Reivindicaci¨®n del rabo
Viene a colaci¨®n aquel chiste en el que alguien dec¨ªa: "?Cree usted que mi mujer es guapa?". Y se contestaba con una pregunta: "?Comparada con qui¨¦n?". Esto se traslada al mundo del toro y encuentra acomodo sin problema alguno. A explicarse.El m¨¢ximo trofeo que puede obtener un espada en la plaza de Madrid consiste en las dos orejas, visado de salida a hombros por la puerta grande. Art¨ªculo 84.2 del reglamento: "La concesi¨®n de una oreja se realizar¨¢ por el presidente a petici¨®n mayoritaria del p¨²blico; la segunda oreja ser¨¢ de la exclusiva competencia, del presidente, que tendr¨¢ en cuenta la petici¨®n del p¨²blico, las condiciones de la res, la buena direcci¨®n de la lidia en todos los tercios, la faena realizada tanto con el capote como con la muleta y, fundamentalmente, la estocada".
Faenas ha habido en las ¨²ltimas temporadas, por, evitar traslados a ¨¦pocas lejanas en la memoria, que admiten parang¨®n entre s¨ª. Por ejemplo, un trasteo de Fernando Lozano, en 1990, a un manso de Aldeanueva fue premiado con dos orejas; tambi¨¦n en 1990, en la feria de oto?o, una faena de Fernando C¨¢mara a un toro de Couto de Fornilhos obtuvo el mismo premio; lo mismo sucedi¨® con sendas faenas de C¨¦sar Rinc¨®n, en la feria de 1991, ante toros de Baltasar Ib¨¢n y Murteira Grave; en la corrida de la Beneficencia de 199 1, dos toros de Samuel Flores, lidiados por C¨¦sar Rinc¨®n y Ortega Cano, fueron doblemente desorejados. Y, recientemente, Jos¨¦ Mar? Manzanares y Javier V¨¢zquez acaban de hacer lo propio.
Pues bien, al margen matices, detalles, apuntes, gustos, apetencias, inclinaciones, filias, fobias, fijaciones, etc¨¦tera, el com¨²n de los aficionados no alberga dudas acerca de los m¨¦ritos de cada una de estas faenas. Atendiendo a los criterios expresos en el art¨ªculo 84.2, la primera oreja en realidad la concede el p¨²blico mediante su petici¨®n mayoritaria. Sin embargo, respecto de la segunda, potestativa del presidente, es evidente que hay faenas que re¨²nen m¨¢s m¨¦ritos que otras y, no obstante, son premiadas de id¨¦ntico modo.
?Es esto justo? ?Es lo mismo lidiar variado en la muleta y en el capote que no hacerlo? ?Comporta igual riesgo medirse a un toro con poder que a otro renco? ?Es igual logro acabar con el toro de estocada correcta que defectuosa? ?Supone lo mismo perder la muleta en el ¨²ltimo encuentro que . no perderla? No es aventurado dar la respuesta: un m¨²ltiple no.
Si ello es as¨ª, quiz¨¢ sea necesaria la reivindicaci¨®n de reforma del reglamento en cuanto a la concesi¨®n de los m¨¢ximos trofeos. O eso, o la resurrecci¨®n del s¨ªndrome Pangua, presidente que concedi¨® un rabo a Palomo Linares, un 22 de mayo de 1972, y a partir de ah¨ª ya no pudo conceder m¨¢s rabos. Tampoco m¨¢s orejas. Fue destituido.
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