Tiempos de di¨¢logo
La situaci¨®n de la pol¨ªtica espa?ola, despu¨¦s de unas elecciones que han configurado un mapa pol¨ªtico diferente al anterior, precisa de unas reflexiones que se me antojan pertinentes aqu¨ª y ahora.1. El poder y la funci¨®n pol¨ªtica en una democracia participativa se debe inscribir como clave de su andadura en una actitud de di¨¢logo permanente.
Porque no existe una raz¨®n primera y ¨²nica que explique y haga comprender todos los comportamientos p¨²blicos y privados en una convivencia partidista; porque quiz¨¢s la grandeza de la raz¨®n moderna se ha fraguado a espaldas del hombre concreto en sus expectativas y avatares; porque este tipo de raz¨®n t¨¦cnica, instrumental y funcionalista se ha alimentado, frecuentemente, a costa de la raz¨®n moral en una din¨¢mica degradante de la condici¨®n humana en sus contextos concretos; porque esta raz¨®n de corte arquitect¨®nico, macroordenadora y fuerte, dise?adora de mundos meramentes formales, se ha convertido en raz¨®n extra?a a las necesidades de los hombres concretos; porque esta raz¨®n tecnol¨®gica nos ha hecho m¨¢s ricos en prote¨ªnas y calor¨ªas pero m¨¢s pobres en autodeterminaci¨®n y responsabilidad, menos profundos en la b¨²squeda de la raz¨®n humana y de los contenidos esenciales de la misma.
As¨ª, han terminado nuestras razones y ha aparecido la raz¨®n pol¨ªtica; ha desaparecido nuestra opini¨®n y ha surgido un discurso; se ha esfumado nuestro saber y s¨®lo impera una estructura m¨¢s o menos esclerotizada y extra?a al ciudadano que vive su vida a espaldas de la pol¨ªtica. La gran cr¨ªtica que se hace a los pol¨ªticos por parte de los ciudadanos consiste en afirmar que aqu¨¦llos pertenecen a instituciones partidistas profesionalizadas y atrincheradas en posiciones enquistadas, mecidas gentilmente por el poder que ostentan o esperan detentar. Siempre bajo el mismo esquema del predominio de la raz¨®n instrumental que puentea y burla los intereses y esperanzas de esos ciudadanos.
2. Ante este reduccionismo peligroso de la racionalidad (probablemente motivado por los propios comportamientos de la clase pol¨ªtica), propongo el ejercicio plural de la raz¨®n pol¨ªtica, que, a trav¨¦s de confrontaciones dial¨¦cticas (sujeto y objeto nunca est¨¢n en reposo), debe alcanzar otro tipo de racionalidad que supere la mec¨¢nica y astuta adecuaci¨®n de la realidad y de la pr¨¢ctica a un dise?o previo de car¨¢cter program¨¢tico y que nos. conduzca a una actitud de b¨²squeda interactiva sobre la base de un di¨¢logo pol¨ªtico permanente. La vida, por su versatilidad e ?mprevisibilidad, supera siempre a los modelos te¨®ricos que la explican. Este trasvase entre teor¨ªa y pr¨¢ctica pol¨ªticas se resuelve en actitudes de sincera comunicaci¨®n.
Esta racionalidad comunicativa debe conducir a los dialogantes a una comprensi¨®n interpersonal satisfactoria de sus intereses concretos. "La genuina verdad pol¨ªtica", dice Habermas, "radica en una actitud de comunicaci¨®n sincera entre personas". En este punto, convendr¨ªa recordar con Hegel que "nos comunicamos en y desde la oposici¨®n". Es en ¨¦sta en la que puede hallarse el entendimiento, la coincidencia y el proyecto com¨²n.
No se trata, en modo alguno, de crear complicidades pol¨ªticas, sino de realizar constantes esfuerzos en pro de la convergencia, teniendo en cuenta que las coincidencias nos unen y las discrepancias nos enriquecen. Los sectarismos, los fundamentalismos, los fanatismos partidistas y las posiciones meramente defensivas no valen para la movilizaci¨®n sociopol¨ªtica de los ciudadanos en una sociedad abierta.
3. Reflexionando sobre lo anterior, entiendo que los partidos pol¨ªticos -esencia de la democracia- no pueden convertirse en guetos separados, en iglesias obedientes o en fetiches sagrados e intocables, sino que deben ser plataformas de negociaci¨®n, de intercambio y de di¨¢logo: La funci¨®n pol¨ªtica es necesariamente un acto de valor que no puede huir de las confrontaciones, del an¨¢lisis profundo de las realidades, bajo pena de ser una farsa. S¨®lo as¨ª la acci¨®n pol¨ªtica queda expuesta a los ciudadanos, transparente y pr¨¢ctica, lejos de oscuros hermetismos que se pueden convertir en rampas deslizantes hacia la corrupci¨®n del pol¨ªtico y al descr¨¦dito de su acci¨®n.
En este sentido, dialogar no es claudicar, sino tener oportunidad de ceder ante los argumentos del adversario, superando un tipo de cultura pol¨ªtica cerrilmente dualista que encona y crispa, que forcejea in¨²tilmente y en la que los ciudadanos no encuentran valores de solidaridad, de rearme ¨¦tico y de actitud honrada en el servicio p¨²blico.
4. Finalmente, la raz¨®n dial¨®gica, a la vez que se defiende del esoterismo del experto, se siente con derecho a intervenir y as¨ª va lidiando los problemas de la cotidianidad. La actitud dialogante, por definici¨®n, conf¨ªa tercamente en las posibilidades de un pueblo en marcha, activado en la soluci¨®n de sus problemas y espoleado en la conformaci¨®n de sus proyectos, que se sustentan por s¨ª mismos en la credibilidad de los dirigentes que los proponen y defienden y que por ello vienen obligados a cumplir.
En este trance pol¨ªtico en el que nos encontramos es preciso abrir las ventanas del di¨¢logo, es necesario desentumecer la musculatura pol¨ªtica de los representantes del pueblo, es imprescindible articular una sociedad m¨¢s solidaria, m¨¢s justa y m¨¢s din¨¢mica, y en este empe?o debe implicarse el hombre P¨²blico servidor de la ciudadan¨ªa. S¨®lo as¨ª el hombre pol¨ªtico que se debate siempre entre la precisi¨®n y el error, entre la realidad y el sue?o, entre lo obviamente dado y la angustia imposible del deseo, puede y debe ser entendido por los ciudadanos que reclaman incesantemente m¨¢s libertad, m¨¢s seguridad y m¨¢s progreso social; es decir, un nuevo impulso regenerador de la vida pol¨ªtica que responda a esos ideales.
Es el momento y la hora de que los representantes pol¨ªticos de aqu¨¦llos aprendamos la lecci¨®n dada por el pueblo y pongamos manos a la obra para construir sin enga?ar, para avanzar sin retroceder, para conquistar sin hipotecar el futuro, para que no se queden las promesas de progreso e impulso renovador en la mera historia de una ilusi¨®n desvanecida.
Baltasar Garz¨®n es diputado independiente en las listas del PSOE.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.