Estados Unidos firma el Tratado de Biodiversidad cuando se cumple un a?o de la Cumbre de la Tierra
Se cumple ahora un a?o desde que 160 jefes de Estado se reunieron en un aparatoso palacio de congresos en las afueras de R¨ªo de Janeiro, protegidos por el Ej¨¦rcito brasile?o, para inaugurar una nueva era mundial de mayor conciencia medioambiental. El balance, que coincide con la celebraci¨®n del D¨ªa Mundial del Medio Ambiente, es pobre, en un ambiente de par¨¢lisis, afectado por la crisis econ¨®mica. Ayer, sin embargo, el presidente Clinton hizo coincidir el aniversario con la firma por parte de Estados Unidos del Tratado de Biodiversidad, a lo que su antecesor Bush se hab¨ªa negado, lo que puede dar un nuevo impulso al esp¨ªritu de R¨ªo.
"No es un secreto que Estados Unidos tiene a¨²n reparos a aspectos concretos de este tratado", se?al¨® la embajadora estadounidense en la ONU, Madeleine Albright, tras firmar el Tratado sobre Biodiversidad ayer en la sede de Nueva York, informa Reuter. "Pero hemos decidido que es mejor firmarlo y jugar un papel de liderazgo en la pol¨ªtica internacional en este campo".En el a?o transcurrido desde la Cumbre de la Tierra, la puesta en marcha de los mecanismos financieros que permitan empezar a cubrir las necesidades expuestas en R¨ªo ha sido especialmente lenta, en el marco de una crisis econ¨®mica que afecta a los paises donantes, mientras chirr¨ªa la mastod¨¦ntica maquinaria de la ONU intentando adaptarse a las nuevas directrices.
En Brasil, el presidente Fernando Collor de Melo, que vivi¨® sus d¨ªas de mayor gloria internacional durante la conferencia, cay¨® pocos meses despu¨¦s acusado de corrupci¨®n y el nuevo Gobierno est¨¢ siendo ampliamente criticado por la falta de acci¨®n sobre una zona especialmente importante para el equilibrio mundial como es la amaz¨®nica. "Hemos perdido totalmente el control en el ¨²ltimo a?o sobre la explotaci¨®n forestal del Amazonas", ha dicho Jaime Tadeo, ingeniero forestal de un organismo p¨²blico. Proyectos medioambientales a financiar con recursos internacionales duermen en los cajones de los bur¨®cratas de Brasilia, esperando una formulaci¨®n adecuada o los fondos exigidos en contrapartida, informa Ricardo Soca.
En Indonesia, la segunda reserva mundial de bosque tropical tras la Amazonia, las cosas no van mejor. Un informe confidencial del Banco Mundial, conocido el pasado mi¨¦rcoles, se?ala que el ritmo de explotaci¨®n de los bosques es un 50% m¨¢s elevado que el que permitir¨ªa su conservaci¨®n. El Gobierno indonesio ha se?alado repetidamente que no puede mantener sus bosques sin ayuda financiera, dada la situaci¨®n del pa¨ªs, con una poblaci¨®n de 160 millones de habitantes y un r¨¢pido ritmo de crecimiento econ¨®mico.
Tom¨¢s Azc¨¢rate, el espa?ol que preside desde hace unos meses el programa Hombre y Biosfera de la Unesco, lo dice bien claro: "Estoy disgustado por el ritmo tan lento al que van las operaciones internacionales medioambientales". En el debe cita las pocas ratificaciones de los tratados adoptados en R¨ªo y las precarias condiciones de los secretariados de los tratados sobre biodiversidad y sobre cambios clim¨¢ticos. "La situaci¨®n es confusa y avanza muy lentamente", resume. "No se trata s¨®lo de implementar los instrumentos que surgieron en R¨ªo sino de cambiar la filosofia global".
En esta confusi¨®n juega un papel importante la lucha por el poder dentro de la ONU, que intenta digerir lo emanado de R¨ªo para ponerlo en marcha. Sus organizaciones, desde la de Alimentaci¨®n y Agricultura (FAO) hasta los programas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Desarrollo (PNUD) o la Organizaci¨®n Meteorol¨®gica Mundial (OMM), optan a un reparto de competencias que ir¨¢ acompa?ado de fondos y todos quieren erigirse en paladines del desarrollo sostenible, el concepto clave emergente de la Cumbre de la Tierra. Pero hay todav¨ªa muy poco dinero a repartir.
El cambio m¨¢s visible se est¨¢ dando en el PNUMA, cuya nueva directora general, la canadiense Elizabeth Dowdeswell, se ha quejado ya de que los pa¨ªses desarrollados han incumplido los compromisos de R¨ªo.
T¨¦cnicas no contaminantes
Los problemas econ¨®micos van a ser el principal impedimento para la aplicaci¨®n del Tratado sobre Cambios Clim¨¢ticos, seg¨²n su secretario, Michael Zammit Cutajar. Estim¨® Cutajar el pasado mi¨¦rcoles que se precisan entre 3.000 y 4.000 millones de d¨®lares para adoptar t¨¦cnicas no contaminantes en la producci¨®n agr¨ªcola e industrial, especialmente en los pa¨ªses en desarrollo, informa Ana Fern¨¢ndez desde Ginebra. Cutajar se?al¨® como positivo el cambio de actitud del Gobierno de EE UU, pa¨ªs que en R¨ªo impidi¨® que en el tratado se fijaran l¨ªmites concretos para las emisiones.
El problema del dinero
En el centro de la financiaci¨®n internacional del medio ambiente estar¨¢ probablemente el Global Environmental Facility (GEF), el fondo creado de forma experimental en 1990 por el Banco Mundial y los programas de Naciones Unidas para el medio ambiente y el desarrollo, que emergi¨® de la Cumbre de R¨ªo como el instrumento preferido por los Gobiernos. Sin embargo, esta decisi¨®n estuvo condicionada a la reestructuraci¨®n del GEF, pedida por los pa¨ªses en desarrollo y que ha sido discutida en una reuni¨®n en Pek¨ªn a finales de mayo, aunque no se tomar¨¢ la decisi¨®n final hasta diciembre de este a?o.Fuentes del Banco Mundial indican que los pa¨ªses donantes han establecido el objetivo de reunir de 2.000 a 3.000 millones de d¨®lares para la segunda fase de tres a?os del GEF a partir de julio de 1994, pero sin compromisos financieros concretos. Durante la fase piloto del GEIF (1991 a 1993) se van a distribuir 1.300 millones de d¨®lares., Pero el volumen manejado por el GEF es muy peque?o comparado con el del Banco Mundial, que ha aumentado mucho desde R¨ªo los fondos para proyectos medioambientales, adem¨¢s de revisar el impacto ambiental de todos los proyectos presentados, seg¨²n explica Dennis Mahar, jefe de divisi¨®n del medio, ambiente para Latinoam¨¦rica. En esta regi¨®n concreta, el 40% de los pr¨¦stamos del Banco Mundial fueron en 1992 para proyectos medioambientales.
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