Tres no pactan si uno no quiere
El PP y el PSOE ofrecen di¨¢logo social. Pero no lo tienen f¨¢cil tras diez a?os con m¨¢s huelgas generales que grandes acuerdos
Los estrategas del Partido Popular preparan ya los papeles para negociar con sindicatos y patronal un plan contra la crisis. El PSOE ha puesto buen cuidado a incluir en el programa electoral algunas de las viejas demandas sindicales, con la vista puesta en un acuerdo por el empleo. Todos quieren un pacto social y no saben c¨®mo. Juran y perjuran que su prioridad es el consenso, aunque las ofertas caigan en un saco lleno de agujeros. Ni uno ni otro lo tienen f¨¢cil.Sus futuros interlocutores oyen, se dejan querer y no apuestan un duro por un gran pacto. Si gana las elecciones el PP, CC OO se va a resistir. Si el PSOE sigue en el Gobierno, la UGT pondr¨¢ los peros. Y la CEOE est¨¢ llena de esc¨¦pticos. S¨®lo los m¨¢s optimistas esperan un giro radical, tras diez a?os con m¨¢s huelgas generales (tres: una en cada legislatura socialista) que grandes pactos (dos: el acuerdo Econ¨®mico y Social, AES, y los consensos de 1990).
Celia Villalobos, la ministra deTrabajo en la sombra del PP, esta convencida de que ellos parten con ventaja. "Somos v¨ªrgenes en ese campo", afirma. "Nosotros no les hemos enga?ado nunca". Sus planes son: "Negociar todo". Y eso significa la reforma del mercado laboral, la moderaci¨®n salarial, la ley de huelga o la reforma del Inem. Admite algua dificultad. Las relaciones del PP con UGT son buenas; mejor dicho, normales. Con CC OO, no tanto.
El l¨ªder del PP, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y el m¨¢ximo dirigente de CC OO, Antonio Guti¨¦rrez, se han entrevistado una vez. Fue hace meses. Y cuando Aznar pregunt¨®: ?Qu¨¦ pasar¨¢ cuando nosotros gobernemos?, Guti¨¦rrez se ausent¨® discretamente de la reuni¨®n. La falta de sinton¨ªa es evidente, y una dirigente de Comisiones asegura que con el PP es impensable un acuerdo. Y argumenta: "Si al PSOE le hemos negado el pan y la sal, no vamos a sentarnos d¨®cilmente con la derecha a pactar un ajuste".
En UGT se niegan a "ejercicios de simulaci¨®n", y su declaraci¨®n de principios vale tanto si gobierna la derecha como si repite el PSOE. Jos¨¦ Mar¨ªa Zufiaur lo describe gr¨¢ficamente: "Usted tiene que eliminar los problemas reales y luego nos hacemos la foto". Y para ¨¦l los problemas reales no son los salarios ni el mercado laboral. S¨ª el precio del dinero, la reactivaci¨®n de la econom¨ªa, las inversiones, la vivienda o la fiscalidad.
Los dirigentes ugetistas reconocen que les ha sorprendido gratamente que el PSOE haya incluido en su programa una reforma laboral distinta a la enviada por el Gobierno al Consejo Econ¨®mico y Social (CES) y que su prioridad sea ahora fomentar el empleo estable.
Ese compromiso, junto al de mantener la ley de huelga pactada, la definici¨®n de una pol¨ªtica industrial, los planes de vivienda y las inversiones previstas en formaci¨®n son los "mimbres" que pueden facilitar el di¨¢logo. Eso lo reconocen en privado tanto en UGT como en CC OO.
En los dos sindicatos se mueve un sector de dirigentes que quieren pactar e incluso ven necesario salir a proponerlo el 7 de junio, pero son conscientes de que los partidos no les han allanado el camino. El PSOE y el PP han tenido la poca habilidad de incluir en sus programas la moderaci¨®n salarial y la reforma laboral -donde cada uno entiende lo que le conviene- y eso ha bastado para que las centrales se pongan en guardia. Su respuesta es que, si no se produce un cambio en la pol¨ªtica econ¨®mica, no hay nada que hacer. En resumen: cada parte pide al contrincante su joya m¨¢s preciada.
La posici¨®n de la patronal es la m¨¢s c¨®moda. El PP no le pide renuncias y el PSOE tan s¨®lo alg¨²n control de las rentas empresariales. Jos¨¦ Mar¨ªa Cuevas, presidente de CEOE, no se opone a debatirlo, pero ha dejado claro su l¨ªmite: "Que los dividendos distribuidos tengan un tratamiento distinto a los no repartidos".
Va a necesitar mucho ingenio el futuro Gobierno para convencer a las centrales de que no s¨®lo reclama sacrificios a los trabajadores. Si no lo hace, corre el riesgo de repetir la experiencia de los dos ¨²ltimos intentos de di¨¢logo frustrados (el pacto de competitividad y el conato del oto?o pasado).
Y lo que tienen claro las dos centrales es que no firmar¨¢n en solitario nada. UGT lo aprendi¨® con los incumplimientos del AES: la primera vez, de una larga lista, que el l¨ªder de UGT, Nicol¨¢s, Redondo, se siente enga?ado por el Gobierno socialista y se empieza a gestar la ruptura hist¨®rica entre la UGT y el PSOE No es casualidad que coincida ese proceso con el acercamiento entre: CC OO y UGT.
Mesas rotas
La unidad sindical tiene una primera fecha oficial: el 15 de febrero de 1988, cuando Antonio Guti¨¦rrez y Nicol¨¢s Redondo firman una plataforma com¨²n para la negociaci¨®n colectiva y empiezan a reclamar un cambio profundo en la pol¨ªtica econ¨®mica, el tantas veces pedido "giro social".En las mesas donde se discutieron sus propuestas, -cerrada una tras otra con total desacuerdo- se fueron sumando argumentos para la segunda huelga general de la etapa socialista: el hist¨®rico 14-D, tras el paro general de 1985 contra la reforma de las pensiones y anterior al de mayo de 1992 contra la modificaci¨®n del subsidio de paro (el decretazo).
Durante estos diez a?os en cada mesa rota o coja ha habido un aparente culpable o un sector de la patronal, los sindicatos o el Gobierno que impidieron llegar a acuerdos. Miguel Boyer, entonces ministro, frustr¨® por medio punto de salarios un acuerdo interconfederal en 1984, CCOO no firm¨® el AES (1985-1986), la CEOE rompi¨® la baraja en los pactos de 1990, Nicol¨¢s Redondo (UGT) peg¨® un pu?etazo en la mesa y abandon¨® el fallido plan para la competitividad (1991), y el ministro Carlos Solchaga puso la proa al consenso sobre la ley de huelga.
En el futuro, los 3.300.270 parados son otros tantos argumentos para confiar en que las relaciones cambien. Sin embargo, un conocido empresario asegura que "ni con Solchaga ni con Cuevas ni con Redondo es posible un pacto". En CC OO tambi¨¦n hay resistencias y en el ¨²ltimo consejo confederal un dirigente lanz¨® este reto: "Nos enfrentamos a elegir entre pedir un pacto o que nos impongan un plan de estabilizaci¨®n".
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