Masoquismo popular
HORMAECHEA SIGUE. ?Por cu¨¢nto tiempo? Depender¨¢ del momento en que el Partido Popular decida resolver la contradictoria situaci¨®n en la que se encuentra: apoya con sus votos a quien le ha traicionado en las recientes elecciones, insultado a sus dirigentes y endosado el caso de corrupci¨®n que lleva su nombre. Es dif¨ªcil vislumbrar mayor proclividad al masoquismo pol¨ªtico si, como parece, lo que se pretende es mostrar un deseo sincero de regeneraci¨®n de la vida p¨²blica.Ya en terrenos t¨¢cticos, lo cierto es que en el fracaso de la moci¨®n de censura presentada por los socialistas al presidente c¨¢ntabro la principal responsabilidad corresponde a sus promotores: una iniciativa pol¨ªtica de esa envergadura no puede quedar reducida a un intento vano. No s¨®lo por el coste pol¨ªtico que supone para quienes la toman, sino porque tal derrota conlleva en alguna medida el reforzamiento de aquel contra el que va dirigida. Es decir, justo lo contrario de lo que se pretend¨ªa con dicha moci¨®n de censura.
El resultado no puede ser m¨¢s disparatado: un dirigente p¨²blico procesado, desprestigiado, aislado y enfrentado a los dos partidos de mayor peso en el ¨¢mbito estatal que, pese a ello, sigue al frente del Ejecutivo de Cantabria. ?Qu¨¦ ha impedido a los populares y socialistas acordar una propuesta alternativa a quien ambos grupos consideran un gobernante nefasto, que ha hipotecado el futuro de la autonom¨ªa con una deuda absolutamente desproporcionada a sus recursos?
Los dirigentes del PP han dado a entender que la hora de la verdad para Hormaechea sonar¨¢ en oto?o pr¨®ximo, cuando el pol¨ªtico c¨¢ntabro comparezca ante la justicia para responder de los delitos de prevaricaci¨®n y de malversaci¨®n de fondos p¨²blicos que se le imputan. Pero no se entiende qu¨¦ es lo que ese instante a?adir¨¢ a la mejor comprensi¨®n del procesado. Si, como pudiera alegarse, no deber¨ªan adoptarse decisiones previas a la celebraci¨®n del juicio, lo que en definitiva se defiende es que el caso Hormaechea es exclusivamente judicial. Un evidente error que entierra los componentes pol¨ªticos, el talante populista y la megaloman¨ªa del personaje.
Lo que, en cambio, s¨ª ayuda a comprender el escenario pol¨ªtico donde se desarrolla esta extra?a representaci¨®n es el comportamiento de sus protagonistas en el Parlamento aut¨®nomo, durante el debate de la tan citada moci¨®n de censura: de un lado, el PP sosteniendo con sus votos a quien acusa de realizar "una gesti¨®n arbitraria", distorsionar "los m¨¦todos democr¨¢ticos de relaci¨®n institucional" y dirigir "sus estrategias pol¨ªticas en un sentido contrario al del inter¨¦s general de los c¨¢ntabros". De otro, Juan Hormaechea imputando a quienes consiguieron un aplazamiento de su ca¨ªda de "pr¨¢cticas fascistas y totalitarias", acus¨¢ndoles de "chantaje", "enchufismo" e incluso de corrupci¨®n pol¨ªtica (pagos il¨ªcitos a empresarios y vinculaciones oscuras con los constructores).
Despu¨¦s de todo ello es inexplicable que los populares respalden a quien as¨ª se comporta. No deber¨ªa demorarse mucho el momento en el que el l¨ªder del PP, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, aplique al caso su celebrada sentencia "no cambiar¨¦ la dignidad por el poder". Esa iniciativa -adem¨¢s de un triunfo de la honestidad sobre la ambici¨®n- ser¨ªa beneficiosa para su partido: le liberar¨ªa de la servidumbre de un personaje desacreditado y que no ha aportado nada a la coherencia del proyecto pol¨ªtico con el que los populares pretenden llegar al poder.
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