28 a?os de carcel para el empresario que asesin¨® a un empleado tras torturarle
La cruel muerte de Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez, el joven a quien su jefe tortur¨® y asesin¨® temiendo que delatara los chanchullos de la empresa, ya ha sido castigada. David D¨ªaz, el cerebro del crimen, deber¨¢ cumplir 28 a?os de prisi¨®n.
Los otros dos asalariados de David que le ayudaron a ejecutar el asesinato (Jos¨¦ Carlos Anllo, de 27 a?os, y Roberto Huertas, de 51 a?os, este ¨²ltimo, abogado de la empresa) han sido condenados a 20 y 27 a?os de cautiverio, respectivamente.Seg¨²n se desprende de la sentencia, David D¨ªaz (el jefe) y sus dos compinches se cebaron con Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez, que muri¨® a los 23 a?os tras una larga agon¨ªa. No est¨¢ claro el d¨ªa exacto en que se produjo el crimen: el tribunal cree que ocurri¨® entre los d¨ªas 16 y el 19 de septiembre de 1989, en el chal¨¦ que David compr¨® como refugio, huyendo de sus acreedores de Galicia, en Pozuelo de Alarc¨®n. El relato del crimen viene a ser el siguiente, seg¨²n el tribunal.
David convenci¨® a Anllo y a Huertas de que hab¨ªa que asesinar a Gonz¨¢lez. Ellos asintieron. El jefe llamar¨ªa a la v¨ªctima al chal¨¦ y, mientras hablaba con ¨¦l, Anllo le asestar¨ªa por detr¨¢s, con una barra de hierro, un golpe en la nuca. Y as¨ª ocurri¨®. Gonz¨¢lez cay¨® al suelo aturdido, sin perder la consciencia. Anllo le propin¨® un segundo golpe con el hierro. Carmen Uralde, la abogada de Anllo, expres¨® ayer su contrariedad porque en la sentencia figure esta segunda agresi¨®n, "de la que no se dijo nada en el juicio".
Pese a esos dos golpes iniciales, a Gonz¨¢lez le quedaba a¨²n mucho sufrimiento por delante antes de morir. Al ver que no mor¨ªa, David trat¨® de entrangularle con sus dos manos, pero tambi¨¦n fue in¨²til. As¨ª, pues, le maniat¨®, le tap¨® la boca con esparadrapo y le acost¨® en un sof¨¢.
Al d¨ªa siguiente (muchas horas despu¨¦s, cerca de 20) David hizo beber a Gonz¨¢lez varias mezclas de aspirinas con otros f¨¢rmacos; tampoco consigui¨® su prop¨®sito. Luego intent¨® asfixiarle con unos cojines, y, como tampoco pudo, finalmente le apret¨® el cuello con el cintur¨®n de un albornoz.
Ya muerto, los procesados buscaron, sin ¨¦xito, una alcantarilla donde ocultar el cad¨¢ver. Un descampado pr¨®ximo a Pozuelo se convirti¨® finalmente en la tumba. El enterramiento lo ejecut¨® personalmente David. D¨ªas despu¨¦s, los procesados, cada uno por su lado, huyeron: Anllo, a Portugal; Huertas (el abogado), a Galicia, y David (el jefe), a Suram¨¦rica.
Incertidumbre
Pasaron meses y meses sin que la familia de la v¨ªctima (ni nadie, salvo los procesados) supiera qu¨¦ hab¨ªa pasado con Gonz¨¢lez: si estaba vivo, muerto. Sus padres, agricultores gallegos, contrataron, ya desesperados, al investigador privado Jos¨¦ Pimentel. Sus gestiones han sido cruciales para sentar en el banquillo a los tres procesados. Consigui¨® que Jos¨¦ Carlos Anllo confesara el crimen y se entregara a la polic¨ªa. Por eso, el tribunal le ha impuesto ocho a?os de c¨¢rcel menos que a David: atenuante de arrepentimiento.El investigador privado se recorri¨® media Suram¨¦rica (R¨ªo de Janeiro, Per¨² ... ) antes de dar con ¨¦l en Panam¨¢. Consigui¨® que las autoridades de ese pa¨ªs le encarcelaran, aunque poco despu¨¦s David se fugo de la c¨¢rcel, y Pimentel, tras empapelar el pa¨ªs con carteles en los que expon¨ªa su fotograf¨ªa y una recompensa, volvi¨® a encontrarlo. Seg¨²n la sentencia, David fue expulsado de Panam¨¢, y no, como esgrimi¨® ¨¦ste en el juicio, secuestrado por Pimentel. Lleg¨® a Espa?a escoltado por un polic¨ªa paname?o, aunque Pimentel viajaba en el mismo avi¨®n.
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