Aires del 79
Los resultados del 6-J han dado una desahogada victoria a los socialistas tanto en voto popular como en n¨²mero de esca?os. La remontada del PSOE, tras varias semanas de sostenido empate (registrado d¨ªa a d¨ªa por los sondeos), no puede sino traer a la memoria la recta final del refer¨¦ndum de la OTAN, cuando la entrada en escena de Felipe Gonz¨¢lez logr¨® invertir el sentido de la marea. Pero estas elecciones generales de 1993 parecen a¨²n mas emparentadas con los comicios de 1979, tanto por el desarrollo de la campa?a como por su desenlace. Desde la convocatoria de los comicios hasta el cierre de los colegios, el re?ido car¨¢cter de la lucha, el esfuerzo de los contendientes por adue?arse del centro (empujando cada partido a su competidor hacia los extremos del espectro) y las grandes expectativas albergadas por la oposici¨®n (el PSOE entonces y el PP ahora) para alzarse con el triunfo construyen un puente anal¨®gico entre dos citas con las urnas separadas por catorce a?os.Tambi¨¦n las reacciones ante los resultados de 1993 y sus eventuales consecuencias recuerdan con viveza la cosecha de 1979; la victoria de los socialistas dejar¨¢ inevitablemente una herida emocional en los populares, que creyeron rozar, con los dedos la victoria despu¨¦s del primer debate televisivo entre Felipe Gonz¨¢lez y Aznar y que han vivido con amargura comprensible su fracaso. Si entonces el PSOE no encaj¨® con excesiva deportividad la derrota, las primeras reacciones de algunos dirigentes del PP al conocer los datos oficiales hicieron temer que su rabieta de malos perdedores pudiera alcanzar extremos peligrosos: afortunadamente la correcta comparecencia de Aznar en rueda de prensa al filo de la medianoche despej¨® cualquier duda al respecto. Hasta el m¨¢s decepcionado de los populares terminar¨¢ por darse cuenta de que el derrotado en unas elecciones democr¨¢ticas no pierde una guerra sino una batalla: los perdedores de 1993 pueden ser los triunfadores de 1997.
La oposici¨®n dispone en un r¨¦gimen parlamentario de un ampl¨ªsimo campo de acci¨®n, tanto para preparar las condiciones que le permitan vencer en la pr¨®xima cita como para participar en la adopci¨®n de las decisiones a trav¨¦s del trabajo parlamentario. En 1979, los socialistas s¨®lo superaron su depresi¨®n post-electoral despu¨¦s de aclarar sus ideas: el mensaje de moderaci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez logr¨® finalmente imponerse a las tesis que atribu¨ªan a un d¨¦ficit de radicalismo la derrota del PSOE en las urnas. Posiblemente el PP tenga que pasar ahora por un rito, de iniciaci¨®n semejante: para consagrase como alternativa de poder necesita que su deriva hacia el centro, no se vea interrumpida por maniobras orientadas a hacerle regresar a las posiciones de la derecha autoritaria. Cabr¨ªa preguntarse tambi¨¦n si las analog¨ªas entre 1993 y 1979 pueden hacerse extensivas a la victoria socialista. Hace catorce a?os el amplio triunfo de Su¨¢rez en las urnas no impidi¨® la posterior derrota y destrucci¨®n de UCD, no s¨®lo por los conflictos internos del centrismo sino tambi¨¦n por su incapacidad para actualizar sus mensajes y su programa; s¨®lo el tiempo dir¨¢ si Felipe Gonz¨¢lez y el PSOE sufrir¨¢n un destino semejante o si los socialistas conseguir¨¢n realizar a tiempo su renovaci¨®n.
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