Indur¨¢in guarda la calma en una guerra de nervios
Miguel Indur¨¢in (Banesto) fue ayer el patr¨®n en la jornada m¨¢s extra?a del Giro. El ciclista navarro no perdi¨® en ning¨²n momento la calma en los kil¨®metros finales de una etapa que se desarrollaron como una guerra de nervios. Claudio Chiappucci (Carrera) atac¨® y, desanimado, tuvo que desistir. Franco Chioccioli (GB-MG) y Maurizio Fondriest. (Lampre) atacaron tambi¨¦n. Lograron 44 segundos de ventaja que les hacen recuperar ilusiones. Buenas noticias para Indur¨¢in la v¨ªspera de los Dolomitas. El ruso Dmitri Konysliev (Jolly) gan¨® la etapa. Fue su segundo triunfo en este Giro
La explosi¨®n de energ¨ªas ahorradas durante la primera mitad del Giro ha resultado en una carrera incontrolable y nerviosa. La inteligencia y el temple, sin embargo, acaban imponi¨¦ndose. Indur¨¢in, por ejemplo, vio c¨®mo subiendo a la Rosina, un puerto largo, Chioccioli y Chiappucci se despendolaban. Uno m¨¢s escandaloso que el otro. Chioccioli casi cay¨¦ndose por el manillar. Es su particular parto de ' los montes. Y aunque cobraban ventaja y se juntaban a Armand de las Cuevas (Banesto), que hab¨ªa saltado antes, Indur¨¢in ni se inmut¨®. Viajaba solo en el grupo selecto, nunca a m¨¢s de 35 segundos del tr¨ªo. Nadie de su equipo le acompa?aba -"el fallo de Ru¨¦ ha, sido preocupante", dijo luego rsu director, Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri-, e Indur¨¢in hizo lo que hab¨ªa que hacer: ponerse a rueda y observar c¨®mo el Mercatone Uno, equipo del l¨ªder, Leali, trabajaba para mantener la maglia rosa.Y a fe que la mantuvieron. Como condenados tiraron Zaina, Bordonalli y Giupponi -curiosamente, tres ex compa?eros de Chiappucci en el Carrera-. Detr¨¢s, tranquilo, Indur¨¢in, y, a su espalda, Leali, y tambi¨¦n Bugno, Fondriest y Argentin. All¨ª, el ganador de los dos ¨²ltimos,Tour hizo de patr¨®n.Vio c¨®mo Roche, compa?ero de Chiappucci, incordiaba para molestar en cabeza. Se acerc¨® y simplemente le toc¨® en el hombro con la mano. El irland¨¦s recul¨¦. Resumen: una guerra t¨¢ctica de esperar y hacer tensarla situaci¨®n hasta que alguien no aguante.
Quien no aguant¨® fue Chiappucci. Chioccioli hab¨ªa desistido antes, aunque guard¨® fuerzas para volver a intentarlo al final. Pero El Diablo no conoce el dicho que hizo millonario a Rockefeller: el derroche voluntario acarrea la triste carencia. Y tampoco se lo dio a conocer De las Cuevas. El compa?ero franc¨¦s de Indur¨¢in dio una lecci¨®n de saber estar? Hab¨ªa atacado con la intenci¨®n de ganar la etapa y vio como se le un¨ªan dos pesos pesados. A cola se coloc¨® el met¨®dico De las Cuevas, que por la ma?ana hab¨ªa hecho al mec¨¢nico cambiarle las ruedas. Le hab¨ªan colocado a prueba unos nuevos tubulares de color verde y se neg¨® a llevarlos. Luego, cuando ¨¦l y Chiappucci afrontaban solos el falso llano que coronaba el puerto logr¨® descorazonar al italiano. El Diablo iba a tope con el plato grande y animoso. A su rueda, De las Cuevas, plato peque?o y pedaleo ¨¢gil. Y de vez en cuando hac¨ªa Como que le relevaba, pero en realidad aminoraba la marcha. Nervioso, Chiappucci no aguantaba ni dos segundos. Otra vez a tirar y m¨¢s desgaste. Aburrido, el italiano termin¨® por levantar el pie. De las Cuevas le dijo: "Ya ve!, no te voy a ayudar nada"; Chiappucci le replic¨®: "Ya veo, lo entiendo". Y, mansos, al corral.
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