Los supervivientes del marat¨®n
36 corredores, entre ellos el acad¨¦mico Alcal¨¢-Zamora, han terminado todas las ediciones
Fil¨ªpides, el soldado que recorri¨® 42 kil¨®metros, de Marat¨®n a Atenas, para comunicar la victoria de su ej¨¦rcito, no muri¨® tras aquella carrera. As¨ª lo cree el acad¨¦mico de la Historia Jos¨¦ Alcal¨¢-Zamora, nieto del presidente de la II Rep¨²blica y. uno de los 36 aficionados que han terminado todas las ediciones del marat¨®n de Madrid. "Quiz¨¢ Fil¨ªpides s¨®lo se desvaneci¨® y la ¨¦pica hizo el resto", comenta el historiador, de 53 a?os, recordando su propia experiencia. En un marat¨®n se sufre, se sangra y se llega a bloquear la mente. "Es una prueba dolorosa", comenta. Sin embargo, todos los supervivientes de la carrera madrile?a estar¨¢n ma?ana, por decimosexta vez, en la salida.
Jos¨¦ Rodr¨ªguez-Carrasco, de 57 a?os, ha tenido que acostumbrar a sus compa?eros del departamento de Pol¨ªtica de Empresa de la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia a verlo desvestirse a cualquier hora del d¨ªa. Un respiro en la tarea docente y Rodr¨ªguez-Carrasco se pone los pantalones cortos, atraviesa los pasillos de la facultad y se va a correr a la Casa de Campo. Tambi¨¦n ha sufrido los 15 maratones de Madrid. ?l piensa que est¨¢ drogado."Empiezo a creer en la teor¨ªa de que con el esfuerzo el cerebro segrega endorfinas, una sustancia que produce efectos muy parecidos a la droga. El caso es que el d¨ªa que no corro estoy muy irritable. En una ocasi¨®n me fui a correr a las dos de la madrugada para quitarme el mono ", comenta Rodr¨ªguez Carrasco.
Fernando Gonz¨¢lez, de 39 a?os, vendedor de alfombras y juguetes de madera, s¨®lo cierra su puesto del Rastro un domingo al a?o. Ma?ana le toca. Como el resto de los supervivientes, se enganch¨® al marat¨®n en la primera edici¨®n de la carrera madrile?a, en 1978, y ya no la ha dejado.
"Me gusta, sobre todo, porque no es una prueba competitiva", comenta Fernando. A su compa?ero Rafael Garc¨ªa Navas, 45 a?os, le dio a¨²n m¨¢s fuerte. Tras probar el marat¨®n empez¨® a organizar pruebas de 100 kil¨®metros.
Aterrado
El acad¨¦mico Alcal¨¢-Zamora confiesa que desde hace una semana "est¨¢ aterrado" a medida que se aproxima la fecha. Ha pasado por experiencias dolorosas. "En Valencia, cuando faltaban 200 metros para la meta, estaba deseando que me cayera una valla encima para dejar de correr". En las Bahamas, en una carrera que figura en el Guinness, recorri¨® la distancia marotiana sobre la sentina de un buque. A 32 grados de temperatura a nivel del mar. Al acabar, como Fil¨ªpides, cay¨® desvanecido.
M¨¢s calamidades. La mitad del primer marat¨®n la recorri¨® el historiador arrastr¨¢ndose y sangrando. Sin tomar las debidas precauciones, el roce de la ropa produce al corredor heridas en las ingles, las axilas y los pezones. "Pero se siente tal orgullo cuando terminas, que no te puedes librar. Es una disciplina hermosa", explica el acad¨¦mico, que empez¨® a correr por deformaci¨®n profesional: "Un historiador deb¨ªa hacer la prueba de Fil¨ªpides", bromea.
Pero la satisfacci¨®n no evita las agujetas. "El marat¨®n es una enfermedad que necesita dos meses de recuperaci¨®n", explica Alcal¨¢-Zamora. "Yo doy todo lo que tengo y luego me duele hasta la ¨²ltima v¨¦rtebra".
El posmarat¨®n m¨¢s doloroso se produce cuando hay que bajar escaleras, aunque Alcal¨¢ Zamora tiene un remedio para aliviarlo: "Bajar de espaldas". En la Facultad de Geograf¨ªa e Historia de la Complutense, donde imparte clases, Alcal¨¢ Zamora ya no llama la atenci¨®n aunque baje los pelda?os al rev¨¦s. "Hace unos a?os s¨ª era un bicho raro", reconoce. Ahora se permite dedicar esta decimosexta participaci¨®n a sus alumnos.
Los maratonianos entrenan a diario al menos una hora. Uno de los 36 supervivientes suele ir corriendo a trabajar, desde el barrio de la Estrella hasta una tienda de alimentaci¨®n cercana a la Gran V¨ªa. Rodr¨ªguez Carrasco, aprovecha el ejercicio para preparar clases y art¨ªculos. "Entrenando suave, entre pinos, estando sudando y euf¨®rico, se me ocurren las ideas". Alcal¨¢-Zamora, que tambi¨¦n es poeta, ha llegado a escribir sonetos mientras corr¨ªa. Pero la actividad intelectual durante la carrera tiene un l¨ªmite debido al esfuerzo. "Somos m¨¢quinas bioqu¨ªmicas, pero a partir de las 24 horas somos m¨¢quinas que sufren, se deja de pensar", comenta Alcal¨¢-Zamora.
"En una ocasi¨®n", recuerda el profesor Rodr¨ªguez Carrasco, "al final del marat¨®n, iba tan inconsciente a causa del dolor que me produc¨ªa una lesi¨®n en la rodilla que ni reconoc¨ª a mi mujer".
"Vais a morir aqu¨ª"
Pero todos vuelven. Los supervivientes relatan los grandes disgustos sufridos por los compa?eros que se fueron cayendo de la lista de los incombustibles de esta prueba: la mujer que llevaba nueve carreras y no pudo salir en la d¨¦cima porque se qued¨® embarazada, el anciano que no logr¨® cumplir su decimotercera carrera por una neumon¨ªa.
Gabriel Mart¨ªn, uno de los organizadores de la prueba, les ha entregado ya el dorsal de 1993 a los 36 supervivientes. "Yo les digo: vais a morir aqu¨ª, pero no hay duda de que est¨¢n locos por el marat¨®n".
Alcal¨¢-Zamora romper¨¢ ma?ana la barrera de los 76.100 kil¨®metros recorridos en carrera. Lleva la cuenta desde que particip¨® en el primer marat¨®n de Madrid, donde tambi¨¦n se producen instantes emotivos. "En un punto del recorrido, antes por Goya, ahora por Pr¨ªncipe de Vergara, se escucha la m¨²sica del Aleluya de Haendel. No se sabe qui¨¦n lo pone, pero es emocionante", evoca el acad¨¦mico.
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