A Wojtyla le gusta el imperativo
Me han preguntado muchas veces qu¨¦ diferencia de estilo existe entre Juan Pablo II y, por ejemplo, Juan XXIII o Pablo VI. Y creo' que una diferencia muy marcada es que el papa Wojtyla ama sobre todo ¨¦l imperativo, o el exclamativo, porque es un Pap¨¢ de certezas, seguro, que indica sin titubeos el camino que hay que seguir.Al rev¨¦s, Pablo VI privilegiaba el interrogativo. Era el Papa de la duda, de un cierto tormento interior. Y Juan XXIII era el Papa del di¨¢logo y del encuentro con todos.
Pero, curiosamente, dichos antecesores del papa Wojtyla despertaban cierta simpat¨ªa, sobre todo en el mundo de los menos cercanos a la Iglesia. Quiz¨¢s porque se les ve¨ªa m¨¢s humanos que divinos, menos superhombres.
Al papa Wojtyla le gusta, en sus discursos, sobre todo el grito, la denuncia, el mandato. "No se¨¢is cobardes". "Ha llegado la hora de Dios". "Abrid las puertas a Cristo". En su primer viaje a Polonia, en la plaza de la Victoria de Varsovia, grit¨® con fuerza: "Nadie tiene el derecho de excluir a Dios de la historia". Durante el Concilio particip¨® en una de las comisiones para estudiar el problema del ate¨ªsmo. Y mientras los otros expertos trataban de analizar c¨®mo dialogar con los no creyentes, el entonces joven arzobispo de Cracovia, sorprendido, subray¨® que lo importante era c¨®mo combatir el ate¨ªsmo.
Juan XXIII ten¨ªa otro estilo. Cuando era nuncio en Bulgaria, explicaba que ten¨ªa una luz siempre encendida en su ventana, para que quien quisiera pudiera entrar en su casa sin llamar a la puerta. Y dec¨ªa que no iba a preguntarle en qu¨¦ cre¨ªa.
Antes de morir le pidi¨® al futuro Pablo VI, el cardenal arzobispo de Mil¨¢n, que era su delf¨ªn en el pontificado, que arreglara el drama de los sacerdotes que deseaban dejar el ministerio y crearse una familia. Montini le escuch¨® y concedi¨® miles de dispensas. El papa Wojtyla ha derogado aquella pr¨¢ctica y hoy concede la dispensa s¨®lo al que pruebe que su ordenaci¨®n hab¨ªa sido nula, como en la disoluci¨®n del matrimonio por parte de La Rota.
Pablo VI fue el Papa de la duda, de los interrogantes dram¨¢ticos. Qued¨® c¨¦lebre su carta a las Brigadas Rojas, durante el secuestro de Aldo Moro, en la cual les ped¨ªa "de rodillas" -sin llamarles terroristas, sino "hombres de las Brigadas Rojas"- que salvaran a su amigo. Y no menos desconcertante fue su pregunta angustiosa, dirigida a Dios, durante el funeral de Estado de Moro en la bas¨ªlica de San Giovanni de Roma: "?Por qu¨¦ no has querido salvar a mi amigo?".
Dud¨® Pablo VI terriblemente antes de promulgar la enc¨ªclica sobre el control de natalidad tras haber consultado incluso a cient¨ªficos ateos rusos. Y sufri¨® dudas muy serias durante y despu¨¦s del Concilio. Sol¨ªa recordar que la duda es el principio de la ciencia y la primera exigencia de un verdadero intelectual.
El papa Wojtyla prefiere infundir certezas, fustigar los males, exigir hero¨ªsmo. Puede que lo pida este fin de siglo desorientado, aunque quiz¨¢s tampoco estar¨ªa de m¨¢s que el Papa pasase por este pobre mundo desparramando un pu?ado de esperanza y de utop¨ªa.
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