Los isidros se los perdieron
Los isidros ya no estaban, y se lo perdieron. Ven los isidros lo que la afici¨®n, cuatro gatos y la banda de m¨²sica vieron este d¨ªa de Corpus en Las Ventas, y salen los tres novilleros a hombros. Porque les j¨®venes coletudos hicieron cosas interesantes, toreo del bueno y uno de ellos -le llaman Pep¨ªn Liria- hasta se apaul¨®. Pero, claro, la afici¨®n, matizaba: ese pico, aquel paso atr¨¢s; ya se sabe.Los isidros estuvieron llenando 27 tardes Las Ventas y convirtieron la feria en un circo. Llegaban a la plaza euf¨®ricos, se pon¨ªan triunfalistas, quer¨ªan echar a los del siete por aguarles la fiesta, volv¨ªan del rev¨¦s la propia concepci¨®n del toreo, al toro y a la lidia que les fueran dando, ped¨ªan orejas, se acaloraban con quien osara protestarlas y eran capaces de pegarse con su padre; ?Pago?, pues mando, era su argumento supremo. Y una vez acabada la feria, se fueron para siempre, dejando los tendidos llenos de c¨¢scaras de pipas.
Puerto / Romero, Garcia, Liria
Novillos de Puerto de San Lorenzo (uno devuelto por inv¨¢lido), bien presentados flojos, encastados. 3?, sobrero de Couto de Fornilhos, con trap¨ªo y casta.Jes¨²s Romero: pinchazo y estocada atravesada (ovaci¨®n y salida a los medios); estocada perpendicular y dos descabellos (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando salud!); asistido en la enfermer¨ªa de lesiones de pron¨®stico reservado. Juan Carlos Garc¨ªa: pinchazo hondo bajo y cuatro descabellos; se le perdon¨® un aviso (aplausos y salida al tercio); estocada ca¨ªda (oreja). Pep¨ªn Liria: estocada atravesada que asoma -aviso- con retraso- y descabello (silencio); cuatro pinchazos -aviso- y cuatro descabellos (palmas). Plaza de Las Ventas, 10 de junio. Un cuarto de entrada.
Faenas de tanto alboroto, fuera de feria habr¨ªan tenido poco eco, se lleg¨® a aventurar entonces. Y a las primeras de cambio -d¨ªa del Corpus-, ya estaba la muestra: cuando los novilleros hac¨ªan el toreo, se les jale¨®, y cuando dejaban de hacerlo, callaban las masas. O sea, todo coherente, bien medido y sin sacarlo de madre.
Los novillos revalorizaron los m¨¦ritos de la terna, porque ten¨ªan casta. Flojos casi todos, de acuerdo; pero la casta pon¨ªa a prueba su valor y sus capacidades toreras. A Pep¨ªn Liria, la del sobrero portugu¨¦s -un guapo ejemplar-, le desbord¨®. A Jes¨²s Romero la del cuarto le pudo costar un disgusto porque era adem¨¢s prob¨®n, desarroll¨® sentido, y el torero no se tom¨® ninguna ventaja; antes al contrario, present¨® pelea, se ech¨® la muleta a la izquierda, y en uno de los naturales el novillo le peg¨® un salvaje volteret¨®n.
El arte de torear seg¨²n los c¨¢nones dictan, lo pudo desplegar Jes¨²s Romero con la boyant¨ªa del primer novillo. Algunos de sus redondos y de sus naturales causaron sensaci¨®n. Juan Carlos Garc¨ªa aun lleg¨® a m¨¢s, pues super¨® el genio del segundo, para acabar tore¨¢ndolo con hondura. Y al quinto, que estaba inv¨¢lido, le hizo una faena corajuda y ce?ida, sin detrimento del arte, que tuvo su mejor expresi¨®n en los pases de pecho.
Pep¨ªn Liria le instrument¨® al sexto excelentes naturales, seguidos de redondos impecables, ayudados y trincherillas. Ocurri¨® que en la ejecuci¨®n de las suertes, iba el torero y se apaulaba; y por apaularse, romp¨ªa el ritmo de la faena, sin llenarla con el apaulado duende que es patromonio exclusivo de su creador, llamado don Rafael. Algo le perjudic¨® el apaulamiento, por eso. Aunque lo corrigi¨® encelando al novillo en la pa?osa para enrrosc¨¢rselo a la cintura y salir luego andandito, pinturero y mirando al tendido, en una r¨²brica final que fue de las de ole con ole.
Todo esto se lo perdieron los isidros, que estaban desaparecidos. Y lo gan¨® la afici¨®n, pues pudo ver la corrida sin triunfalismos ni alborotos; sin que le metieran rodillazos en los ri?ones, y sin que le pusieran la espalda perdida de c¨¢scaras de pipas, como suelen hacer los isidros durante las 27 tardes de feria.
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