El valor de un gesto
EL LAMENTABLE incidente del proyecto frustrado de instalaci¨®n en Asturias de una planta petroqu¨ªmica de capital saud¨ª ha terminado de una forma razonable y digna: si, como todo permite deducir, el Gobierno aut¨®nomo, y su presidente a la cabeza, han sido objeto de una estafa o enga?o, s¨®lo cab¨ªa asumir las responsabilidades pol¨ªticas -puesto que no ha habido gastos econ¨®micos, seg¨²n la versi¨®n oficial- e interponer la correspondiente denuncia judicial si hubo delito. La dimisi¨®n del presidente y de su Gobierno en pleno es el reconocimiento de un error, pero tambi¨¦n una actitud clara y poco frecuente de una regla no escrita: los errores se pagan. Un comportamiento tan sencillo como ejemplar puede ser interpretado desde diversos puntos de vista, pero la dimisi¨®n a bote pronto anula totalmente la odiosa sensaci¨®n de que el apego al poder est¨¢ indisolublemente unido a la condici¨®n del pol¨ªtico. Es, sin duda, la reivindicaci¨®n de una profesi¨®n, pues en pocas ocasiones como la descrita el sentido com¨²n se ha mostrado m¨¢s pr¨®ximo a las decisiones sensatas.Los hechos son tan ins¨®litos que si no fuera por la frustraci¨®n social que conllevan, encajar¨ªan en una nueva y refinada picaresca de finales de siglo: la pasada semana, dos d¨ªas antes de iniciarse oficialmente la campa?a electoral, el presidente del Principado de Asturias, el socialista Juan Luis Rodr¨ªguez-Vigil, convoc¨® una conferencia de prensa para anunciar a bombo y platillo una inversi¨®n multimillonaria -360.000 millones de pesetas- en territorio asturiano para construir una planta petroqu¨ªmica. Dio el nombre del inversor, el Saudi International Bank, de capital estatal de Arabia Saud¨ª, y subray¨® que dar¨ªa empleo a 1.500 asturianos de forma directa y unos 5.000 inducidos. Incluso precis¨® que se compromet¨ªa a Conseguir el 30% de la inversi¨®n (108.000 millones) del Gobierno central para subvencionar el proyecto.
En principio, la noticia fue recibida como se merec¨ªa: todo un bombazo. Tanto desde el punto de vista econ¨®mico y social, por lo que supone para una regi¨®n deprimida por la crisis industrial, como desde el pol¨ªtico, por lo que representaba como arma electoral en, v¨ªsperas de las elecciones. Sin embargo, al d¨ªa siguiente ocurri¨® lo peor. Todo lo anunciado por Rodr¨ªguez-Vigil empezaba a convertirse en un fiasco. El propio Saudi Intemational Bank, desde sus oficinas de: Londres y Nueva York, negaba categ¨®ricamente la existencia de la mencionada inversi¨®n.
Mientras tanto, en Madrid, el ministro de Industria, Claudio Aranzadi, reconoc¨ªa haberse enterado del asunto por "lo que dicen los peri¨®dicos". ?C¨®mo es posible que una inversi¨®n de tama?o calibre, en la que se asegura que la Administraci¨®n central va a financiar m¨¢s de 100.000 millones de pesetas, no sea conocida por los responsables del Gobierno? ?C¨®mo se puede anunciar una inversi¨®n tan fuerte sin haber hablado directamente con los inversores, como reconoci¨® Rodr¨ªguez-Vigil?
Es evidente, y as¨ª lo reconoci¨® el ahora dimisionario presidente, que deposit¨® una confianza excesiva en los intemediarios de la inversi¨®n. Lo peculiar del asunto es que todo ello se produce en v¨ªsperas de unas elecciones generales en las que la incertidumbre de sus resultados multiplica por mil el valor de los gestos. Rodr¨ªguez-Vigil, suponemos que euf¨®rico por el importante impacto popular y electoral de la hipot¨¦tica inversi¨®n, super¨® con excesiva facilidad los pormenores del proyecto, obvi¨® las preguntas m¨¢s elementales y Confundi¨®, en suma, el deseo con la realidad.
Pero si la historia remite a p¨ªcaros, enga?os y precipitaciones, la resoluci¨®n de la misma -la r¨¢pida dimisi¨®n del Gobierno asturiano y el anuncio de investigar y clarificar todos los extremos de la historia-, demuestra dos cosas importantes: de un lado, que la dureza de la campa?a electoral no hace olvidar -sino m¨¢s bien parece estimularlo- el componente moral de: las decisiones pol¨ªticas. De otro, que la ciudadan¨ªa tiene la oportunidad de comprobar que las reglas del juego lo son para todos.
Son tiempos dif¨ªciles en los que, en ocasiones, el valor de un gesto permite, recuperar la confianza en la clase pol¨ªtica. Han sido demasiados casos de incompetencia tolerada, de f¨¢cil culpabilizaci¨®n ajena-en pr¨¢cticamente todo el espectro pol¨ªtico- como para que un reconocimiento expl¨ªcito e inmediato de un grave error pase inadvertido.
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