De toreros
?Fue sincero Ortega y Gasset cuando afirm¨® que solamente hubiera cambiado su profesi¨®n por la de matador de toros? ?Hablaba en serio Antonio Machado cuando dijo que le hubiera encantado ser un buen banderillero? No resulta po¨¦tico dudar de un fil¨®sofo, ni es filos¨®fico desconfiar de un poeta. Para un aspirante a aficionado como el que esto escribe, no le queda m¨¢s opci¨®n que admirar a Ortega y a Machado haciendo el pase¨ªllo en el ruedo de sus sue?os e ilusiones. Y se los imagina, al final de la corrida, con el traje de luces impecable porque, como dicen los entendidos, en las grandes faenas los toreros no se manchan con la sangre del animal, como m¨¢ximo con la baba del toro.Ya no estaban entre nosotros ni el fil¨®sofo ni el poeta cuando en la, plaza de Las Ventas, de Madrid, los aficionados sacaron a hombros a un cr¨ªtico taurino y en Scvilla hicieron dar la vuelta al ruedo al puntillero de la plaza de la Real Maestranza porque, desde el burladero, acab¨® con un toro que echaron al corral al escuchar el ¨²nico espada de aquella lejana tarde los tres avisos y al no colaborar los cabestros en la tarea de llevar al animal al fat¨ªdico destino. Estos dos gestos ayudan a calibrar la afici¨®n de Sevilla y de Madrid. Sin referirse a ninguna, de las dos, Paco Camino dec¨ªa que el p¨²blico le echaba en cara un defecto: "Que toreaba muy seguro". -El torero de Camas justificaba a sus cr¨ªticos afirmando que a la gente le gusta ver las faenas de peligro...
Volviendo a aquel torero, tan avisado, se comprende que olvid¨® el ¨²nico modo de salvar el cuerpo y el arte en el ruedo: mirar fijamente a los ojos del toro. Si le miras as¨ª, como dice el maestro Antonio Ord¨®?ez, el animal no se te distrae, lo tienes a raya, y comprendes si quiere cornearte o si miente. Curro Romero casi coincide con el de Ronda: "El toro no se equivoca nunca. Siempre me he equivocado yo, porque a m¨ª siempre me han cogido los toros buenos". Quien llega m¨¢s lejos en este aspecto de la fiesta es el prestigioso doctor sevillano Miguel R¨ªos Mozo. Cree que el toro descubre perfectamente si el matador atraviesa un bache psicol¨®gico, cosa que sabe aprovechar demasiado bien. Y el ex matador de toros Andr¨¦s V¨¢zquez no tuvo pudor a la hora de descubrir por qu¨¦ hubiera resucitado a un toro de Baltasar Ib¨¢n que mat¨® una tarde de triunfo: "Le vi llorar. Me di cuenta de que el animal no quer¨ªa cogerme sino jugar conmigo".
La confesi¨®n, tan noblemente ingenua, de Andr¨¦s V¨¢zquez, me trae al pensamiento el recuerdo de Fleming. Cuando en la Real Maestranza comentaron al Premio Nobel que gracias a su penicilina hab¨ªan salvado la vida a muchos toreros, ¨¦l pregunt¨®: "?Y cu¨¢ntos toros se han salvado?".
El sabio no sab¨ªa que esa pregunta s¨®lo se pod¨ªa hacer en el campo.
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