Dos a?os de mediaci¨®n est¨¦ril
Desde la guerra en Croacia hasta el programa de Washington, la diplomacia ha sido incapaz de lograr la paz
Philippe Morillon, jefe de los cascos azules en Bosnia, hab¨ªa convocado a los responsables militares de las tres fracciones en lucha para discutir la protecci¨®n de las zonas de seguridad. La cita del 28 de mayo era en el aeropuerto de Sarajevo, una de las cinco zonas de seguridad decididas por las Naciones Unidas. Morillon esper¨® en vano la llegada del general Ratko MIadic, jefe de los serbios de Bosnia.En lugar de disculpas, las tropas de MIadic enviaron granadas y morteros a modo de tarjeta de visita. Los generales Sefer Halilovic, musulm¨¢n, y Milivoj Petkovic, croata, abandonaron la reuni¨®n con las manos vac¨ªas y quiz¨¢ algunas bajas en sus filas.
La abortada reuni¨®n en Sarajevo se produc¨ªa apenas cinco d¨ªas despu¨¦s de que cinco pa¨ªses (EE UU, Rusia, Espa?a, Francia y Reino Unido) aprobaran en Washington un programa conjunto para, en teor¨ªa, garantizar la aplicaci¨®n del plan de paz de Cyrus Vance y de David Owen. El cierre de la frontera entre Serbia y Bosnia, el env¨ªo de observadores internacionales, la definici¨®n y el mantenimiento de zonas seguras y la puesta en marcha de un tribunal de cr¨ªmenes de guerra aparec¨ªan como los puntos m¨¢s relevantes.
Pero los diplom¨¢ticos no fijaban un plazo para la retirada de los serbios a sus provincias, marcadas en el plan Vance-Owen. La indignaci¨®n del Gobierno de Bosnia-Herzegovina por este olvido aument¨® d¨ªas despu¨¦s cuando los serbios bombardearon enclaves supuestamente protegidos como Gorazde o Bihac. ?C¨®mo proteger las zonas de seguridad, a los cascos azules y a la poblaci¨®n civil? La inc¨®gnita quedaba aparcada para nuevas reuniones y a la espera de las pr¨®ximas citas del Consejo de Seguridad de la ONU.
Entretanto, los serbios se opon¨ªan al despliegue de observadores en la frontera con Serbia y expresaban, una vez m¨¢s, su voluntad de no ceder ni un mil¨ªmetro del 70% del territorio de Bosnia que controlan militarmente. Mientras los seguidores de Radovan Karadzic y Ratko MIadic segu¨ªan siendo el hueso m¨¢s dif¨ªcil de roer, croatas y musulmanes se enzarzaban en nuevos combates en el sur de Bosnia para disputarse las provincias marcadas con el tiral¨ªneas de Vance y Owen. La delimitaci¨®n de provincias en Bosnia a partir de criterios ¨¦tnicos ha disparado en los ¨²ltimos meses los choque armados por el control de comarcas atribuidos a unos u otros. El estallido de violencia en Mostar, capital de la Herzegovina, a mediados de mayo encuentra su explicaci¨®n en este tel¨®n de fondo. La dubitativa y d¨¦bil diplomacia internacional se enfrentaba de nuevo a la cruda realidad de los bombardeos y de la! armas.
Desde que el 28 de junio de 1991 -pronto se cumplir¨¢n dos a?os- la Comunidad Europea (CE) intentara una mediaci¨®n en el conflicto yugoslavo, los esfuerzos pacificadores han derivado en la cr¨®nica de una impotencia. Conferencias internacionales han desfilado por La Haya, Londres, Ginebra, Nueva York y Atenas sin que la crueldad de la guerra se redujera ni un ¨¢pice. Todo lo contrario.
Expertos y prestigiosos diplom¨¢ticos como Peter Carrington, Cyrus Vance, David Owen, Thorvald Stoltenberg o Vitali Churkin se han estrellado contra una mara?a de conflictos ¨¦tnicos, rivalidades religiosas y un sinfin de peque?as guerras civiles. Primero en Croacia y m¨¢s tarde en Bosnia.
. La exclusi¨®n de la nueva Yugoslavia (Serbia y Montenegro) de la ONU y las sanciones econ¨®micas s¨®lo han servido para disparar el mercado negro en Belgrado y abrir agujeros en las fronteras de Serbia por donde entran alimentos y combustible, pero tambi¨¦n armas.
Por otra parte, los mediadores internacionales se han movido en el filo de una navaja en la que, mientras propon¨ªan un tribunal de cr¨ªmenes de guerra, se entrevistaban, con el l¨ªder de los serbios de Bosnia, Radovan Karadzic, considerado uno de los inspiradores de las matanzas.
El a?o 1993 se abri¨® con bo- canadas de optimismo al sentarse en Ginebra, por primera vez, las tres comunidades enfrentadas en una mesa de negociaciones. Bajo los auspicios de Vance, en nombre de la ONU; y de Owen, por la CE, los bandos de la guerra (serbios, croatas y musulmanes) buscaban lo que entonces se calific¨® de "¨²ltima oportunidad". Los diplom¨¢ticos internacionales presentaron un dec¨¢logo para la paz que se resum¨ªa en el establecimiento de 10 provincias semiaut¨®nornas, el mantenimiento de un Estado centralizado, la desmilitarizaci¨®n del pa¨ªs y la creaci¨®n de un tribunal de cr¨ªmenes de guerra.
En aquellas fr¨ªas jornadas de enero en la. ciudad suiza s¨®lo los croatas aceptaron el plan. Tras las presiones internacionales, el 25 de marzo el presidente de Bosnia, el musulm¨¢n Alla Izetbegovic, firmaba en Nueva York el plan de paz tras unas maratonianas jornadas de negociaciones entre los tres sectores.
Pero los serbios rechazaron el proyecto, primero en una asamblea de su autoproclamado Parlamento en Bosnia, y m¨¢s tarde en una mascarada de refer¨¦ndum sin censos electorales ni garant¨ªas jur¨ªdicas de ning¨²n tipo.
En todos estos meses, Cyrus Vance y David Owen han protagonizado tina fren¨¦tica ofensiva de contactos diplom¨¢ticos. Han visitado en numerosas ocasiones Belgrado, Sarajevo y Zagreb y se han reunido con todas las partes en conflicto. Pero sus esfuerzos han resultado siempre vanos.
El coste de intervenir
La guerra en Bosnia ha puesto entre la espada y la pared a toda la comunidad internacional. La Administraci¨®n de Bill Clinton en EE UU se ha visto sumida en un mar de dudas, a caballo entre las amenazas y las rectificaciones. Al final, la diplomacia de la primera potencia mundial decid¨ªa avalar las propuestas rusas y de la CE en la cumbre de Washington del 22 de mayo.
El coste, de una intervenci¨®n militar, tanto en d¨®lares como en vidas humanas, ha estado siempre presente en la mente de las autoridades militares norteamericanas. Clinton y el jefe de su diplomacia, Warren, Christopher, se vieron obligados a dar marcha atr¨¢s en sus pretensiones iniciales de intervenci¨®n militar o de levantamiento del embargo de armas a los musulmanes.
La ratonera de una antigua Yugoslavia, surcada por escarpadas monta?as y armada hasta los dientes durante el r¨¦gimen comunista del mariscal Tito, ha frenado siempre las tentaciones de intervenci¨®n militar. La abundancia de arsenales, aumentada por el tr¨¢fico de armas, y la predisposici¨®n a las pr¨¢cticas militares de la poblaci¨®n durante la ¨¦poca de Tito han convertido el conflicto en una aut¨¦ntica guerra de guerrillas sin excesivo control por parte de los jefes militares.
Mientras los pol¨ªticos negociaban acuerdos de paz o treguas de alto el fuego, siempre incumplidos, los cascos azules se mostraban impotentes para detener las matanzas o para interponerse entre los bandos en lucha.
Las limitaciones del mandato de las Naciones Unidas, que limitaba el uso de la fuerza a la defensa propia, ha obligado a los cascos azules y a sus oficiales a plegarse en muchas ocasiones al dictado de los mandos militares en guerra.
Philippe Morillon, 'el general coraje'
Fue el 7 de marzo pasado. Un convoy de la ONU llevaba nueve d¨ªas bloqueado a las puertas de Srebrenica, un enclave musulm¨¢n agonizante en Bosnia oriental tras m¨¢s de un a?o de feroz sitio por las milicias serbias. El general Philippe Morillon, jefe de los cascos, azules en Bosnia, abandon¨® su cuartel general en Sarajevo y se plant¨® ante el control serbio. "Soy el comandante", dijo, y logr¨® abrirse paso al frente del convoy de ayuda humanitaria que devolvi¨® algo de esperanza a Srebrenica. Fue el beau geste de un general franc¨¦s de 58 a?os, cansado de la pol¨ªtica de mirar y no ver de la Fuerza de Protecci¨®n de la ONU en la antigua Yugoslavia (Unprofor).La decisi¨®n le granje¨® a Morillon todo tipo de cr¨ªticas, tanto en los medios oficiales franceses como de los serbios de Bosnia y de Belgrado. Pero la terrible guerra de Bosnia tuvo por fin un rostro, tanto para los desgraciados de esta guerra, los musulmanes bosnios, como para los europeos de a pie, que, en Francia, bautizaron a Morillon como el general coraje. Los habitantes de Srebrenica decidieron darle su nombre' a una de sus fantasmales calles.
Morillon estudi¨® en la academia SaintCyr, hizo la guerra de Argelia y ha pasado los ¨²ltimos 20 a?os en puestos de uno y otro lado del r¨ªo Rin. Habla franc¨¦s, ingl¨¦s y alem¨¢n y es un especialista en la guerra de blindados. Desde marzo de 1992 en Bosnia, donde ha sido capaz de implicarse mucho m¨¢s que su predecesor en el cargo, el canadiense MacKenzie, Morillon ha puesto su empe?o en sentar a la misma mesa a los contendientes para firmar altos el fuego, devorados sin cesar por las llamas de la guerra. Pero Morillon sigue all¨ª.
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