La derrota es bella
Gaviotas mensajeras procedentes de G¨¦nova informaron a fines de 1992 de que Aznar no consideraba deseable un triunfo inmediato del Partido Popular. Si la informaci¨®n fuera veraz, cabe considerar que fue la euforia del Congreso de febrero lo que introdujo cierto desorden en la jerarqu¨ªa de preferencias, encabezada hasta entonces por la de una victoria socialista por escaso margen. Las elecciones habr¨ªan devuelto las aguas a su cauce y el discurso de Aznar, en el que aceptaba deportivamente su derrota en la madrugada del lunes, ser¨ªa expresi¨®n de madurez personal, pero tambi¨¦n de alivio.En la opci¨®n considerada m¨¢s favorable, un PSOE muy debilitado y dominado por el guerrismo se ver¨ªa obligado a gobernar en coalici¨®n con IU: ser¨ªa un Ejecutivo reh¨¦n de los sindicatos, y su previsible fracaso en el terreno econ¨®mico forzar¨ªa bien un Gobierno de salvaci¨®n nacional PSOE-PP (que permitir¨ªa a los populares afianzarse como alternativa responsable), bien unas elecciones anticipadas que dar¨ªan paso a un gobierno del PP con los nacionalistas moderados. En ambos casos ser¨ªan los socialistas los que corrieran con el gasto.La euforia de febrero, desmesurada por ep¨ªgonos de car¨¢cter nervioso, hizo perder el camino al equipo de Aznar, que lleg¨® a estar sinceramente convencido de su victoria. Como casi la consigue, es probable que esos ep¨ªgonos -fil¨®sofos del desastre, liberales tridentinos, publicistas anarcotorys- le aconsejen una estrategia consistente en seguir golpeando en la ceja herida de los socialistas. Los meses que se avecinan, de ajuste, sudor y l¨¢grimas, daran ocasi¨®n sobrada para ello. Sin embargo, tal vez no sea eso lo que m¨¢s convenga a los populares: es probable que las urgencias de la crisis y la nueva configuraci¨®n del Parlamento vuelvan a poner de actualidad la idea de consenso.
Consenso pol¨ªtico, porque un pacto social ser¨¢ improbable mientras los sindicalistas sigan planteando condiciones tan poco realistas como la exigencia, de nuevo evocada estos d¨ªas, de retirada del Plan de Convergencia (cuyos criterios figuraban en los programas de los partidos que han obtenido el respaldo del 80% o 90 % de los electores). Ello desplazar¨¢ la b¨²squeda del acuerdo hacia el Parlamento, y en ese marco Aznar tendr¨¢ ocasi¨®n, si sabe combinar oposici¨®n y mano tendida, no s¨®lo de acreditar una imagen de pol¨ªtico responsable, capaz de supeditar los intereses inmediatos de su partido a los generales del pa¨ªs' sino de superar la contradicci¨®n entre un diagn¨®stico extremadamente cr¨ªtico y su compromiso de cambiar apenas.
Izquierda Unida (IU) tambi¨¦n tendr¨¢ ocasi¨®n de jugar sus bazas, aunque para ello deber¨¢ decidir a qu¨¦ carta quedarse. Afirma ahora que el electorado ha girado a la izquierda (y pide, por ello, un giro social como el propugnando por los sindicatos). Pero considerar que se ha producido ese giro implica contabilizar como de izquierda el voto socialista, lo que es incongruente con el mensaje de que el PP y el PSOE eran dos expresiones de la misma pol¨ªtica derechista. Un gobierno PSOE-IU es improbable, pero eso no significa que los votos de IU no puedan servir para influir en la pol¨ªtica espa?ola. Carrillo podr¨ªa informarles de lo que es posible ha cer desde la oposici¨®n con el 9,3% de los sufragios.
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