El Magnetismo del jefe
Bruce Springsteen re¨²ne en el Vicente Calder¨®n de Madrid a 50.000 espectadores
JAVIER P?REZ DE ALB?NIZ, Eran las nueve de la noche y a¨²n hab¨ªa luz natural en el estadio Vicente Calder¨®n cuando el cantante norteamericano Bruce Springsteen enton¨® las primeras estrofas de una canci¨®n dedicada a la oscuridad que bordea las ciudades: Darkness on the edge of town. Su espectral rigura, iluminada por s¨®lo dos focos y vestido con vaqueros y chaleco, fue recibida con una estruendosa ovaci¨®n por alrededor de 50.000 personas. No se llen¨® el estadio, pero s¨ª registr¨® una buena entrada: dos d¨ªas antes s¨®lo se hab¨ªan vendido 31.000 entradas. Ma?ana act¨²a en Gij¨®n; el domingo, en Santiago de Compostela, y el martes 11, en Barcelona.
El desastroso sonido inicial no afect¨® a un Springsteen que cuenta sus conciertos en Espa?a por ¨¦xitos arrolladores. En un escenario desnudo, sencillo pero opulento, interpret¨® las primeras tres canciones con la ¨²nica ayuda de una guitarra ac¨²stica y una arm¨®nica. Inmediatamente despu¨¦s aparecieron los miembros de su nueva banda, y con ellos los instrumentos el¨¦ctricos, las luces, y los temas de sus ¨²ltimos discos, Lucky Town y Human touch.Para entonces el p¨²blico ya estaba entregado. Las primeras filas aparec¨ªan abarrotadas de j¨®venes y enfervorecidos fans; chavales que ten¨ªan diez a?os cuando el m¨²sico de Nueva Jersey escribi¨® Born to run, y que repet¨ªan entusiasmados unos estribillos que hablaban de escapadas y corazones rotos.
Badlands, My hometown, y una versi¨®n de Many rivers to cross sirvieron para comprobar el potencial de su nueva banda. Shane Fontayne (guitarra), Crystal Taliefero (guitarra, percusi¨®n, saxo), Tommy Sims (bajo) y Zachary Alfort (bater¨ªa), lograron que muy pocos echaran de menos a la E Street Band, de la que s¨®lo ha sobrevivido el teclista Roy Bittan.
Y es que el Srpingsteen del 93 es lo que es por lo que ha sido. Esa es su fuerza y su raz¨®n de ser. Ese es el motivo por el que el concierto en Madrid no tuviera el m¨ªnimo margen para la improvisaci¨®n. Todo est¨¢ milim¨¦tricamente controlado: cada salto, cada frase, cada contacto con el p¨²blico...
Han pasado doce a?os desde su prirnera actuaci¨®n en Espa?a. Del atormentado rocker que present¨® el ¨¢lbum The river en un semivac¨ªo Palacio de los Deportes de Barcelona, s¨®lo quedan algunas can ciones y un par de manoseados conceptos vitales y est¨¦ticos. Pu?os al cielo y voces que buscan eco. La intensidad de sus comienzos corre el peligro de convertirse en una decr¨¦pita colecci¨®n de poses melodram¨¢ticas, y sus maratonianos conciertos de anta?o en un perezoso deambular por escenarios mastod¨®nticos.
Altibajos
Pero Springsteen hizo en Madrid de tripas coraz¨®n y sobrellev¨® de la forma m¨¢s airosamente posible su end¨¦mica monoton¨ªa. Tras interpretar en poco m¨¢s de una hora veinte canciones se produjo una pausa de 30 minutos. El boss ha de cuidar su maltrecha espalda. Con la misma ropa pero con el ya cl¨¢sico pa?uelo en la frente inici¨® la segunda mitad del concierto recordando Downton train y Because the night, antes de volver a caer en la rutina de las canciones m¨¢s recientes. Briffiant disguise, Human touch y, de forma incomprensible, una lacia y desganada versi¨®n de The river. Muy justo de voz, Springsteen interpret¨® inmediatamente despu¨¦s el Who stop the rain, de John Fogerty, y su cl¨¢sica Born in the USA.
Afortunadamente el veterano Bruce Springsteen sigue manteniendo algunas de. sus buenas costumbres. Despu¨¦s de casi tres horas de irregular m¨²sica, comenz¨® a husmear en la tenebrosa galer¨ªa que la profunda mina del rock and roll reserva a las historias tristes.
La recta final del concierto fue un detalle para con sus viejos seguidores, aquellos que a¨²n se estremecen escuchando Thunder road y Born to run. Unos momentos que se convirtieron en lo mejor de un concierto que, tal vez por inercia, acab¨® en un contundente ¨¦xito.
Babelia
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