Bellas y pertubadoras im¨¢genes de Jane Campion en 'El piano'
La cineasta australiana de origen neozeland¨¦s Jane Campion salt¨® a la fama mundial hace tres a?os con una bella, dolorosa y desequilibrada trilog¨ªa, Un ¨¢ngel en mi mesa. Ahora, con El piano, vuelve a tropezar con la misma falta de sentido de la medida y nos trae una pel¨ªcula muy imperfecta, pero con destellos de talento apasionantes. Mientras tanto, fuera del concurso, la pel¨ªcula espa?ola Sombras en una batalla experimenta un efecto de bola de nieve y, tras el largo debate de Mario Camus con el p¨²blico tras su proyecci¨®n, cada vez se habla m¨¢s de ella y nadie se explica por qu¨¦ una obra tan fuerte no est¨¢ en un concurso lleno de cine d¨¦bil.
Concurs¨® tambi¨¦n ayer Magnificat, recorrido del italiano Pupi Avati por el itinerario de una peregrinaci¨®n religiosa medieval, probablemente enganchado a la creciente y oportunista moda, mitad sacramental y mitad blasfema, generada por el inminente final del segundo milenio de la era cristiana. Este milenarismo de pacotilla recuerda a veces al primer Bergman, al segundo Pasolini y a otros exploradores de aventuras teologales m¨¢s o menos afortunadas, pero reducidas aqu¨ª a los colorines de una colecci¨®n de estampitas en la que lo l¨ªrico y lo macabro se mezclan y nos condenan a ver cursiler¨ªas seguida de vaciedades.Pero lo que hoy importa es lo que dicen Jane Campion y sus ant¨ªpodas de este lado del mundo, Carmen Maura y Mario Camus. La joven australiana y los dos veteranos espa?oles tienen esta vez algo en com¨²n: un acusado sentido del riesgo. El piano es una pel¨ªcula dif¨ªcil, tortuosa e incluso atormentada, que contiene im¨¢genes y encadenamientos de im¨¢genes sumamente fuertes, duros, poderosos y, sobre todo, inusuales. La inventiva de esta cineasta es a veces deslumbrante y la zona media y final de El piano supone un ejercicio de cine casi suicida, porque camina sobre el filo barbero del rid¨ªculo y no obstante jam¨¢s cae en ¨¦l. Por el contrario, en los momentos m¨¢s peligrosos la pel¨ªcula se eleva el empaque y se estira la dignidad de este tremendo relato de amor, de servidumbre, de mutilaci¨®n y de horror.
Uno de los m¨¦todos de urgencia para descubrir con m¨ªnimas garant¨ªas de acierto el fuste de un cineasta es estar muy atento a lo que se juega en cada pel¨ªcula. Jane Campion se juega en El piano poco menos que el cuello, pues sin tener una batuta de acero en la mano la orquestaci¨®n de una sinfon¨ªa de tan negra sensualidad como la que nos propone derivar¨ªa fatalmente hacia la subnormalidad. Pero en El piano no ocurre tal cosa, sino lo contrario: poco a poco, desde el cieno, Jane Campion nos eleva al cielo y el vuelo se agradece mucho en un concurso hasta ahora inundado por aguas inm¨®viles.
De ah¨ª, de la debilidad de las pel¨ªculas en concurso, extrae por comparaci¨®n una parte de su fuerza el filme espa?ol Sombras en una batalla. El boca a o¨ªdo ha funcionado velozmente y la pregunta derivada de ¨¦l parece tener ya a las propias: ?por qu¨¦ no la han tra¨ªdo a concursar?; ?politiqueo?; ?miop¨ªa?; ?tendencia francesa a mirar a lo espa?ol por encima de los Pirineos?; ?todas estas cosas juntas ...?
Por ejemplo, si Sombras en una batalla hubiera concursado, Carmen Maura ser¨ªa hoy -y a la espera de los rivales de los d¨ªas futuros- candidata por abrumadora superioridad al premio a la mejor actriz. Su creaci¨®n es eminente, insuperable, lo que a?adido al hecho de que cada vez que aparece escrito en una pantalla el nombre de esta actriz se les pelan las manos a todos los espectadores europeos, lo dice todo. Pero Carmen Maura ni est¨¢ en concurso ni, cuentan que a causa de un pie herido, est¨¢ en Cannes. Nueva inc¨®gnita: ?por qu¨¦ se ha elegido su vac¨ªo en vez de su plenitud?
Mario Camus habl¨® ayer ante una fervorosa concurrencia de Sombras en una batalla. Pese a que la torpeza con que est¨¢n escritos los subt¨ªtulos en franc¨¦s, que dificult¨® a muchos espectadores desinformados orientarse en la sangrienta trastienda hist¨®rica del terrorismo en Espa?a, la fuerza dram¨¢tica del relato y de sus personajes gan¨® a todos, incluidos los desorientados. Es el sello del gran cine: el predominio de la historia narrada en letra min¨²scula sobre la oquedad de la Historia escrita en may¨²scula.
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