Curro Romero se cuida el cuerpo
Sep¨²lveda / Romero, Espartacio, Litri
Toros de Sep¨²lveda, bien presentados; vanos anovillados; mansos, de feo estilo. Curro Romero: tres pinchazos en el costillar y golletazo (pitos); dos pinchazos en el cuello, golletazo -aviso- y otro golletazo (gran bronca). Espartaco: pinchazo hondo trasero, rueda de peones y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); bajonazo descarado (silencio). Litri: bajonazo escandaloso (silencio); estocada (aplausos). Se retras¨® 20 minutos el comiendo de la corrida, para acondicionar el ruedo, embarrado a causa de la lluvia. Plaza de la Maestranza, 24 de abril. Cuarta corrida de feria. Lleno.
Curro Romero no es un irresponsable; no es como un servidor -sin ir m¨¢s lejos-, que fuma. Curro Romero sigue puntualmente todas las prescripciones de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud y se cuida el cuerpo. Curro.P,omero vio a trav¨¦s de las lentillas que su toro pod¨ªa perjudicarle y prefiri¨® que perjudicara a Rafaelito Torres.
Raf¨¢elito Torres es el pe¨®n de confianza de Curro Romero y lo env¨ªa al frente cuando salta a la arena un toro que le quiere perjudicar. La confianza da asco, se ha dicho muchas veces. Y si lo dijera tambi¨¦n Rafaelito Torres (es una suposici¨®n, pues nadie le ha o¨ªdo quejarse), no cabe duda de que tendr¨ªa sus motivos.
El toro era lo que se suele llamar torazo. Cuajo y trap¨ªo de cuatre?o hecho; fuerza para tumbar al caballo y ponerlo de nuevo a cuatro patas s¨®lo con el pulso en tensi¨®n de su morrillo poderoso y su le?osa cabezota.
Curro no perd¨ªa detalle de la refriega, a trav¨¦s de las lentillas. Y al observar que el torazo terrible se aquerenciaba en una parcelita cercana al burladero, le quit¨® un poco las moscas de la cara y se retir¨® al cuartel para dar las ¨®rdenes -oportunas: "iRafaelito Torres!". "?Presente!" "?De frente, ar!" Y Rafaelito Torres sali¨® y se puso a pegar capotazos, como loco.
Lo trapacearon alternativamente al tresbolillo, con orden y concierto. Primero los capotazos de Rafaelito Torres, luego el aventamiento de moscas por parte de la jefatura. Todo eso ocurri¨® en el primer toro. En el cuarto fue peor.
Fue peor en el cuarto, porque este animalote incivil a¨²n quer¨ªa perjudicarle m¨¢s el cuerpo. Y entonces Curro Romero determin¨® que saliera la infanter¨ªa en pleno. Capotazos por aqu¨ª, capotazos por all¨¢, los peones ya no sab¨ªan por d¨®nde meter mano al corn¨²peta avieso para complacer al jefe, que no acababa de darse por satisfecho. ?Otra ve!; ?M¨¢ g¨¹erta!, se le o¨ªa mandar.
?Fuera, fuera!, gritaba la afici¨®n. Justo aquella que no ha hecho la mili y desconoce la disciplina militar. Hubo protestas y revuelos en el tendido. Algunos culpaban al presidente que, el hombre, no se hab¨ªa metido con nadie.
A la hora de la verdad, Curro asumi¨® su funci¨®n de matarife (en eso no delega jam¨¢s), tir¨® de espada y la emprendi¨® a mandobles con el toraco perjudicador.
Todos los toros quer¨ªan perjudicar a todo el mundo, menos uno, que result¨® borreguito y correspondi¨® a Litri. A ese y a otro mans¨®n les dio telonazos, a su estilo. Espartaco estuvo valiente y pundonoroso con el segundo, al que logr¨® sacar meritorios derechazos, y ali?¨® al bronco quinto. Parte del p¨²blico aprovech¨® para marcharse. Pero qued¨® otra parte, dispuesta a pedirle cuentas a Curro y cantarle las verdades del barquero. No pudo, sin embargo, porque Curro mir¨® de soslayo el panorama, aliger¨® el paso, hizo as¨ª, y se col¨® de rond¨®n en la enfermer¨ªa. Iba a seguir cuid¨¢ndose el cuerpo, se supone. Si no, de qu¨¦.
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