Los partidarios, el peor enemigo
Apelar al realismo cuando se trata del arte espa?ol parece casi obligado, pero quiz¨¢ en esta obligaci¨®n, como tal t¨®pico, haya que buscar la fuente de los mayores malentendidos y abusos aberrantes que se han producido y se producen al respecto. No cansar¨¦ al lector con citas hist¨®ricas obvias, tanto en lo que se refiere a la imposibilidad f¨¢ctica de englobar toda nuestra historia art¨ªstica desde Altamira a Picasso, bajo la etiqueta de realismo, como, ci?¨¦ndonos m¨¢s prudentemente a los ¨²ltimos cinco siglos, poner en evidencia las muy diferentes y hasta antag¨®nicas formas de interpretar art¨ªsticamente el realismo de nuestros pintores m¨¢s sobresalientes aunque no me resisto a la tentaci¨®n de exponer a la consideraci¨®n del lector, para que mentalmente los compare entre s¨ª, los siguientes modelos, azarosamente escogidos, del sedicentemente homog¨¦neo realismo pict¨®rico espa?ol: Bermejo, Navarrete, Morales, El Greco, Ribera, Zurbar¨¢n, Vel¨¢zquez, Murillo, Mel¨¦ndez, Goya, Vicente L¨®pez, Alenza, Rosales, Zuloaga, Solana, Picasso, Dal¨ª, Antonio L¨®pez, Carmen Laff¨®n...Podr¨ªa haber sido m¨¢s intencionadamente cruel en la relaci¨®n, forzando las disparidades detectables entre los mejores pintores espa?oles de todas las ¨¦pocas, pero con la relaci¨®n citada creo que es suficiente para comprobar que ese realismo espa?ol es todo menos algo racial. Renunciar¨¦ a tratar sobre el mito rom¨¢ntico de Espa?a, que fue el que, gracias al calenturiento pasmo de ciertos escritores y artistas europeos que descubrieron nuestro pa¨ªs a comienzos del pasado siglo, invent¨® la leyenda del realismo como la expresi¨®n genuinamente nacional de la cultura espa?ola, pero si lo hago es para situarme m¨¢s r¨¢pidamente en la pol¨¦mica actual acerca del realismo espa?ol actual y, m¨¢s en concreto, acerca del valor de la obra de Antonio L¨®pez y sus allegados del as¨ª llamado realismo madrile?o, fij¨¢ndome en especial en lo que se ha escrito acerca de la supuesta guerra emprendida por la vanguardia o sus representantes oficiales contra los mismos, por no hablar ya de la legi¨®n de adeptos que s¨²bitamente se han apuntado al institucionalmente bombardeado realismo, pero que, sabiendo lo que han hecho o hacen, poco o nada tienen que ver con ¨¦l.
Puntos muy concretos
En primer lugar, desde el punto de vista familiar, generacional y cordial, la historia de A. L¨®pez tiene unos puntos de referencia muy concretos y, por fuerza, intransferibles: el ejemplo estimulante de su t¨ªo, el pintor Antonio L¨®pez Torres, al que, desde su infancia manchega siempre tuvo en cuenta, moral y est¨¦ticamente; los de algunos de sus maestros -Soria, Aedo, Laviada, Chicharro- y, asimismo, los de algunos de sus compa?eros de estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando con los que comparti¨® sus primeras inquietudes, entre los que, adem¨¢s de los que han formado parte de lo que despu¨¦s se han llamado realistas madrile?os, los hubo que no fueron realistas, y no por ello dejaron de serle art¨ªsticamente menos pr¨®ximos como Enrique Gran y Lucio Mu?oz, y, por ¨²ltimo, los modelos que indirecta mente le influyeron en su juventud como, adem¨¢s de los que -entonces pudo conocer del pasado hist¨®rico, los con tempor¨¢neos de Picasso y Dal¨ª, pero tambi¨¦n los que conoci¨® en Italia con motivo de una beca fin de carrera, entre los que hab¨ªa algunos que gozaban de predicamento previo, pues ya eran entonces estimados en determinados c¨ªrculos de la Espa?a de posguerra, como Campigli, pero tambi¨¦n Marini, cuyo clasicismo singular por su oscuro pathos tr¨¢gico se aliaba con un sorprendente amor por la textura.
No he hecho sino comenzar esta relaci¨®n contextual del universo de formaci¨®n personal de A. L¨®pez y ya me siento abrumadamente inc¨®modo, pues no dejo de pensar en tantas y tantas cosa no citadas y ciertamente fundamentales en la obra de este verdaderamente complejo artista, desde la escultura egipcia, griega, romana y renacentista hasta Giacometti o el Picasso escultor; desde Vel¨¢zquez y Vermeer hasta el modesto y casi olvidado Eugenio Hermoso... ?Y si nos ponemos a hablar de las experiencias vividas, los hechos acaecidos, las lecturas, las conversaciones, las canciones, las pel¨ªculas ... ?
Sea como sea, hay dos cosas que juzgo b¨¢sicas en este momento respecto a la extensi¨®n y el valor del realismo espa?ol actual; la segunda y m¨¢s fundamental, que Antonio L¨®pez no s¨®lo no ha sido jam¨¢s antivanguardista -y ah¨ª est¨¢ para demostrarlo muchas de sus admiraciones art¨ªsticas, muchas de sus amistades art¨ªsticas y muchos artistas que lo admiran-, sino que su obra es incomprensible sin lo moderno y la vanguardia, tanto en su forma de ser, de mirar, de pensar, como, naturalmente, de hacer. Otra cosa es que no hay que confundir el esp¨ªritu de vanguardia con las modas del pret-¨¢-porter ni la torpeza burocr¨¢tica de prescindir ocasionalmente de ¨¦l en una determinada colecci¨®n con su m¨¦rito art¨ªstico objetivo. En cualquier caso, viendo lo que veo y leyendo lo que leo ¨²ltimamente, estoy por pensar que el peor enemigo que tiene Antonio L¨®pez y el realismo moderno en general son sus sedicentes partidarios, a los que parece gustarle todo lo que ellos hacen menos su arte, que es, empero, lo verdaderamente perdurable.
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