A la cama en autob¨²s
Los 'b¨²hos' concitan situaciones y personajes s¨®lo propios de la noche
La espera del autob¨²s nocturno, el b¨²ho, tiene alicientes que no garantizan los diurnos. En la plaza de la Cibeles, antes de que llegue el veh¨ªculo que devuelva a la cama a los noct¨¢mbulos, ¨¦stos pueden hacerse con un reloj "bueno y barato" que un hombre vende con disimulo, tomar cervezas en el carrito quiosco de un ex sargento africano o conocer "al ¨²ltimo rom¨¢ntico de Madrid", que aguarda a su compa?era con paciencia inveros¨ªmil. Sus conductores aseguran que este autob¨²s es "una diligencia sin ley" los fines de semana.
El b¨²ho funciona todas las noches desde las 12 hasta las seis de la ma?ana. Hasta las dos, la cadencia es de media hora. A partir de las tres, s¨®lo sale cada hora en punto. Los fines de semana los horarios se modifican (sale un b¨²ho cada media hora durante toda la noche), los usuarios se multiplican y los problemas se agravan. Un conductor veterano lo explica: "Sobre todo en la l¨ªnea N-2, la l¨ªnea que va al distrito de San Blas. En el viaje de vuelta (cuando un b¨²ho llega al final de su trayecto regresa despu¨¦s a Cibeles, incorporando viajeros), a la altura de la discoteca Argentina, en la calle de Pobladura del Valle, 21, si ¨¦sta acaba de cerrar, se suben muchos j¨®venes que quieren viajar al centro sin pagar. Y muchas veces no lo podemos impedir. Uno no es Superm¨¢n".Lo normal en el b¨²ho es que se fume con completa impunidad, sobre todo los fines de semana, pero tambi¨¦n se han dado casos mucho m¨¢s graves: "El a?o pasado encontramos dos muertos por sobredosis, uno en la l¨ªnea N-4 y otro en la l¨ªnea N-8", prosigue el conductor. "Pero ahora todo est¨¢ m¨¢s tranquilo. Desde septiembre se monta mucha menos gente. ?Es la crisis!". Para poner un ejemplo significativo de c¨®mo la crisis afecta al b¨²ho, cuenta c¨®mo en la Nochevieja pasada, en la que ¨¦l trabaj¨®, los que daban por finalizada la fiesta encontraron siempre sitio en el autob¨²s, cosa que no pas¨® en la Nochevieja anterior, en la que ¨¦l tambi¨¦n trabaj¨®.
El sueldo en taxis
Los d¨ªas laborables son m¨¢s tranquilos. Los que aguardan son por lo general solitarios trabajadores que matan como pueden los ratos de espera. Enrique Pulido, de 53 a?os, lo hace con un manoseado peri¨®dico deportivo rele¨ªdo ya de todas las maneras posibles. Trabaja en el sector de la hosteler¨ªa, y pasa diariamente los tres cuartos de hora m¨¢s fr¨ªos de la jornada esperando que llegue el b¨²ho de las cuatro. "Se me ir¨ªa el sueldo en taxis si no existiera el b¨²ho", afirma.No es extra?o que mientras se espera se acerquen personas que piden para poder pagar el billete. Muchos de ellos son los mendigos o drogadictos que no tienen otro sitio para dormir que el sue1-0 del pasadizo subterr¨¢neo de Banco, situado bajo las paradas de los autobuses.
Y as¨ª, mientras en la superficie los viajeros medio son¨¢mbulos se montan en el ¨²nico autob¨²s madrile?o cuyo destino es directamente el dormitorio, Sabinne, una chica francesa de no m¨¢s de 20 a?os, regresa al pasadizo, y en ¨¦l a la manta tras la que desaparece y en donde guarda la hero¨ªna.
Tony, un ex sargento del Ej¨¦rcito guineano de 35 a?os, lleva m¨¢s de uno viviendo de lo que vende a los que esperan al b¨²ho. Casi todas las noches, Tony instala su carrito-quiosco port¨¢til al lado de un puesto de peri¨®dicos cerrado.
Vende desde botes de cerveza a cigarros sueltos, y las noches en las que el negocio le va bien (los fines de semana) puede llegar a 14.000 pesetas. Todos le conocen: los conductores, que comentan que la polic¨ªa a veces les pregunta sobre su comportamiento, y los usuarios asiduos.
Un cliente habitual de Tony es Jaime Carpintero, de 48 a?os, un encargado de obra tan enamorado que es capaz de esperar a pie firme en invierno, desde las dos a las cuatro de la ma?ana, a que llegue su chavala, empleada de hotel. "Lo normal es esperar una hora s¨®lo. Pero hoy se retrasa", afirma. "Lo bueno es que Jaime no coge nunca el b¨²ho. Vive en la calle de las Huertas, a un paso de Cibeles.
Los 11 b¨²hos, uno por l¨ªnea, salen siempre a la vez de Cibeles. Llegar¨¢n en poco tiempo a sus 11 puntos de destino (el tr¨¢fico es pr¨¢cticamente inexistente a esas horas). Desde all¨ª regresar¨¢n otra vez a Cibeles, para volver a juntarse y volver a empezar. Mientras tanto, mientras se llenan las marquesinas de trabajadores solitarios o de juerguistas, quedan los de siempre: el vendedor de chucher¨ªas el inspector de la EMT o el enamorado de la paciencia de hierro. Y un mendigo escapado de un albergue, del que un polic¨ªa municipal de paisano, tambi¨¦n cliente habitual del autob¨²s nocturno, comenta: "?se ya ni b¨²ho. ?se no coge ni el murci¨¦lago".
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