Ruidos

Pr¨®xima la temporada veraniga, se acab¨® la tranquilidad.. Ya est¨¢n ah¨ª las motos sin escape, los televisores a todo volumen, los ladridos de los perros, la m¨²sica estridente de chiringuitos y urbanizaciones. Las recientes fiestas de San Juan en nuestra ciudad han sido un anticipo: no me refiero, por supuesto, a las bandas de m¨²sica ni a los art¨ªsticos castillos de fuego o masclet¨¢s, sino a los potentes altavoces callejeros de las barracas machacando diariamente hasta las cinco de la ma?ana. Este exceso de ruido se traslada ahora a la playa: ya est¨¢n ah¨ª los lolailos con sus radiocasetes a todo gas al hombro, las motos n¨¢uticas que llenan de ruido y de gasolina -y tambi¨¦n de temor- a los ba?istas, las avionetas publicitarias sobre nuestras cabezas, en un ataque conjunto por tierra, mar y aire a nuestros sentidos. ?Tienen autorizaci¨®n para perturbar? Si la tienen, ?qui¨¦n la ha concedido?En los rankings de indicadores econ¨®micos estamos mal colocados, pero sin duda en ruido y falta de respeto ocupamos los primeros puestos. El silencio, el rumor de la naturaleza, la simple conversaci¨®n, son bienes cada d¨ªa m¨¢s escasos-