'Imago mundi' (*)
Todo comenz¨® con un juguete y un belga. El belga, como los verdaderos videntes, era ciego, y sin embargo fue el primero en investigar los principios de la persistencia de la visi¨®n. Como se sabe, ¨¦ste es un fen¨®meno al que se debe principalmente la posibilidad del cinemat¨®grafo, invenci¨®n que proyecta figuras fotografiadas en constante movimiento. A este defecto del ojo humano que es la retenci¨®n moment¨¢nea de una imagen en la retina, donde permanece en la visi¨®n segundos despu¨¦s de haber desaparecido (o es suplantada por otra imagen) para permitir la ilusi¨®n de movimiento.No creo que se le escape al lector que la palabra clave aqu¨ª es ilusi¨®n. Sin tener que penetrar en la cueva de Plat¨®n, esa suerte de Altamira de las almas. O mirar por el hueco negro donde se pod¨ªa ver claro el oscuro futuro en Delfos. O convocar a Tiresias (que fue, por cierto, el primer transexual: al atacar con su bast¨®n a dos serpientes que fornicaban al sol fue convertido en mujer, pero esa condici¨®n de hombre-mujer o de mujer-hombre le permit¨ªa predecir la suerte de horribres y mujeres -tipo de pregunta de griego: "?Qui¨¦n ganar¨¢ el marat¨®n?"; tipo de pregunta de griega: "?Qui¨¦n me rob¨® mis almohadas?"-, ya que Tiresiastodo-tetas pod¨ªa ver m¨¢s lejos por no tener ojos), convocar ahora a, Tiresias-el-del-b¨¢culo para agradecer a ese pionero belga, al que pod¨ªamos llamar el Ciego de las Maravillas por haber inventado lo que ¨¦l mismo bautiz¨® con tino el fantascopio, -literalmente, "para ver f¨¢ntas¨ªas"-. Este juguete o esta m¨¢quina maravillosa, produc¨ªa aparentes im¨¢genes en movimiento para convertirse en el antecedente directo del dibujo animado que nos permite encender hoy la l¨¢mpara que alumbra a Aladino, seg¨²n Disney. El f¨¢ntascopio est¨¢ considerado el m¨¢s antiguo antecedente del cinemat¨®grafo. Ese iluminado, que a su vez ha dado luz a Hollywood, se llam¨®, como conviene a un hombre destinado a la fundaci¨®n del cine, Joseph Plateau.
De esa bellota belga ha crecido el frondoso ¨¢rbol del s¨¦ptimo arte. Una de sus ramas es la televisi¨®n, que, curiosamente, tiene entre sus elementos electr¨®nicos una v¨¢lvula en f¨®rma de bellota. El cine, ?qui¨¦n lo niega?, es el arte del siglo XX, y lo ser¨¢ tambi¨¦n del siglo XXI. Esta enorme maquinaria de producir im¨¢genes ha generado una nueva forma de cultura y muchos t¨¦rminos de la jerga del cine son esenciales hoy d¨ªa a la comunicaci¨®n. Las palabras close-up, star, thriller son de uso com¨²n, desde Los ?ngeles, donde se originaron, hasta donde los ¨¢ngeles no se aventuran: en el dominio del lenguaje. El teatro, que en un principio crey¨® poder dominar al cine a trav¨¦s de los actores, ha terminado dominado por el glamour que emana de la pantalla como un exudado de plata: hoy la gente va al teatro a ver en carne y hueso a sus adorados fantasmas del cine. Aun los or¨ªgenes de la escena son la actualidad del cine. Cuando en 1948 se estren¨® el Hamlet de Laurence Olivier, hombre de teatro, se calcul¨® que m¨¢s personas ver¨ªan la pel¨ªcula que las que hab¨ªan visto la pieza desde su estreno en 1602. No s¨®lo su Enrique V, sino Macbeth y Otelo (ambas de Orson Welles) no eran meras versiones de Shakespeare, sino el ¨²ltimo destino del teatro isabelino. As¨ª, toda una tradici¨®n teatral depend¨ªa de un invento, la c¨¢mara de cine, y la proyecci¨®n de im¨¢genes fotografiadas pero en movimiento sobre una s¨¢bana -que fue la mise en sc¨¦ne fatal que acabar¨¢ con la escena- llevada a cabo por dos fraternos franceses, los hermanos Lumi¨¦re: dos pilluelos a quienes hay que perdonar el monstruo que crearon porque, como el doctor Frankenstein, no sab¨ªan lo que hac¨ªan. Veinticuatro espectadores pagaron su entrada para ver la primera proyecci¨®n p¨²blica del cin¨¦matographe el 28 de diciembre (y no para conmemorar el D¨ªa de los Santos Inocentes) de 1895. Hoy, un siglo m¨¢s tarde, los espectadores diarios (y nocturnos) del cine se calculan en ?miles de millones! Un golpe de dados, como bien saben los tah¨²res, no abolir¨¢ la cultura, pero un golpe de manivela ha cambiado no s¨®lo la cultura, sino nuestra percepci¨®n de la vida. Rimbaud aprobar¨ªa: el cine es nuestro barco ebrio de im¨¢genes.
La fotograf¨ªa en blanco y negro y la pintura en color siempre tendieron todas a captar el movimiento: eso es el cine. Ha sido adem¨¢s una poderosa arma de propaganda para dominar el mundo. Como dijo Adolf Hitler por boca de Goebbels, su vociferante ministro de Propaganda y Luces (atenci¨®n a este t¨ªtulo que aqu¨ª quiere decir cultura), y lo prob¨® la bella y peligrosa Leni Riefenstahl con s¨®lo dos documentales, que usan la imaginer¨ªa moderna para un tema medieval: la exaltaci¨®n del caudillo. Los comunistas, por supuesto, no se quedaron detr¨¢s para concebir no una o dos pel¨ªculas, sino toda una cinematograf¨ªa a la m¨¢s grande gloria de Stalin. Pero fue Lenin quien dijo la frase torcida para que la entendieran derecha (es decir izquierda) sus secuaces: "El cine, de todas las artes, la que m¨¢s nos interesa". (Hay que o¨ªrlo en ruso para creerlo). Fidel Castro, m¨¢s militar que militante, declar¨®: "El cine es nuestra mejor arma". (Castro dijo alma en vez de arma). Mao ten¨ªa el cine en tal estima que se cas¨® con una actriz.
Madam Mao, que ve¨ªa cine todas las noches (hecho en Hollywood: una tal Gleta Galbo era su ¨ªdolo). Mussolini, por su parte en el arte, cre¨® Cinecitt¨¢, que fabric¨® a algunos de los mejores directores del cine italiano: De Sica, Rossellini y hasta el arist¨®crata comunista (en oximor¨®n perfecto) Luchino Visconti colaboraron con El Duce en su labor de amor y de odio. Franco lleg¨® a¨²n m¨¢s lejos, y no s¨®lo exaltaba al cine como espectador, sino que, como Faulkner y Fitzgerald, escribi¨® guiones de cine. Mientras tanto, en Argentina, una mediocre actriz, Eva Duarte, al hacerse de Per¨®n tuvo lo que siempre anhelan las estrellas: un p¨²blico cautivo y, por un tiempo, cautivado. Su amante esposo, el general Per¨®n, cre¨® un ideal hist¨®rico. "El pol¨ªtico argentino que se r¨ªa en la tribuna", formul¨®, "como Gardel se re¨ªa en la pantalla de cine, tendr¨¢ a Argentina en un pu?o". ?Cerrado en alto?
El cine no s¨®lo ha cambiado la cultura, sino que todas esas subculturas mencionadas arriba, dirigidas al predominio primero. y luego al dominio total, hubieran sido diferentes si se hubieran concebido cine die. ?Es que se puede pensar en una obra de teatro llamada El acorazado Potemkin? ?Qu¨¦ hubiera sido de El triunfo de la voluntad como ensayo pol¨ªtico? ?Habr¨ªa Franco, ese bajo continuo, escrito un poema ¨¦pico para llamarlo Raza?
Piensen en ello.
En otra direcci¨®n de la cultura, francos fascistas como T. S. Eliot; su maestro, Ezra Pound, y el mentor de los dos, William Butlear Yeats, tres poetas puros, lamentaban la existencia de lo que ellos cre¨ªan baja cultura, sin darse cuenta de que la alta cultura, en este siglo de chacota, sonaba a veces a alta costura. ?C¨®mo se quejaba Eliot en todos sus ensayos (y al que le venga un ensayo que se lo ponga) y se dol¨ªa el T. S., como le dol¨ªa Espa?a a Unamuno (mientras a Hamlet le dol¨ªa Dinamarca), tanto que sus escritos eran un largo lamento locuaz por la cultura -elevada por medio de coturnos por turnos-! Pero, atenci¨®n, al mismo tiempo cambiaba cartas amorosas, morosas, con Groucho Marx y atesoraba en su sala una foto del c¨®mico jud¨ªo, solicitada, en que Groucho ten¨ªa un bigote pintado, cejas de bet¨²n y en la mano un puro como una pira. Los tres, Eliot, Pound y Yeats, eran antisemitas. Eliot, elitista, se comunicaba con un comediante jud¨ªo educado en un gueto de Nueva York: no se pod¨ªa surgir de m¨¢s abajo para hacer cultura y ser idolatrado por un mandar¨ªn meticuloso.
No hay altas ni bajas culturas, lo sabemos. La cultura es una sola, si no, ?c¨®mo poder apreciar a Homero, a Petronio o a Dante sin ser graduado de humanidades o conocer el dialecto florentino en que est¨¢ escrita la Divina comedia? Quiero hacer un poco de autobiograf¨ªa, que es siempre una ¨²ltima historia ¨ªntima. Me cri¨¦ en un solar (l¨¦ase cuarter¨ªa) habanero, en condiciones extremas de pobreza que he relatado en otra parte sin arte. Estudiando bachillerato, cuando s¨®lo me conmov¨ªa la pr¨¢ctica del b¨¦isbol y una o dos muchachas que pasaban tan lentas como para que las aprehendiera mi ojo ubicuo, o¨ª a un profesor que era un pedante elitista pero que amaba la literatura, cuya historia relataba con su palabra. prolija. Este maestro g¨¢rrulo hablaba de un h¨¦roe que regresaba a su casa despu¨¦s de 10 a?os de exilio (?c¨®mo iba a saber, entonces, lo que significaba esa palabra, ahora ¨ªntima como un cuchillo clavado en la conciencia?) y era s¨®lo conocido por su perro.
Lo que me conmovi¨® de la narraci¨®n era que el perro mor¨ªa momentos despu¨¦s de haber reconocido a su amo. Para m¨ª, tan amante de los perros que siempre he odiado que los llamen perros, esta historia de Ulises (¨¦se era el nombre del h¨¦roe) y su perro Argos, esa historia griega, se convirti¨® en mi biograf¨ªa. Es decir, en mi vida, la que cambi¨® para siempre cuando frecuent¨¦ los libros, ese libro. Olvid¨¦ la vida de los h¨¦roes del b¨¦isbol y cambi¨¦ el diamante en que se juega ese deporte por la biblioteca, en que los libros fueron m¨¢s que un diamante un tesoro. Lo dije antes y lo digo ahora (ya que siempre me repito), as¨ª, con la visi¨®n de los ojos de un perro que muere, cambi¨® mi vida. Si no creyera que la cultura es de todos y para todos, ustedes tendr¨ªan que preguntarme: ?y qu¨¦ hace el muchacho que era yo en un sitio como ¨¦ste?.
Quiero escribir ahora de la televisi¨®n, esa radio en im¨¢genes. Antes era costumbre de ciertos intelectuales, que deb¨ªan escribir ese nombre con hache, denostar al cine. Recuerdo a un poeta catal¨¢n, una columna dorsal de su cultura en ese tiempo, dici¨¦ndome al convidarlo yo al cine: "Nunca voy al cine", con desprecio. ?ste era un poeta, pero la expresi¨®n palabra por palabra, la repet¨ªa siempre un escritor madrile?o. El poeta que odiaba al cine dec¨ªa tambi¨¦n, como si la frase fuera su lema: "El ingl¨¦s es un idioma de b¨¢rbaros". Ya ven, ya veo.Ahora el ingl¨¦s es el idioma de todos (es, de hecho, el esperanto del siglo) y la gente, el hoi polloi, hoy por hoy, ve m¨¢s cine que nunca gracias a la televisi¨®n. Sin embargo, en este d¨ªa, esta noche, es posible o¨ªr a otro prohombre de la cultura decir, sin ser ciego, repetir como un eructo: "?Yo no veo televisi¨®n!". Pues bien, ?¨¦l se lo pierde! (Como se perd¨ªan otros antes el cine). Pero ¨¦sa no es la cuesti¨®n. La cuesti¨®n es crear un clima cultural que no permita o¨ªr a esos polifemos polimorfos sin responder a sus exabruptos: "?So brutos!".
Por mi parte quiero decir que si la televisi¨®n, como hacen algunos canales, no hiciera m¨¢s que reponer pel¨ªculas viejas (¨¦se es el t¨¦rmino usual, aunque nadie habla de libros viejos sino de libros de viejo) estar¨ªa justificada. El v¨ªdeo, que es una ra¨ªz adventicia de la televisi¨®n, nos ha permitido, nos permite cada d¨ªa y cada noche, ver esas pel¨ªculas viejas que ahora son eternas. Nos permite, todos lo sabemos, aunque las autoridades pretendan lo contrario, grabar, pasar, reponer, hacer revivir, vivir de nuevo, la gloria que fue Ginger Rogers en movimiento, el arte de Fred Astaire, la dramaturgia de Orson Welles, las tragedias de John Ford, las comedias de Howard Hawks, y entre ellos la presencia leal de John Wayne. .. y m¨¢s, mucho m¨¢s.
Aqu¨ª entre nos (que no se entere ese Big Brother que no mira la televisi¨®n sino que nos vigila a ver qui¨¦n mira esa Altamira), aqu¨ª quiero decir que soy el orgulloso poseedor de una videoteca de m¨¢s de mil pel¨ªculas, todas en versi¨®n original. Ahora la televisi¨®n y la a¨²n m¨¢s maravillosa m¨¢quina de v¨ªdeo nos permiten tener una cinemateca propia que fue el sue?o de Henri Langlois y la pesadilla de las productoras de todo el mundo unidas, que tienen todo que perder, hasta su derecho de copia. Si. s¨®lo esa cinemateca de uno solo fuera la ¨²nica contribuci¨®n de la televisi¨®n al placer de todos, su invenci¨®n de una bellota que se convierte en un frondoso ¨¢rbol de im¨¢genes estar¨ªa justificada, porque el placer debe convertirse en haber de la cultura.
Dice V¨ªctor Erice, eminente cineasta espa?ol, que ha rendido uno de los m¨¢s se?alados homenajes que el cine pueda hacer a la pintura en su retrato del pintor Antonio L¨®pez que pinta el retrato de un membrillo: "El d¨ªa no se acaba cuando se apaga el sol. El d¨ªa se acaba cuando se apaga la televisi¨®n". Esta frase, que es una imagen, vale por todas mis palabras.
* La frase "imagen del mundo", de cu?o medieval, est¨¢, cosa curiosa, en el origen del descubrimiento de Am¨¦rica. Con ella quiero invocar el mundo de la imagen.
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