleada y no musicada
Garrido / Espartaco Chico, Jesul¨ªn, Pareja
Toros de Diego Garrido, bien presentados, descastados, 1? y 4? broncos, 2?, 3? y 5? manejables.
Espartaco Chico: pinchazo baj¨ªsimo perdiendo la muleta y metisaca escandalosamente bajo (palmas y tambi¨¦n algunos pitos cuando saluda); estocada atravesada que asoma, rueda de peones, dos descabellos -aviso con minuto y medio de retraso- y tres descabellos (silencio). Jesul¨ªn de Ubrique: pinchazo y estocada muy traseros (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada trasera perdiendo la muleta; la presidencia le perdon¨® un aviso (oreja). Mart¨ªn Pareja-Obreg¨®n: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo, med¨ªa perpendicular atravesada y rueda de peones (silencio).
Plaza de la Maestranza, 22 de abril. Segunda corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Jesul¨ªn de Ubrique cort¨® la oreja del quinto toro por una faena que hab¨ªa sido oleada pero no musicada. ?Rayos y centellas! ?C¨®mo pudo suceder? La Maestranza se precia de tener una, de las mejores bandas del mundo pero tambi¨¦n de contar con la m¨²sica para subrayar los momentos brillantes de la fiesta. Por ejemplo, el quite de un pe¨®n -aquel oportun¨ªsimo que le hizo Emilio Fern¨¢ndez a su compa?ero Manolo Sanl¨²car cuando sal¨ªa apurado de un par de banderillas, sin ir m¨¢s lejos-, fue merecedor de unos compases que se habr¨ªan de mezclar con la larga ovaci¨®n del p¨²blico.La tradici¨®n de la Maestranza es as¨ª, y manda que los pasajes lucidos de las faenas unan a los clamores de los ol¨¦s el subrayado de la m¨²sica. Lo sol¨ªan decir los antiguos revisteros taurinos, para rese?ar en pocas palabras las faenas importantes: "Fue una faena oleada y musicada". A Jesul¨ªn de Ubrique, que toreaba muy decidido, y citaba cercano a los pitones, se la estuvieron oleando de principio a fin. Primero, justo al instrumentar los derechazos de mayor temple y largura, con t¨ªmida voz; despu¨¦s, en el alarde temerario de aguantar parones con las astas roz¨¢ndole la tripita enjuta, en los pases de espaldas y en los circulares, con estremecedor estruendo.
Fue entonces, al final de la faena -que ya sumaba sus 10 minutos de reloj- cuando el p¨²blico advirti¨® que la m¨²sica no hab¨ªa sonado para nada, como si los maestros de la banda se hubieran quedado dormidos. Y se volvi¨® con ira contra ellos, armando gran alboroto. Algunos espectadores m¨¢s vehementes gritaban improperios, levantaban los pu?os, les iba a dar algo, y no era para menos pues, ?rayos y centellas, carros de demonios!, semejante desm¨¢n conmov¨ªa los fundamentos de la Maestranza.
Hubo oreja, a pesar de todo. Sin m¨²sica, pero oreja al fin, y adem¨¢s, merecida, que el torero de Ubrique pase¨® en triunfo por el redondel. Jesul¨ªn completaba as¨ª una tarde muy interesante, en la que pudieron apreciarse sus estimables progresos t¨¦cnicos. No exactamente por la habilidad con que empalma pases de pecho, o redondos con naturales, o la suerte natural con la contraria -en cuya modalidad es un aut¨¦ntico virtuoso- sino por el sentido de las distancias, el temple y el mando que imprime a sus muletazos. Lo malo de este torero es su vicio de poner la pierna contraria tan atr¨¢s y tan lejos, que parece como si estuviera toreando encima de una acequia. Pero eso al p¨²blico de le Maestranza le tra¨ªa absolutamente sin cuidado, tal cual se pudo observar.
El p¨²blico de la Maestranza es parecido a los p¨²blicos de todo el orbe t¨¢urico: o sea, seg¨²n le d¨¦. Mucho le entusiasmaron (y con raz¨®n) las apreturas encimistas de Jesul¨ªn y en cambio le impresion¨® menos el pundonor y la valent¨ªa serena de Espartaco Chico, que intentaba torear de firme y pasarse por la faja sendos toracos pregonaos. Se estaba jugando la vida Espartaco Chico, sin trampa ni cart¨®n, y como si se operaba. Silencio en las masas.
La pinturer¨ªa de Pareja-Obreg¨®n tampoco conmovi¨® sus sensibles corazones, probablemente porque era demasiado forzada. Pareja lance¨® con cierto arte e intent¨® tapar con la sevillan¨ªa de sus posturas y desplantes la destemplanza de su faena. Sin embargo, la afici¨®n sab¨ªa lo que estaba viendo y no pas¨® por ah¨ª. La casta mala del sexto desconfi¨¦ al artista, que lo liquid¨® en cuanto pudo. Y hubo nuevo silencio. Un silencio ya tenso, pues la banda y alguien m¨¢s hab¨ªan cometido el imperdonable pecado de pretender cambiar las estructuras hist¨®ricas de la Maestranza. Y eso -?rayos Y centellas!- no lo lograr¨¢n.
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