El enigma de las sectas
LAS T?CTICAS de camuflaje son consustanciales a las sectas. Pero mientras tengan por objeto guardar celosamente para sus adeptos las doctrinas o ritos religiosos que le son propios nada hay que objetar. Otra cosa sucede si sirven para encubrir actividades que muchas veces est¨¢n inmersas en la m¨¢s pura realidad delictiva. En ese caso, tales t¨¢cticas se convierten en un obst¨¢culo pr¨¢cticamente insalvable al leg¨ªtimo derecho de la sociedad, y de los poderes p¨²blicos, a conocer lo que sucede en su interior. La absoluci¨®n, por parte de la Audiencia de Barcelona, de 10 presuntos miembros de la secta Ni?os de Dios pone en evidencia esa dificultad, que se acrecienta cuando se trata de perseguir penalmente las pr¨¢cticas y actividades de estos grupos seudorreligiosos.La Audiencia de Barcelona ha considerado que su decisi¨®n era la ¨²nica penalmente correcta. Pero para este viaje no se necesitaban las alforjas del ministerio fiscal llenas de acusaciones tan graves como las de asociaci¨®n ilegal, estafa y lesiones ps¨ªquicas, y de peticiones de penas que sumaban 200 a?os de c¨¢rcel. Tama?a disparidad entre la acusaci¨®n p¨²blica y el tribunal juzgador es procesalmente admisible. Pero socialmente no deja de ser chocante. Revela no s¨®lo criterios y perspectivas distintas de actuaci¨®n, normales y exigibles en un Estado de derecho, sino posibles fallos o ligerezas tanto en la investigaci¨®n policial como en la formulaci¨®n acusadora del fiscal.
En todo caso, el ministerio fiscal no ha logrado forzar las apariencias a las que el tribunal se atiene para absolver a los acusados -seis espa?oles, tres norteamericanos y un brit¨¢nico- de los cargos que se les imputaban: la naturaleza exclusivamente religiosa de la comunidad a la que pertenec¨ªan (nada, por tanto, de delito de asociaci¨®n ilegal, que podr¨ªa suponer un atentado a la seguridad interior del Estado); el car¨¢cter de limosnas de sus medios econ¨®micos, sin que mediara, por tanto, enga?o ni ¨¢nimo de lucro en su obtenci¨®n (nada de delito de estafa), y, finalmente, una educaci¨®n de sus hijos acorde con un m¨¦todo sin duda peculiar y muy extendido en EE UU -el home school (escuela en casa)-, pero en modo alguno atentatorio a su integridad ps¨ªquica y f¨ªsica (nada de delito de lesiones o de corrupcion de menores).
Durante la vista del juicio, el ministerio fiscal pretendi¨® extender la acusaci¨®n a la propia secta a la que, a su entender, pertenec¨ªan las personas sentadas en el banquillo. Con toda raz¨®n, el presidente del tribunal le reconvino que all¨ª no se juzgaba a secta alguna, sino a delitos concretos. Mejor hubiera sido, entonces, que el ministerio fiscal hubiera puesto todo su empe?o en documentar mejor los hechos delictivos en que basaba su acusaci¨®n.
En todo caso, si la pretensi¨®n del fiscal era improcedente, no por ello dejaba de plantear un problema social al que la justicia no puede dar la espalda: el peligro que representan las actividades de determinadas sectas en Espa?a al amparo del ejercicio de los derechos constitucionales de libertad religiosa e ideol¨®gica y de libre asociaci¨®n. La justicia, como el resto de los poderes p¨²blicos, debe hacer todo lo que est¨¦ de su parte para poner al descubierto la apariencia legal en que se asientan dichas asociaciones, as¨ª como sus pretendidos fines religiosos, culturales, terap¨¦uticos y humanitarios.
El hecho de que en estos momentos los adeptos a las sectas sobrepasen en Espa?a el medio mill¨®n de seguidores o simpatizantes, j¨®venes en su mayor¨ªa, y que las denominadas destructivas, de acuerdo con una terminolog¨ªa consagrada, no cejen en la pr¨¢ctica de un proselitismo atosigante y capcioso hacen que el problema no pueda considerarse una cuesti¨®n menor. No se trata, en modo alguno, de propiciar medidas ilegalizadoras, posiblemente inconstitucionales e impropias de un sistema democr¨¢tico. Se trata, ni m¨¢s ni menos, de exigirles el cumplimiento de las leyes con el mismo rigor que al resto de los ciudadanos. S¨®lo as¨ª se acabar¨ªa con la impunidad de algunas de ellas, se pondr¨ªa coto a su absorbente capacidad manipuladora sobre los individuos y se aliviar¨ªa la tragedia que aflige a numerosas familias espa?olas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.