Apolog¨ªa de la infamia
Si Borges hubiera conocido a Albert Pl¨¢, seguramente lo habr¨ªa incluido en su Historia universal de la infamia. Y si Thomas de Quincey levantara la cabeza y escuchara a este sabadelliense de 26 a?os, escribir¨ªa Del vituperio considerado como una de las bellas artes. De hecho, una frase de De Quincey parece inspirada en Albert Pl¨¢: "Se empieza por un asesinato, se sigue por el robo y se acaba bebiendo excesivamente y faltando a la buena educaci¨®n".En efecto, Pl¨¢ comienza su espect¨¢culo con la historia de un ni?o que mata alevosamente a su hermano gemelo (El sol de verano); y el broche final del concierto es una canci¨®n tabernaria, La cantina, en la que el artista y su banda, vaso en mano, brindan procazmente a la salud de una descarriada.
Albert Pl¨¢
Albert Pl¨¢ (voz), Pep Bordas (teclado, sonido y direcci¨®n musical), Pep P¨¦rez (bajo), Carlos Mu?oz (teclados), Rafael Ca?izares (guitarra flamenca), Dan? Rambla (percusi¨®n), Johnny y Peret (palmeros). Teatro Alcal¨¢ Palace. Madrid. 23 de abril.
Quiz¨¢s no sea mera coincidencia el hecho de que a la misma hora que Pl¨¢ se presentaba en Madrid, en el Palau. Sant Jordi de Barcelona comenzaba el Magno recital de homenaje a Raimon por los 30 a?os de Al vent. Raimon es una instituci¨®n. Albert Pl¨¢ abomina de las instituciones. El chico sali¨® respond¨®n, atormentado, mis¨¢ntropo, enamorado de la belleza pura y dura. Si Raimon abander¨® el inconformismo pol¨ªtico, Pl¨¢ va m¨¢s lejos: todas y cada una de sus canciones son un alegato contra la condici¨®n humana. No es que se encuentre inc¨®modo en su pa¨ªs, en una situaci¨®n concreta; es que para ¨¦l la vida no es sue?o, sino pesadilla. Por eso insiste tanto en la muerte, en la angustia, en las postrimer¨ªas. Si no fuera por su sentido del humor y del sarcasmo, ser¨ªa agobiante. Porque Pl¨¢ no deja ni un resquicio para el optimismo.
Contra la autoridad
Una de sus canciones m¨¢s pol¨¦micas, Carta al rey Melchor, no debe ser considerada como un libelo contra la monarqu¨ªa, sino como un vilipendio contra la autoridad, sea ¨¦sta civil, religiosa, militar o cultural. Y todav¨ªa m¨¢s: como es l¨²cido, tampoco se priva de maldecir de s¨ª mismo.Pl¨¢ es uno de esos artistas que se van imponiendo por el boca a boca. El Alcal¨¢ Palace no estaba abarrotado, pero s¨ª suficientemente lleno de una mocedad ilustrada con ganas de rumba y de bullanga. Claro que ese ansia de juerga y risas se convirti¨® para muchos en un cuchillo de oro que penetraba en lo m¨¢s hondo. Porque nos encontramos ante un aut¨¦ntico creador que convierte en belleza el desamparo y la ignominia. Y lo hace con talento, con un montaje esc¨¦nico sorprendente; son m¨²sicos espl¨¦ndidos, con sonido y luminotecnia efectistas. Pero si Pl¨¢ no llega a un acuerdo con su angustia, la pesadilla se puede convertir en pescadilla que se muerde la cola.
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